Ariel González
En materia de seguridad todo apunta a que el país no sólo se mantendrá en el infierno en el que ya se encuentra, sino que seguirá descendiendo en este. Empieza el segundo piso de la 4T y ya podría tener como principal lema el mismo que según Dante aparece en la entrada del averno: “Abandonad toda esperanza quienes aquí entráis”.
Nada más entre el 1 de octubre y hoy van casi 500 asesinados. El 2 de octubre, mientras el gobierno entrante –no el Ejército en particular– pedía “perdón” por los trágicos sucesos de 1968, un comando militar en Chiapas daba muerte “por error” a 6 inmigrantes. Debió ser su pura y mala suerte, porque habiendo recorrido medio mundo vinieron a encontrar la muerte en un “grandioso” país que acaba de ser gobernado “por el mejor presidente de México” de su historia, dicho por la Presidenta que lo ha sucedido en el cargo.
La humanista gestión de López Obrador que con tanta devoción despidió Sheinbaum, dejó en el cementerio unos 200 mil muertos a manos de esta violencia, así como más de 50 mil desaparecidos. Son pocos, por lo visto, para los alucinantes estándares en los que se mueve la Cuarta Transformación, cuyos voceros nos acusan de amarillistas o exagerados a los que mencionamos estas cifras (que vienen a ser oficiales por cuanto proceden de las mismas instancias de gobierno). ¿Cuántos más tendrían que morir para que la simple verdad no fuera amarillista o exagerada?
El asesinato de Alejandro Arcos, alcalde de Chilpancingo, ha indignado a todo el país no sólo por la brutalidad con que fue cometido sino por la indiferencia del gobierno estatal y federal frente al riesgo mortal en que claramente se encontraba y que él mismo había denunciado.
Apenas hacía 6 días que había asumido el cargo y su muerte estaba ya más que anunciada sin que se reforzaran las medidas de seguridad para protegerlo. El jueves 3 de octubre había sido asesinado el secretario general del Ayuntamiento de Chilpancingo, Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez, colaborador muy cercano de Arcos; y por su fuera poco, también el 28 de septiembre había caído bajo las balas del crimen organizado Ulises Hernández Martínez, quien iba a ser su secretario de Seguridad Pública. El viernes 4, entrevistado en Radio Fórmula, dijo temer por su vida, pero nadie hizo nada.
¿Por qué no actuó el gobierno de Evelyn Salgado frente a esta evidente espiral de asesinatos que se sabía amenazaba la vida de Alejandro Arcos? Y la Secretaría de Gobernación, encabezada por Rosa Icela Rodríguez, ¿no debió igualmente tomar medidas para impedir que el alcalde fuera asesinado? ¿Acaso no son estas sus funciones, sobre todo con los antecedentes que ya estaban a la vista? ¿Quién cuida en este país a un alcalde amenazado de muerte? No está de más recordar que la misma desidia e irresponsabilidad de las autoridades locales y federales ha dejado a otros funcionarios, periodistas, ecologistas y defensores de los derechos humanos en la mira de sus asesinos.
El día de hoy el gobierno de Claudia Sheinbaum va a presentar su estrategia nacional de seguridad. De acuerdo con lo que ha adelantado la propia Presidenta de la República, dicha estrategia tendrá cuatro ejes. El primero de estos será la atención a las causas de la violencia, con lo que se seguirá trabajando con los jóvenes en el terreno educativo para impedir que se sumen a las actividades delictivas. Otra línea es la consolidación de la Guardia Nacional, que acaba de pasar al mando de la Secretaría de la defensa nacional a pesar de las críticas y señalamientos de los expertos y de los organismos de derechos humanos, nacionales e internacionales. Un punto más es la intensificación de las tareas de inteligencia e investigación. Y por supuesto, la estrategia contempla también la coordinación con los gobiernos estatales.
Por lo que puede verse en términos generales, en materia de seguridad el país seguirá por el camino ya andado. Introducirán, desde luego, algunas variantes que francamente no creo que puedan significar una notable diferencia, puesto que el enfoque central parece que seguirá siendo el mismo: abrazos no balazos, aunque seguramente con otra formulación del tema menos simplona y torpe.
La idea fundamental es atacar las causas sociales de la violencia: evitar que los jóvenes se unan a la delincuencia o sacarlos de estas actividades incrementando los apoyos directos, las becas, la oferta educativa y deportiva, así como rehaciendo el tejido familiar. Todo lo cual suena muy bien, pero no ha dado los resultados esperados.
¿Cuántos jóvenes que han sido “abrazados” por esta política desde el sexenio anterior han sido sacados de la delincuencia organizada en Guerrero, Sinaloa, Chiapas y el largo etcétera de estados donde la muerte, la extorsión y la violencia han sentado sus reales? ¿Qué resultados ha tenido la creación de la Guardia Nacional y su pertenencia de facto a la Secretaría de la Defensa?
El drama del país no se ha detenido, ni siquiera con “el mejor presidente” que hemos tenido. Así las cosas, la estrategia de seguridad que hoy anuncie Sheinbaum tendrá que ser extraordinaria. O los años que vienen sólo seguiremos descendiendo en el mismo infierno.
@ArielGonzlez FB: Ariel González Jiménez