“…Sumado a ello el delito (violación sexual) no sólo se configura al imponer la cópula por la fuerza física sino también violencia moral, la parte ofendida accede o no opone resistencia al acto sexual bajo el efecto de graves amenazas…”
Lo anterior forma parte del largo ensayo llamado “Sexualidad, derecho y política pública”, escrito en el año 1998 por… Andrés Roemer, quien hoy vive escondido y temeroso tras los tablones de su casa, bajo una lluvia de acusaciones por delitos sexuales.
El mismo tema del libro, la asociación entre la conducta sexual y la vida pública reglamentada, obligan a pensar en una idea recurrente en el pensamiento de este hombre quien orientó su trabajo bajo una presencia constante (llamarla obsesión sería quizá demasiado): la sexualidad como asunto de interés personal. Para ejercerla o para analizarla social y jurídicamente.
Del libro, académicamente, tiene escasas aportaciones. Es más un ejercicio comparativo entre códigos estatales, cuya pretensión es amplia y queda del todo insatisfecha a lo largo de 230 páginas: la conducta sexual, desde el ángulo punitivo, para la disuasión y prevención “en cada uno de los temas correspondientes”.
El libro era hasta hace un mes, un texto especializado con pretensiones académicas, con un prólogo cortés de Olga Sánchez Cordero, la actual secretaria de Gobernación quien dice del autor: “el atento lector podrá comprobar la sólida estructura y fino análisis que es una característica constante en los trabajos del doctor Roemer…” Hoy es una paradoja.
A la luz de los hechos recientes esto suena discordante, como quien toca una guitarra desafinada:
“…cuando el derecho y la política pública portan en sus principios y axiomas el consenso moral de la gran mayoría de los ciudadanos (como en el caso de las regulaciones que prohíben el homicidio doloso), los individuos no tienen la “necesidad” de conocer la legislación explícita pertinente para cumplir con lo establecido por la norma; sólo se debe seguir lo dictado por la ”conciencia”, o en su caso por la cultura y las costumbres, preponderante de cada individuo y del momento para comportarse de manera pertinente…·
–¿Y cual es la manera “impertinente”?
El libro está salpicado de comentarios elogiosos. Uno de ellos se debe a la inspirada pluma de otro empleado de Televisión Azteca, el actual embajador mexicano en Washington; el señor Esteban Moctezuma, quien deja caer estas lindas líneas en la contraportada del volumen editado por Miguel Ángel Porrúa:
“…Con la seriedad y profundidad de las obras anteriores de Andrés Roemer, “Sexualidad, derecho y política pública”, al comparar modificaciones nacionales e internacionales, captura lagunas, anacronismos, inconsistencias y genealogías de la regulación sexual en nuestro país. La obra invita a reflexionar y profundizar en el tema. Al hacedor de política pública lo compromete a actuar decididamente en pro de regulaciones más informadas y justas para la armonía social…”
La obra tiene 17 capítulos y en ellos se analizan visiones jurídicas sobre diversas conductas, como por ejemplo la zoofilia, el bestialismo la fornicación, el incesto, la prostitución, la sodomía, la violación y el asalto sexual; la bigamia, el adulterio, el exhibicionismo y las comunicaciones obscenas.
En cuanto al tema de actualidad, Roemer dice:
“…El delito de violación generalmente ha quedado solo como posibilidad de ser cometido por los hombres –dada la conformación de sus órganos sexuales aptos para conseguir la penetración–, que de ser así siempre serán considerados los sujetos activos en el delito de violación. La mujer puede ser partícipe como cooperadora o inductora.”
Y para concluir, la sopa y el chocolate:
“…la regulación debe, de modo prioritario, conllevar el sentido de justicia, la sanción. Debe ser proporcional daño ocasionado y debe tratar a los iguales por igual. La sanción. Debe lograr disuadir a las personas involucradas de prevenir que otros no involucrados, realicen una actividad similar.
“Por último, la regulación debe de prever que la norma proteja la libertad, el derecho de acción, la voluntad individual y las preferencias valorativas de seres con plena capacidad de discernir y de actuar.”
LUNA
Pues sí, Leonel Luna propició su propia muerte. ¡Salud!