Francisco Morales
El escultor Javier Marín llega con dos exposiciones a Roma, a decir suyo, como quien visita la casa de sus abuelos.
Es ahí, en la capital italiana, donde sus minuciosos estudios de la figura humana, realizados durante más de 40 años de carrera, encuentran su origen en la escultura clásica.
“Es una de las culturas de la que yo estoy hecho, que me conforman, que me hacen, que me dieron forma y le dan forma a lo que yo hago, entonces para mí es como ir a la casa de los abuelos”, celebra.
El próximo 2 de julio, Marín (Uruapan, 1962) inaugura una muestra doble, titulada Materiae, en el Palacio de las Exposiciones y las Termas de Diocleciano, dos recintos disímiles entre sí, pero cargados de historia.
La propuesta unificadora de ambas exhibiciones, que suman 45 obras, tiene que ver con la importancia que el escultor otorga a la materia básica de su proceso artístico.
“Mucho de mi trabajo se apoya en los procesos, y los procesos tienen que ver con las soluciones materiales, con la técnica, que si el molde de hule o el molde de esto otro, o el vaciado en resina o la lana, el tejido, que es algo que se vuelve importante casi en el discurso conceptual de algunas de las piezas”, explica.
Paradójicamente, la llegada de Marín a uno de los puntos focales de la escultura clásica en el mundo lo encuentra en un momento de experimentación total con nuevas tecnologías.
En entrevista en su estudio de la Ciudad de México, el artista charla rodeado de nuevas series de obras que siempre parten de una labor artesanal con las manos, desde el bocetado en papel hasta la manufactura tradicional de una escultura, pero que están mediadas por las nuevas herramientas digitales.
Éste es el caso, por ejemplo, de una serie que realizó al escanear en alta definición un gran número de sus piezas, para luego realizar collages o diseños con ellas que serían imposibles físicamente, con el fin de llevarlos a una impresión de calidad fotográfica.
En otros, Marín introduce sus bocetos o dibujos a un programa de inteligencia artificial y deja que la computadora proponga una manera de darles volumen, en un proceso similar al que el propio artista hace con sus diseños.
“Siempre me he apasionado por este tema del contacto físico con el trabajo, con la obra, pero está padrísimo que me está tocando ser la generación de transición que conoció esto, pero ahora con el conocimiento de las nuevas posibilidades”, reflexiona.
No obstante, aun cuando se encuentra entusiasmado por las nuevas herramientas tecnológicas, que lo han llevado a revolucionar su práctica, no deja de ver con cierto recelo el avance vertiginoso de la inteligencia artificial.
“Creo que son herramientas, pero sí creo que ni siquiera imaginamos dónde va a parar esto. Creo que estamos viendo la puntita del iceberg. Tengo que ser fatalista en este tema y, ahorita que es una cuestión tan nueva, sorprende y te deja medio ver a dónde va, pero no quiero pensar en 20 años, porque esto se supera cada minuto”, previene.
Las exploraciones de Marín con las nuevas tecnologías serán más evidentes en el Palacio de las Exposiciones, donde mostrará 39 obras en resina poliéster con materiales como amaranto, madera y tapiz tejido a mano, además de impresiones digitales y videos.
En ese palacio de finales del siglo 19, ubicado en el centro de Roma, el artista tomará las salas principales con una muestra que revela el rango completo de su trabajo reciente.
Para las Termas de Diocleciano, una imponente estructura del año 350 d. C., donde el emperador del mismo nombre mandó a construir sus baños termales, Marín colocará una obra que corresponde a la escala monumental del sitio.
Ahí, una columna de 8 metros de altura, realizada como una amalgama de obras diversas del artista, entre rostros y estudios anatómicos, dialoga con la colección de esculturas clásicas que se exhiben regularmente en el sitio histórico.
También, entre esculturas de bronce, se mostrarán las impresiones con los collages que Marín ha realizado con los escaneos digitales de sus obras.
Un diálogo especialmente entrañable de un artista apasionado por la escultura académica con los orígenes mismos de su práctica.
“Estoy hecho de eso. Como iberoamericanos que somos, tenemos una raíz enorme en Europa y una raíz enorme en América”, celebra.
Así, con esta visita a la casa de sus abuelos, con dos exposiciones que estarán abiertas hasta el 6 de octubre, Javier Marín planta un pie en la tradición, pero con la mira bien puesta en el futuro tecnológico de su práctica.