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Victimización materna, violencia intrafamiliar y daño mental en los hijos

La violencia permea hacia la población más vulnerable: los niños(as). ¿Cuál es la o son las posibles causas que como un endemoniado andamiaje soportan este cáncer social?

por Dr Eugenio García Romero
13 agosto, 2020
en Editoriales
Victimización materna, violencia intrafamiliar y daño mental en los hijos

Foto: Especial

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Una de las más frecuentes fuentes de la agresión violen­ta contra las mujeres es la ejer­cida por el novio, esposo o con­cubino. Problema que alcan­za niveles de patología social, aunque en la actualidad, sólo se contempla como un “pro­blema privado, particular”. Lo cual cínicamente tiende a mi­nimizar la realidad en cuanto a la magnitud del problema, en el cual, la violencia permea ha­cia la población más vulnerable: los niños(as). ¿Cuál es la o son las posibles causas que como un endemoniado andamiaje sopor­tan este cáncer social?

Violencia doméstica.

Una de las definiciones más aceptadas sobre la violencia do­méstica es la que presenta L. Walker en su libro “The Batte­red Woman” (1999) “un patrón de conductas abusivas, que inclu­ye un amplio rango de maltrato fí­sico, sexual y/o psicológico y que es ejercido por una persona en contra de otra, en el contexto de una relación íntima, con el obje­to de ganar o mantener el abuso de poder, control y autoridad so­bre ella”.

Trastornos de personalidad.

En mi tesis doctoral, “Neuro­ciencia Jurídica en la Inimputabi­lidad Penal en situación de Tras­torno Mental Transitorio, Actio Li­bera in Causa y estado de Emoción Violenta: repercusiones jurídicas y foren­ses”, señalo que los trastornos de persona­lidad constituyen una de las principales psicopatologías manifiestas en los agre­sores a sum pareja, patologías que pueden ser transitorias y, lamentablemente, per­manentes. Al respecto, Sarasúa y sus co­laboradores en su libro “Perfil psicológico del maltratador de la mujer en el hogar”, señala que parece darse mayor prevalen­cia de personalidad antisocial, algún tipo de trastorno de la personalidad y depre­sión mayor, pero no tras psicopatologías, como lo señala Matud y sus colaboradores en su libro “Mujeres maltratadas por su pareja. Guía de tratamiento psicológico”.

El maltratador.

Varios investigadores describen las ca­racterísticas de personalidad del hombre violento como: “el hombre violento es una persona de valores tradicionales que ha internalizado profundamente un ideal de hombre como modelo incuestionable a se­guir”. Este investigador, a través de su vas­ta experiencia en la observación y estudio de estos agresores, señala que las actitudes violentas podrían explicarse mediante los postulados del aprendizaje social durante la infancia y la adolescencia.

Sentimientos de inferioridad.

Señalan que los hombres que son vio­lentos con sus parejas comparten ciertos rasgos de personalidad: frecuentemen­te presentan senti­mientos de inferioridad, por lo cual, an­te cualquier intento de independencia por parte de su pareja, lo asume como un cues­tionamiento a su autoridad que trata de controlar mediante las agresiones, que, a su vez, le hacen albergar un sentimiento altamente satisfactorio de poder, al per­cibir el miedo que infunde en su pareja, y que repite cada vez que se considera ame­nazado por su pareja.

El niño como testigo.

También se señala que el hecho que un niño atestigüe actos violentos, impactará profundamente en su formación. De tal forma que el niño naturalizará la violencia en su adultez como un medio para solu­cionar problemas, y la podrá utilizar con­tra la esposa o pareja, cuando considere que ella está desobedeciéndole o actuan­do de manera incorrecta y atente contra su condición de hombre, según el ideal de masculinidad que él mismo se ha creado.

Mecanismo compensatorio.

