En el otoño de 2019; Lapicero Rojo, editorial tijuanense, publicó la novela:” Claro de luna en la hacienda”, del autor, licenciado en derecho y ciencias sociales, Notario público, Magistrado en retiro de TSJS, docente, Salvador Echeagaray Picos, originario de San Javier, población bañada por el Río Piaxtla, ubicado en el Mpio. de San Ignacio del Sur del Estado de Sinaloa. La narrativa sinaloense tiene obras y autores que la dotan de fisonomía propia; la funden en la historia y devenir de la mexicana: Gilberto Owen, Inés Arredondo, Ramón Rubín, Cesar López Cuadras, Damaso Murua, Javier Valdez, Elmer Mendoza, Leónidas Alfaro, Juan Salvador Avilés, Jaime Irizar, por solo citar algunos de los nombres, de creadores del movimiento novelísticos en el Estado de los Once Ríos, que emerge para contar lo que pasó; lo que está pasando y posiblemente pasara.
Sus temáticas recurrentes son la lucha por sobrevivir diaria; las leyendas que recorren las montañas, los valles, las costas; las violencias que vive en realidades o formas de comunicación, que se guardan en los rincones de la memoria o en el dolor profundo; recuerdos individuales que se convierten en comunitarios contado, escritos, con fantasía, sabor tropical, amor y desamor, alegría y tragedia; en los tiempos actuales predomina el narcotráfico y su órbita.
“La novela y el ensayo nacieron a la par de un nuevo lector, el hombre ordinario, al que había hablar como él…” Massimo Rizzante
La obra de Echeagaray Picos, con una portada esplendida de Rafael Sánchez de Icaza, se desarrolla en La hacienda de Los Tule; y parece ser una Fe literaria- publica, de una historia sinaloense que agrupa a otras, que necesitaban expresarse en torno a la sonata de Federico Chopin, que las dota de vitalidad sonora: El autor en la introducción escribe: “ De acuerdo a la tradición oral divulgada, se conocen seductoras historias surgidas en las prosperas fincas agrícolas y ganaderas que existieron en la provincia mexicana. En estos núcleos de dominios económicos y servidumbre humana se protagonizaron episodios de amores imposibles. Estas relaciones habidas entre hijas de hacendados y capataces, e incluso con personas del mismo sexo y distinta jerarquía, terminaron trágicamente. La narrativa sobre dichos sucesos nos revela que esas manifestaciones, con atisbos de pasión y la expresión del drama y romanticismo de la época, significaron un referente literario de lo que tanto las mujeres como los varones, sin importar la índole de su condición social, enfrentaron y pretendieron hacer realidad dentro de un ámbito de extremo machismo y de sojuzgamiento a las rígidas normas morales impuestas en la diaria convivencia de aquellas antiguas haciendas.” 1.- Señales certeras para transcurrir la lectura de sus páginas.
Construida con paciencia, oficio, observación, oído, experiencia, escapa a la tendencia del “narco” como temática, para retomar la vida de las comunidades y sus habitantes que se “adornan con las primeras lluvias veraniegas y son abrazados por enredaderas con florecillas que nos regalan delicados aromas del trópico.” Su autor pertenece a una generación emergente de voces, que, desde diferentes profesiones y tareas, cuentan, imaginan, recuperan la atmosfera literaria del lenguaje colectivo, conservado en los viejos como: “Bernardo, el habitante de la Casona (que fue parada) obligatoria para los personajes que bajaban de la sierra a la cabecera municipal y de este lugar, continuaba su viaje hasta la estación ferroviaria ubicada en el poblado de Dimas, en las costas de San Ignacio”.
Mi participación en el Periódico Cultural de Mocorito, “La Voz del Norte”, editado por Anjor/ Centro Doctor José Ley Domínguez, me permitió ser testigo de los múltiples esfuerzos que realizan los narradores sinaloense nacidos o radicados, para editar su trabajo; existe una exuberante atmosfera creativa y un panorama difícil para editarla; contadas – valiosas- editoriales junto a ediciones de autor, son los horizontes de las publicaciones locales; a pesar… los trabajadores de las letras, vencen obstáculos y siguen su destino; como Echeagaray Picos que abre a los lectores las puertas de sentimientos humanos que no deben perderse. El Premio Princesa de Asturias de las Letras, Richard Ford, dice a propósito de la tarea del novelista:” Los novelistas redefinen el mundo para los lectores de una manera que uno jamás hubiera imaginado.” esa es una de las propuestas de “Claro de luna en la hacienda”: recuperar los que no merece caer en los brazos del olvido.
La segunda década del tercer milenio, me llevo a largas estadías en Culiacán y la Región del Évora, por lo tanto, existió el espacio ideal para disfrutar y adentrarse en la narración, descripción, dialogo, autores, de la Novela Sinaloense. Creo que obras, creadores, y recreadores, constituyen una frondosa expresión literaria que necesita llegar a más lectores; establecer una mayor cantidad de vasos comunicantes entre emisores, libro, receptores, lectura; dejar un rato a un lado, la cofradía, el instinto de “Lobo Estepario”; colgar en el ropero el título de “iluminado, incomprendido”, y salir a la calle, a los foros, a las instituciones, a contar de la vida, a pelear página a página la edición y difusión de las novelas. Juan Rulfo compartió ideas: “Uno de los principios de la creación literaria es la invención, somos mentirosos; todo escritor que crea es un mentiroso, la literatura es una mentira, pero de esa mentira sale una recreación de la realidad:; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación” y añade “Ahora, hay otro elemento, otra cosa muy importante también que es el querer contar algo sobre ciertos temas, sabemos que no existen más que tres temas básicos: El amor, la vida y la muerte. No hay más temas, así que para captar su desarrollo normal, hay que saber como tratarlos, qué forma darles, no repetir lo que han dicho otros”.
La vigencia de los relatos que conforman la estructura principal de la obra narrativa aportan- algunos de los elementos que describe Rulfo-, que se desarrollan en el “melancólico caserío que solo representa, un entreverado relato de tragedias amorosas, consentidas por personajes que ahí nacieron y murieron y que son contadas trivialmente, por caminante o jinetes ocasionales con buena memoria en las cantinas de los pueblos de la región, quienes van y vienen utilizando las veredas que todavía existen en la vieja hacienda que se conservan, sobre todo, por el transito del ganado vago, que pastorea por sus montes.”. Localizados temporalmente en el periodo postrevolucionario, las historias sobre “El Españolito” torero y, don Santiago del Olmo, hacendado, vuelan en una espiral de evocación, conformando una unidad donde convergen personajes y situaciones sociales, con triunfos y sinsabores individuales que se vuelven episodios colectivos, que se manifiestan en la Novela Sinaloense, parte importante de lo que identifico como la novela de las “Costas del Golfo de California”; Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Nayarit.
“Claro de luna en la hacienda” de Salvador Echeagaray Picos, es uno de sus eslabones del siglo XXI, producto de un oficio que, por medio de la palabra, trasmite emociones, sueños, ambientes, climas, relaciones, esperanzas, vida y muerte, como lo hace la novela contemporánea sinaloense.