¿Qué pasará en Ucrania una vez que termine la guerra? Hay diversos tipos de escenarios para después de la intervención rusa en Ucrania, que van desde lo militar, hasta lo económico, lo político y lo social.
En primer lugar, es difícil hablar del fin de la guerra cuando lo que se prevé es un conflicto militar largo, sobre todo en el Donbás y en el Sur de Ucrania, desde Mariúpol hasta Odesa. Son los territorios de mayor interés para Rusia, que le aseguran recuperar lo perdido por las sanciones impuestas por los países occidentales y que serán las nuevas fronteras que reclama Rusia en las negociaciones. Los grandes recursos minerales y fabriles de las dos repúblicas separatistas, por un lado, y el acceso al mar de Azov y al Mar Negro, por el otro, son territorios estratégicos básicos para la seguridad de Moscú. Ahí concentrará el poderío militar terrestre. Con esto resuelto, el Mar de Azov se convertirá, de hecho, en un mar interior de Rusia y el Mar negro estaría vetado para que Ucrania pueda exportar algo por barco.
En lo económico, el comercio internacional se verá afectado enormemente por la desconfianza. El bloqueo de los productos rusos desviará el comercio hacia los países aliados de Asia central y el extremo oriente, principalmente China e India. La guerra del gas y el petróleo, así como el pago en rublos seguirá azotando a Europa porque la escasez provocará un alza generalizada de precios. Vendrán olas de nacionalizaciones y expropiaciones que enturbiarán aún más los logros alcanzados de cooperación de Rusia con Europa que garantizaban la seguridad de ambas regiones. Ese era el proyecto inteligente de la Ostpolitik de Angela Merkel, de Willy Brandt y Gerhard Schroeder, comprometer a Rusia ampliamente en Europa a través de los intercambios económicos. A mayor economía compartida, menos amenaza militar unilateral. Esa garantía se perdió. Scholz no quedará impoluto, le pedirán cuentas.
Ahora, con el cierre del espacio aéreo de Europa para Rusia y de Rusia para Europa, el costo de los vuelos será mayor, la inflación pegará a todos de distinta forma, pero tendrá efectos devastadores para todas las economías. Los cuellos de botella originados por la pandemia, se ampliarán por la guerra, produciendo efectos inflacionarios adicionales.
El dólar sufrirá como moneda de reserva y de referencia mundial. Es el principio del fin del sistema de Bretton Woods. Ahora tendrá un papel muy importante el oro, para asegurar la convertibilidad y suplir la desconfianza en el dólar como reserva. Los derechos generales de giro, ampliarán la canasta de monedas de su composición y tendrán cada vez más relevancia las cripto-monedas. Las sanciones impuestas a las reservas rusas (y a otros países sancionados, como Venezuela, Irán, Libia etc.), significan un mensaje ominoso para otros países, lo que destruye la confianza en conservar dólares en las reservas que, por decisión unilateral de Estados Unidos, pueden esfumarse rápidamente.
En lo político, cada país va a experimentar juicios de valor acerca de sus líderes. Lo más obvio, en Francia hay elecciones ahora en abril. Macron no las tiene todas consigo. La derechista Marine Le Pen, afín a Rusia, puede dar la sorpresa. Las primarias son el 10 de abril y la segunda vuelta el 24 del mismo mes. Se prevé una segunda vuelta muy reñida.
En Ucrania, una vez que se conozcan las graves pérdidas sufridas, pasarán del odio a los rusos a preguntarse: ¿Pudo haberse evitado esto? En este momento Zelensky no tendrá todo a su favor, si al final renunció a pertenecer a la OTAN y cedió en la independencia de las repúblicas del Donbás ¿Por qué no lo hizo antes de que destruyeran Ucrania? ¿Fue irresponsable? ¿Se dejó manipular por Estados Unidos? Muchas preguntas y pocas respuestas, que generarán descontentos y cambios.
Lo mismo puede suceder en Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Polonia y Rusia. No son entidades monolíticas, existen intereses muy diversos y afectaciones dispares de los efectos de las decisiones de sus líderes. Se ha intentado una propaganda unificadora contra Rusia, cargar las culpas a Putin, pero los ciudadanos no son tontos, tarde o temprano se darán cuenta que no les alcanza el dinero y los estragos de la inflación pegarán en el ánimo político y en los procesos electorales. Una Alemania sin gas o una Europa con gas más caro y con escasez de trigo y alimentos, no se quedarán estáticas, habrá consecuencias políticas inevitables. Contra el hambre de la gente no se pueden detener las revoluciones.
La rusofobia ha llegado a niveles absurdos, pero ésta hará más difícil volver a la normalidad, llegar a acuerdos que permitan convivir en paz. Rusia no desaparecerá del mapa. Se tendrán que encontrar nuevas formas de convivencia pacífica, ya que las que había retrocedieron a niveles inimaginables. Las sociedades europeas, occidentales y orientales deben esforzarse por encontrar una paz duradera, no podemos vivir al filo de la navaja atómica, se deberán dar cambios profundos en todos los órdenes, comenzando con la ONU. Una vez más es sobrepasada, urge un replanteamiento profundo de las instituciones. Esperamos nuevos signos de paz.