La primera parte del título, está destinado a no ser la parte principal del problema, es el sujeto, más no el objeto de la confrontación, antaño ideológica, hoy fincada en la dominación, o en la fijación de un líder en el que anida más un deseo de venganza, de revanchismo, que de reposicionamiento, y en eso se ve más cercano a Corea del Norte e Irán, que de China.
En el ajedrez geopolítico, Rusia no está dispuesto a que la bipolaridad se desplace del oriente de Europa al Pacífico Occidental. Económica y militarmente, China ha superado a Rusia y a diferencia de ésta, China no busca venganza o reposición de un orden ya roto, sino la instauración de uno nuevo. En ese proceso, la alineación con Rusia en este momento le resulta conveniente por su conflicto con Taiwán, pero no es probable que sea duradera sino intermitente y de acuerdo a los intereses chinos pues estos saben, que las guerras en el siglo XXI no se ganan con bombas.
El desafío bélico planteado por Rusia en Ucrania, parece quedará confinado a esa región. Las potencias occidentales no están dispuestas a una guerra convencional multinacional, por las razones esbozadas en mi colaboración anterior, y Rusia podrá ocupar el territorio ucraniano e imponer un gobierno afín, pero es evidente que los peores daños los recibirá en su territorio, con su población, en su economía.
Occidente sí está preparado para subsanar, no sin consecuencias ni privaciones, la dependencia de satisfactores provenientes de Rusia, como el gas, el trigo y otros, pero la precaria economía rusa no podrá sortear de mejor forma, el aislamiento internacional al que está siendo condenada y el respaldo chino puede no serle suficiente ni duradero, si la diplomacia norteamericana e inglesa, hace su trabajo y encuentra una vía para destensar Taiwán. Pudiera así, Rusia, convertirse en la Cuba del continente europeo.
Es peligroso que el destino de un país esté en manos de un gobernante de carácter explosivo y escrúpulos escasos, cuando de imponer su voluntad se trata. Putin ha detentado el poder en Rusia, por más de 20 años y acaba de firmar una ley que le permitirá extenderse hasta 2036. En su prolongado mandato, su prioridad ha sido el fortalecimiento de la capacidad bélica y de los poderes del Estado, restableciendo la autoridad vertical que antaño descendencia del partido y ahora es exclusiva del presidente.
La fijación que este gobernante tiene por restablecer el equilibrio bipolar ha rebasado ya la ideología y solo se explica por la necesidad personal de una venganza contra el sistema económico y político que le arrebató el mundo en que se formó. Irán, Corea del Norte, China, se entiende que quieran influir y formar un nuevo orden, pero son sus propias convicciones de reposicionamiento, no de revancha lo que las guía al enfrentamiento con la potencia occidental.
Esta limitación conceptual y el cerco económico y político que materialmente se le impondrá tras el episodio ucraniano, lo vuelven más peligroso por la proclividad a hacer uso de la amenaza nuclear, plenamente consciente de que el armamento y sus hidrocarburos son sus principales fortalezas.
La paz mundial depende de que ambos bloques entiendan, que el orden internacional, bipolar, tiene que cambiar y que se tienen que negociar nuevas condiciones, con argumentos y elementos no dependientes del armamentismo.
Henry Kissinger, adelantaba la necesidad de conversar con China y considerar las condiciones étnicas y culturales de los países que integraban la Unión Soviética, para replantear la política exterior estadounidense. Sus conceptos siguen vigentes y tal vez otro fuera el panorama de no haberse impuesto la línea dura de los políticos republicanos.
Los más de treinta años transcurridos desde el derrumbe de la cortina de hierro, o el simbólico muro de Berlín, no fueron aprovechados para consensar un nuevo orden y la arrogancia del triunfo de un sistema sobre el otro los llevó a menospreciar las identidades nacionales y dar por sentada una alineación, que hoy vemos no es aceptada por varios, o muchos de los países que antaño se desenvolvían dentro de la influencia soviética o con el apoyo de ella.
Lo que si sucedió en estos años, fue la configuración de un mundo más interdependiente en el cual, las guerras ya no son territoriales y sus efectos traen afectaciones multinacionales y extra continentales. México, considerado neutral y ajeno al conflicto ucraniano, se verá severamente afectado y la población sufrirá, al igual que en otros países, las consecuencias de la prolongación de la guerra por otros conductos. Aun cuando la guerra dure pocas semanas, los efectos de las sanciones y bloqueos financieros y comerciales afectarán a todo el mundo.
El gobierno mexicano debiera estar pensando ya, en lo que deberá hacer para enfrentar un incremento de la inflación, la escasez de gas e hidrocarburos, la previsible afectación a la industria manufacturera y la exportación automotriz y otras condiciones exógenas que habrán de influir en la economía y la vida nacional. No es fácil lo que sigue y enfrentarlo requiere de un gobierno más abierto y capaz, que el que está ahora dedicado a conservar la popularidad del presidente, sin más horizonte que su propio espejo.