Muchos han expresado inquietud por el discurso pronunciado por el señor secretario de la Defensa Nacional, el general Cresencio Sandoval en la conmemoración del aniversario del movimiento revolucionario mexicano del siglo pasado. No deberìan sentirse inquietos.
Deberían sentirse seguros porque las palabras militares dejan muy en claro el sentido del cambio: las Fuerzas Armadas no han tomado el control del país; el gobierno ha tomado –no el Estado–, el control de las Fuerzas Armadas. Por eso las ha utilizado para todo propósito, pero fundamentalmente para uno: garantizar la prolongación de un plan personal de política.
Eso y no otra cosa es la Cuarta Transformación. La tantas veces invocada metamorfosis, no es una ingente necesidad nacional, es una fórmula -al principio retórica– mediante la cual un hombre quiere pasar a la historia y para ello requiere el respaldo (y la gratitud) de las Fuerzas Armadas a quienes se les han dejado enormes proyectos en su beneficio, como el nuevo aeropuerto o la admnisitraciòn del Canal Interoceánico, entre otras muchas cosas.
Estas palabras no requieren interpretación:
“En estos tres años usted ha depositado su confianza en las Fuerzas Armadas y en la Guardia Nacional para la seguridad, el progreso de México y el bienestar del pueblo.
“Para nosotros es un timbre de orgullo poder contribuir a la transformación que se está viviendo. Las bases están sentadas y se avanza con paso firme en el proyecto de nación que usted ha impulsado desde el inicio de su gobierno…”
Como se ve la institucionalidad hacia el Estado; es decir, la funcionalidad sin matices de proyecto o partido, ha sido sustituida por la fidelidad a “un proyecto de nación”; lo cual nos deja una extraña sensación de país en construcción.
¿Después de todas nuestras revoluciones y de más de 200 años de vida independiente, todavía somos un proyecto?
El Estado, precisamente significa lo contrario, lo alejado del proyecto. Lo nacional establecido, inamovible; soberano, libre, independiente, con instituciones funcionales más allá de los vaivenes políticos o decisiones electorales.
Estas palabras no inquietan; confirman.
“…las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional vemos en la transformación que actualmente vive nuestro país, el mismo propósito de las tres primeras transformaciones: el bien de la patria.
“Se enfoca en desterrar la corrupción, procurar el bienestar del pueblo, el progreso con justicia, la igualdad, el crecimiento económico, educación, salud y seguridad, entre otros rubros.
“Como mexicanos es necesario estar unidos en el proyecto de nación que está en marcha, porque lejos de las diferencias de pensamiento que pudieran existir nos une la historia, el amor por la tierra que nos vio nacer y la convicción de que sólo trabajando en un mismo objetivo podremos hacer la realidad de México, esta realidad que cada día sea más prometedora”.
Lo anterior quiere decir solamente una cosa: no puede haber amor por la patria en la disidencia de este proyecto presidencial. Pensar de otra manera es ser un mal mexicano.
“…sólo trabajando en un mismo objetivo podremos hacer realidad de México…” Sí, pero no se debe confundir objetivo con procedimiento.
La unidad nacional, no significa la uniformidad del pensamiento ni tampoco la aceptación ciega de una forma de gobierno o un dogma de “regeneración” como resulta de la oferta actual. Si eso fuera así entonces nada tendría sentido, ni el pensamiento ni la crítica, ni la política misma.
“…porque los esfuerzos que realice su gobierno tienen origen en las necesidades legítimas de la mayoría de los mexicanos. Así, pues, a punto de iniciar la segunda mitad de la administración y en el marco del 111 aniversario de la Revolución mexicana, los soldados, marinos y guardias nacionales le refrendamos nuestra lealtad y compromiso de seguir trabajando en los proyectos que se nos han encomendado con honestidad, integridad, disciplina y profesionalismo”.
Dentro de poco hasta la avenida cambiará de nombre: Ejército Nacional se llamará “Ejército Gubernamental”.