Una pregunta recorre México: ¿hasta dónde va a llegar la batalla constante del gobierno en contra de todo y de todos, o de casi todos?
Y tras ella hay otras interrogantes.
¿Hasta cuándo persistirá el presidente en alimentar la caldera de su poder con la leña de la diatriba, el insulto, la pendencia doméstica y hasta internacional? ¿No hay otra forma de gobernar?
Frente a esa pregunta hay actitudes inadmisibles. Casi vergonzosas o sin el casi, como esa exhibición de pobreza intelectual de los senadores de Morena contenida en un desplegado lambiscón similar al de los oportunistas gobernadores de ese mismo partido, cuyas obligaciones sectarias siempre están por encima de sus responsabilidades administrativas o de gobierno.
Son de vergüenza.
“El presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la nación, a la patria y al pueblo. Los opositores al presidente, por consiguiente, buscan detener los avances para darle al pueblo de México un futuro más digno.”
Mentira, el presidente no es la patria. Tampoco la Nación, mucho menos el pueblo. Es el jefe del Estado por mandato electoral y constitucional, pero (para desgracia de su vanidad y de sus lambiscones). No es el Estado. Eso nada más Luis XIV.
Pero junto a ese enanismo gozoso, los senadores se han sumado a la peor de las amenazas: quienes se oponen al gobierno son simplemente traidores a la patria. Nunca se había propalado con tanta ligereza una acusación de ese calibre, ni siquiera cuando Luis Echeverría fue lapidado en la Universidad Nacional.
Queda para los especialistas saber si estos apoyos excesivos fueron un intento comprensivo para compensar las malas semanas del presidente, cuya inestabilidad emocional ya es asunto evidente y preocupante, o simplemente una oportunidad para ascender internamente. Claudias Sheinbaum nos hace suponerlo así.
El presidente se ha visto en estos días recientes, desencajado, errático, nervioso; al borde del llanto se protegió en el sensiblero rincón de los recuerdos de cuando sus hijos se atemorizaban –niños entonces– por la vigilancia o los helicópteros encima de su casa. Pero nunca, nadie les tocó un pelo. Tampoco a él, excepto hace muchos años, cuando tuvo una leve descalabradura en el levantamiento de un bloqueo en los campos petroleros de Tabasco, en el y arranque de su infatigable camino a la silla presidencial,
¿Así se construye una república amorosa? Pregúnteselo a españoles o panameños.
Y en este ambiente de excesiva crispación, se abre, amplísimo, el frente de combate a los periodistas, incluso contra quienes, como la señora Aristegui, fueron sus aliados en la exhibición del peñismo.
Pero este pleito, de uno contra la sombra de sus obsesiones, porque la prensa no lo combate, nada más lo describe, se presenta en el peor momento: durante este gobierno ha asesinado casi a medio centenar de periodistas o informadores de distinto calibre, sin una investigación seria en la abrumadora mayoría de los casos. La impunidad imperante en todo un pésimo sistema de justicia y una catastrófica inseguridad, también se presenta en los casos relacionados con la libertad de expresión.
Por primera vez en el Poder Legislativo los reporteros le dan (literalmente) la espalda al partido mayoritario y los profesionales con brújula y sin molécula, acuden a una conferencia de prensa con la deliberada intención de anunciar su negativa a participar; lo cual ha sido la mejor y más digna participación jamás vista en el carrusel de falacias de cada mañana.
La preocupación ante los crímenes contra informadores –punto culminante de las descalificaciones y ataques presidenciales, aunque no tengan una causalidad directa, pero sí se cometen bajo ese clima nebuloso–, ha llegado a otros ámbitos.
Hasta el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar, le expresa su solidaridad al gremio; con lo cual se queda corto, pero al menos asoma la nariz, oculta tantas otras veces tras los cortinajes del Palacio Nacional.
Sin periodismo libre no hay democracia, ha dicho. Linda frase. Muy linda, pero nada más.
El gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, donde hace unos días asesinaron a Heber López en el municipio de Salina Cruz, y ante la escalada de violencia contra periodistas en todo el país, se reúne con un grupo de reporteros y editores de Oaxaca para atender sus demandas.
Murat les ofrece promover reformas a las leyes federales y el Código de Procedimientos Penales del país “para que, deje de protegerse más a los delincuentes que a las víctimas”.
“La libertad de expresión es prioridad en mi gobierno, y este derecho humano sólo es viable cuando se puede garantizar la seguridad de las y los periodistas, así como de sus familias”. Bueno.
Pero más allá de las actitudes políticas algo queda muy en claro: la agudización de esta tirria presidencial contra los medios, provino de las revelaciones sobre los conflictos de interés de su hijo, con la inevitable –e irremediable–, consecuencia para su gobierno, su propaganda y su persona.
Sin embargo, y en el colmo de los errores, se quiso disimular la relación de Joserra LB con una compañía extranjera, y para cubrirlo se exhibieron los tratos con los hijos del dueño del Grupo Vidanta, el cual ahora está en la mira de todos los medios.
En vez de curarle el dedo, se lo amputaron.
Al señor Chávez, al honorario señor Chávez, le va a llover. Esta es una muestra:
“(Reforma).- Grupo Vidanta, consorcio turístico fundado por Daniel Chávez Morán, amigo y asesor del Presidente Andrés Manuel López Obrador, recibió en 2019 y 2020 la ampliación hasta por 15 años de tres concesiones para ocupar playas en Nayarit, Jalisco y Guerrero.
“Además, obtuvo dos nuevas concesiones en Acapulco y en Puerto Vallarta, según documentos consultados por “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI)”.
“El mismo año en que el Gobierno de AMLO otorgó las concesiones, su hijo, José Ramón López Beltrán, obtuvo visa de trabajo en Estados Unidos por gestión de una empresa en Houston de los hijos del fundador de Vidanta.
“La mayor concesión que fue refrendada está ubicada en Bahía de Banderas, Nayarit, sede del bastión de grupo Vidanta, y abarca 84 mil 447 metros cuadrados de playa…”
¿Aquí tampoco hay un conflicto de interés?
No, hay puro interés.