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Un balón que besó la escuadra

Juego Profundo

por Salvador González
10 abril, 2025
en Editoriales
Un nuevo vuelo en el fútbol queretano
59
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Hay momentos en el fútbol que van más allá de la competición. Instantes que son pura poesía, una sinfonía donde la física y la emoción se entrelazan, un golpe de belleza tan perfecto que nos hace olvidar todo lo demás. El gol que entra por el ángulo, por la escuadra, es uno de esos momentos en los que la realidad se desvanece y el tiempo parece detenerse, congelado en una fracción de segundo que se convierte en eternidad.

Imagina la escena: el balón avanza a gran velocidad, casi desafiante, ante la mirada expectante de miles de ojos. El portero, en su intento por atrapar el esférico, se estira como si fuera una imagen ralentizada de un sueño. Sus manos, extendidas hacia la nada, parecen entender que lo que está por suceder es inevitable. Y entonces, el impacto. Un golpe limpio, casi silencioso, y el balón, en un acto de pura magia, se cuela en el rincón más inaccesible de la portería. La escuadra. Ese agujero de realidad donde solo los elegidos logran colocar la pelota.

Ese gol no es solo un gol. Es un poema visual que se escribe sobre el césped. La trayectoria del balón, su vuelo calculado por la física, es una lección sobre lo que parece inalcanzable. Es una esfera de cuero llena de aire y sueños, que no solo obedece las leyes de la física, sino que también se convierte en el reflejo de los años de entrenamiento, del talento y, quizás, de la dosis justa de suerte que solo los grandes jugadores saben aprovechar. Porque para llegar hasta ahí, donde el balón besa la escuadra, no basta con la destreza; hace falta algo más: un toque de genialidad que solo unos pocos logran descifrar.

Ese gol, que parece salir de una jugada común, se eleva al reino de lo sublime. Nos recuerda que, en el fútbol como en la poesía, la belleza no está en la perfección técnica ni en la complejidad de la jugada, sino en cómo esa perfección se fusiona con lo inesperado, con lo efímero. Ese golpe de balón, a veces ejecutado por un genio, otras por la pura fortuna, nos hace creer que lo imposible está al alcance de la mano.

Esos goles, los que tocan lo imposible, los que parecen nacidos del viento, son un pincelazo más de los que nos hacen amar este deporte. Porque no se trata solo de ver el balón entrar en la portería, sino de vivir ese instante como si estuviéramos observando una obra maestra en un museo, un segundo que queda grabado en nuestra memoria. Es la magia de lo que ocurre cuando la precisión, la pasión y el destino se encuentran. El gol en el ángulo no es solo un tanto, es un acto de belleza, de poesía, de sublime perfección. Cada vez que un balón entra a la portería rozando la escuadra, el fútbol se convierte en una conversación silenciosa entre el jugador y el destino

Y en ese momento, el fútbol deja de ser solo un juego para convertirse en un lenguaje universal, uno que todos entendemos sin necesidad de palabras, donde podemos ver y sentir que la belleza existe, incluso en la esfera más pequeña y lejana. Así lo entendió Declan Rice, quien, sin haber marcado nunca un gol de tiro libre, dibujo dos disparos perfectos en la Champions League y añadió una nueva estrofa a la poesía que solo se escribe en las noches mágicas.

En uno de esos goles, el que se incrusto en el ángulo superior izquierdo del portero, con ese gol, Rice transformó su silencio goleador en una obra maestra, demostrando que la belleza, llega cuando menos se espera. En cada gol de Rice, hay un fragmento de tiempo que se detiene, una eternidad que solo los que aman este juego pueden entender donde la escuadra no es solo un rincón del arco; es un lugar donde los sueños de los jugadores encuentran su lugar en la historia del juego. Sublime.

Etiquetas: arsenalchampionsRice

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