Desde su independencia en 1991, Ucrania ha querido imitar a otras repúblicas como Lituania, Letonia y Estonia, y al igual que otros países antiguamente en la esfera de influencia soviética como Polonia, Hungría, República Checa y Rumania, adherirse a la OTAN.
Esto, para Rusia, actualmente en proceso de reposicionarse como potencia militar es inadmisible, por considerar que es una amenaza para su integridad y posibilidades de defensa el permitir bases aliadas en sus fronteras, y esa es la razón por la que ha incrementado la presencia de tropas en las fronteras Ucranianas, que es una señal ominosa, sobre todo por la reciente invasión y adhesión a su territorio de la península de Crimea en perjuicio de Ucrania a quien pertenecía.
En respuesta a esta movilización rusa, los aliados de la OTAN han manifestado que no permitirán una invasión y amenazan con sanciones mayores a Rusia, a la vez que efectúan maniobras militares en el Báltico y Mar Negro.
Hasta ahí, a grandes rasgos, el panorama militar y bélico aparentemente regional, pero que en las condiciones de hoy tiene repercusiones mundiales y denota la resurrección de la guerra fría, aunque ahora existen más canales para llevarla a cabo. En la búsqueda de soluciones diplomáticas al conflicto, se han cruzado comunicaciones que lo vuelven global, ya que Rusia amenaza con instalar proyectiles en América, en países afines como Venezuela, Cuba y Nicaragua.
En concreto, ambas potencias, Rusia y EEUU intercambian condiciones por la vía diplomática, mientras toman acciones militares y reagrupan sus fuerzas. No es trivial la situación pues en cierta forma se revive la crisis de los misiles en Cuba en los años sesenta y las dos potencias se han vuelto a desafiar mirándose a los ojos para ver quién es el primero en parpadear. Aquella crisis se resolvió intercambiando la no instalación de misiles en Cuba por el desmantelamiento de bases similares en Turquía.
Carl Von Clausewitz, un militar e historiador prusiano fue quien dijo que la guerra es la continuación de la política por otros medios, y ha habido quien por extensión ha enunciado que a la inversa, la política es la continuación de la guerra por otros medios y esta última frase cobra actualidad en el conflicto ucraniano.
Para Vladimir Putin, actual dirigente y dictador soviético, ex agente de la KGB, formado en el ambiente de confrontación con occidente, la guerra no ha terminado y en su ya prolongada gestión, no solo ha reforzado la capacidad bélica, sino también la científica, y ha demostrado que actualmente la guerra tiene otros frentes, menos cruentos y sangrientos pero efectivos. La aplicación del aparato de inteligencia soviético le ha permitido detectar las debilidades del sistema democrático occidental y ha utilizado los recursos del ciberespacio para dividir a las sociedades occidentales.
Se ha demostrado la intervención rusa en redes sociales, para propiciar el brexit en Inglaterra, así como intervino igualmente en la elección estadounidense para impedir la elección de Hilary Clinton y alentar la retórica divisionista y radical de los partidarios de Donald Trump, como se aprovecha también de la necesidad alemana del gas ruso para limitar su actuación en el marco de la movilización de la OTAN y dividir el bloque europeo.
El ajedrez soviético ha puesto en jaque a la civilización occidental que debe ahora considerar si ataca o hace un enroque. Es deseable que esto culmine en la misma forma que la crisis de los misiles cediendo ambas partes y que los canales diplomáticos resuelvan lo que no deberían hacer los fusiles, o los misiles para ser más contemporáneos.
Lo cierto es que la política de Putin ha resultado efectiva y cualquiera que sea el desenlace del conflicto ucraniano, el mundo occidental, democrático, seguirá siendo rehén de sus libertades y la estrategia rusa tiende a edificar otra cortina de hierro entre Europa occidental y los países que otrora formaron la URSS.
Atrás quedó el modelo de importación del socialismo de la post guerra que penetraba en las universidades y alentaba el adoctrinamiento y la lucha de clases. Hoy la guerra es en el ciberespacio, en la utilización de redes sociales para exacerbar las diferencias y debilitar el sistema democrático y sus regímenes. Los gobiernos occidentales, sin unidad en su población, luchan por mantener la unidad interna para enfrentar esta amenaza, mientras los regímenes totalitarios incrementan su poderío e imponen condiciones.
Los países latinoamericanos son peones en este ajedrez geopolítico que se está jugando, pero habrán de resentir los efectos de las disputas. Los precios de hidrocarburos se han disparado, los comodities en el mercado de futuros de Chicago tienen alzas considerables y las exportaciones e importaciones de trigo, maíz y otros primarios se verán afectados. La inflación amenaza con crecer más y la recuperación de las economías, especialmente la de México se verá severamente afectada si conflictos como el ucraniano retrasan la recuperación económica de nuestro principal socio comercial.
El gobierno de EEUU tiene una tormenta en ciernes por el conflicto ucraniano y por la incertidumbre sobre la actitud de China. Para este último, lo que suceda en Ucrania sentará un precedente para su conflicto con Taiwán, a quien ha amenazado con invadir, a lo que Estados Unidos se opone. La tormenta que afecta al vecino nos debe obligar a sacar el paraguas, sin embargo, el gobierno mexicano parece no enterarse de las afectaciones que vendrán.