Al respecto, Michael Kaufman en su libro “Las 7 p de la violencia de los hom­bres”, señala que la violencia se convier­te en un mecanismo compensatorio, es la forma de restablecer el equilibrio mascu­lino, de firmarse a sí mismo y a otros las credenciales masculinas de uno.

Aprendizaje del niño.

Kaufman explica la violencia de los hombres contra las mujeres como pro­ducto de una tríada: la violencia de los hombres contra los propios hombres, contra sí mismos y contra las mujeres. El in­vestigador resalta la impor­tancia del aprendizaje del niño, aunque sin conceder­le un determinante totalita­rio en su formación, inser­to en una sociedad basada en estructuras patriarcales de autoridad, dominación y control que se permean a través de todos los ámbitos del desarrollo humano: so­ciales, económicos, políticos e ideológicos.

Modelo de indefensión aprendida.

  1. Seligman en su li­bro “Helplessness: On De­pression. Development and Death”, menciona que cuando un ser humano experimenta situaciones emocionales de al­to impacto negativas, las cua­les no puede evitar porque se percibe sin control sobre ellas, el miedo y la desolación que le producen se traducen en un es­tado de ánimo de abatimiento y ambigüedad, que proyecta­rá a través de tristeza y miedo a todo acontecimiento doloro­so y agresivo que suceda en su entorno.

Violencia doméstica.

Esta indefensión se traduce en violen­cia doméstica cuando la mujer recibe re­petidamente muestras de odio durante la agresión, para después verse “recompen­sada con muestras de arrepentimiento”. Esta incomprensible y estúpida falta de congruencia en el comportamiento del agresor, somete a su víctima en una ambi­güedad emocional que le lleva a autoper­cibirse como indefensa en esta situación.

Síndrome de Estocolmo doméstico.

Ante la propuesta teórica de Andrés Montero Gómez, establecida en su artí­culo “Síndrome de adaptación paradóji­ca a la violencia doméstica: una propues­ta teórica”, publicado en la revista Clíni­ca y Salud, vol. 12, número 1, del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, en el que se trata de explicar el vínculo paradójico que se crea entre la víctima de violencia doméstica y su victimario, de manera se­mejante al que se crea entre las víctimas de jun secuestro y sus captores, desde el momento en que se crea un lazo afecti­vo al defender las razones para la captu­ra; en el maltrato a la mujer, ésta asume las razones de su agresor para llevar a ca­bo su conducta violenta, aceptando sus periodos de arrepentimiento, generando de esta manera, la persistencia de los ci­clos de violencia.

Persuasión coercitiva.

  1. Escudero y sus colaboradores, en el artículo “La persuasión coercitiva, mode­lo explicativo del mantenimiento de las mujeres en una situación de violencia de género. I: Las estrategias de la violencia”, publicado en el volumen XXV, número 95 de la Revista Española de Neuropsiquia­tría, señalan que este modelo genera en el agresor una serie de estrategias de ma­nipulación emocional, como la coerciti­va con la finalidad de prolongar el con­trol sobre su víctima. Por su parte, Prisci­la Montañez Alvarado, en su tesis doctoral “Evaluación de un Tratamiento Psicológi­co para el Estrés Postraumático en Muje­res Víctimas de Violencia Doméstica en Ciudad Juárez”, cita que entre las tácticas de manipulación emocional y ambiental que utiliza el agresor, se encuentra el ais­lamiento, el control de la información, el debilitamiento psicofísico y sobre todo la activación emocional del miedo, la culpa y la ansiedad, con la aplicación de premios y castigos, se genera una dinámica de emo­ciones en las que el miedo genera paráli­sis de acción en la víctima, mientras que la culpa y la vergüenza llevan a la mujer a ocultarse y retraerse, generando con esto, la situación de aislamiento social que fa­vorece el mantenimiento de la violencia.

Modelo interactivo de la violencia doméstica.

