Pues sí, ya nos podemos ir imaginando desde ahorita al secretario de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, informándonos al mediodía del domingo 27 de noviembre que, en la marcha convocada por López Obrador, participaron ¡millón y medio de personas!
Esencia pura la del presidente a lo largo de estos años: Me pegas-Te la regreso, Me criticas-Te descalifico, Me cuestionas-Te respondo, Me desafías-Te suelto un manotazo, Marchan contra mí-Marcho contra ustedes…
La convocatoria del tabasqueño a SU Marcha –luego de la apabullante marcha ciudadana en defensa de la democracia y en apoyo al INE del pasado domingo- recuerda la reacción que tuvo Andrés Manuel hace cuatro años, todavía como presidente electo, cuando enfrentó la reacción de los empresarios por la cancelación del Aeropuerto de Texcoco.
¿Lo recuerdan? Criticado, confrontado, desafiado incluso por grupos poderosos, AMLO respondió entonces con una advertencia y un manotazo a través de símbolos en un video mensaje.
“A pesar del escándalo, de los ataques, de la campaña por quienes se sienten afectados…, no pudieron generar inestabilidad”, se regocijó.
A su lado, sobre una mesilla, López Obrador tenía en lo alto un libro –al que miraba de tanto en tanto mientras hablaba- del expresidente español Felipe González, bajo el título: ¿Quién manda aquí?
Esa reacción del presidente hace cuatro años contra los poderes fácticos, no dista mucho de la actitud asumida esta vez contra los convocantes y participantes en la marcha ciudadana (organizaciones civiles, empresarios, intelectuales, partidos de oposición, iglesia, medios).
Con agravantes, además (vis a vis lo sucedido con la cancelación del aeropuerto), desde la perspectiva presidencial: No sólo se está cuestionando su reforma electoral tachándola de antidemocrática (y a él de paso), sino que le tomaron las calles. ¡Su territorio!
Cierto que no ha habido nadie como él para convocar al pueblo y serpentear hasta llenar el zócalo una y otra vez. Pero el sólo hecho de que en esta ocasión miles y miles de clasemedieros colmaran el Paseo de la Reforma, eso sí que debe haberle dolido a López Obrador.
Y su reacción inmediata fue la de un presidente agraviado. Luego, intentó darle la vuelta para ganar la mano: habló de un Plan B. Al ver que no era suficiente, lanzó su desafío: Una marcha…, ¡nuestra marcha!
Sólo que su marcha ya no tendrá el mérito de las anteriores. Ni aunque triplique la asistencia. Pues, no es lo mismo llamar a una marcha desde la oposición, que convocar desde el poder.
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GEMAS: Uno de los últimos presidentes mexicanos en encabezar una marcha durante su gobierno fue Francisco I Madero, el 9 de febrero de 1913 –la “Marcha de la Lealtad”-, contra el cuartelazo encabezado por el general Bernardo Reyes y Félix Díaz, con que dio inicio la Decena Trágica.
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