  1. Stith y K. Rosen, en su libro “Estu­dio de la violencia domésti­ca”, citan que en este mode­lo se analizan las causas de la relación de la pareja violen­ta, mediante factores multi­causales que interactúan en­tre sí para explicar el origen de la violencia intrafamiliar. Los factores referidos son los elementos de vulnerabilidad del sujeto y la familia, el es­trés situacional, los recursos individuales, familiares y so­ciales para afrontar la situa­ción estresante de violencia y el contexto sociocultural en el que se manifiesta la agresión, todos ellos afec­tan la percepción y defini­ción de la violencia, que da­ría lugar a una serie de nor­mas en donde se aceptaría la manifestación de la vio­lencia y la subordinación de la mujer ante el hombre. Una vez que los actos vio­lentos resultan satisfacto­rios para los objetivos del agresor, su conducta se re­petirá constantemente.

Modelo predictivo de la violencia doméstica.

Las investigado­ras Stith y Rosen, en es­te modelo proponen el planteamiento que re­toma las bases de la teo­ría del aprendizaje social, acá la agresión proviene de una variable exógena, que consiste en el haber sido testigo de violencia marital durante la infancia, y cinco variables endógenas que consisten en el alto nivel de estrés y la insatisfacción en la relación de pareja, actitud de acep­tación o no de la violencia de pareja, nivel de igualdad en el rol sexual, nivel de alco­holismo y nivel de autoestima.

Resolución impositiva de los conflic­tos y hombres que ejercen malos tratos. – La relación que establecen los hombres que maltratan entre desigualdad y con­trol es tal que la una (desigualdad) no se explica sin el otro (control), de ahí el de­seo de controlar a la pareja, de vigilancia estrecha, etc.…, aunque pueda haber si­tuaciones de control no sustentadas en la desigualdad. Del mismo modo, también es clara su tendencia a aceptar la relación aseverativa entre masculinidad y violen­cia, lo que les lleva a justificar y legitimar la violencia como si fuera un derecho suyo.

Problemas incapacitantes.

Fernando Fernández-Llebrez, profe­sor de la Universidad de Granada, en su trabajo “Masculinidades y Violencia de Género ¿Por qué algunos hombres mal­tratan a sus parejas (mujeres)?menciona que realmente ambas cosas son inadmi­sibles, pero esa triste realidad lo que es­tá expresando es al mismo tiempo, o más bien por ello, una notoria incapacidad de estos hombres para resolver los conflictos con los que se encuentran y generan a tra­vés de la negociación, el acuerdo, el dialo­go, la empatía, Una incapacidad de la que Michael Kaufman nos habla cuando se­ñala que “si la capacidad de actuar en for­mas “poderosas” requiere de la construc­ción de una armadura personal y de una temerosa distancia respecto de otros; si el mundo del poder y los privilegios nos aparta del mundo de la crianza infantil y del sustento emocional, entonces esta­mos creando hombres cuya propia expe­riencia del poder está plagada de proble­mas incapacitantes”.

Reacción compensatoria.

Fernández Llebrez señala que de este modo, cuando se juntan el deseo de con­trol (y el miedo a perderlo), con la justifi­cación de la violencia (que estira hasta el final la relación asertiva entre masculini­dad y violencia) y la incapacidad (emocio­nal) para resolver conflictos de forma no impositiva (de lo que es un ejemplo la po­ca o nula tolerancia a la frustración) nos encontramos con una especie de reacción compensatoria donde, por desgracia, los malos tratos (psicológicos, sexuales y/o fí­sicos) cobran vida. Es cierto que resulta la­mentable e injusto que una carencia per­sonal (fracaso como hombre) tenga reper­cusiones sobre otros/as y más cuando no hay relación alguna entre lo que uno/a ha­ce y cómo se le responde. Pero que sea in­justo no invalida para señalar que es esto lo que, en bastantes ocasiones de los ma­los tratos masculinos hacia sus parejas, está ocurriendo.

 

Etiquetas: agresión violen­tacáncer socialMUJERESpatología social

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