Ariel González
Más allá de la predicción esotérica, ayer prometía ser Blue Monday y sin duda lo fue para miles de migrantes que de inmediato quedaron varados en diversos puntos fronterizos debido a la cancelación de las citas para gestionar su ingreso legal a EU a través de la aplicación CBP One. Fue también, adicionalmente, un gélido lunes en el que pudimos ver cómo la relación México-Estados Unidos entra a un periodo harto complejo cargado de negros nubarrones a partir de los decretos migratorios y de seguridad anunciados por el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Empieza una “era dorada” para EU que contempla, desde ya, la militarización de la frontera y la designación de los cárteles del narcotráfico como “organizaciones terroristas extranjeras”, con lo cual su gobierno utilizará “todo el e inmenso poder de las fuerzas del orden federales y estatales para eliminar la presencia de todas las redes criminales de pandillas extranjeras”.
La consigna de “permanezcan en México” ha resucitado de la mano de una declaratoria de la migración ilegal como una “emergencia nacional”. La temporada de cacería, captura y deportación de ilegales ha quedado oficalmente abierta para beneplácito de los millones de xenófobos que votaron por él (entre los cuales, duele decirlo, hay no pocos mexicanos).
Faltaron de momento los golpes arancelarios previstos, gracias a lo cual el peso pudo salir bien librado la jornada de ayer, sin que esto quiera decir que no enfrentará obvias turbulencias en el futuro. La relación comercial con México y Canadá comienza a ser revisada a partir de hoy y no sería raro que en los próximos días se impongan algunos de los temidos aranceles. Pero por lo pronto lo único a la vista es un panorama lleno de dudas e incertidumbre donde no se sabe cómo trump instrumentará finalmente el tema arancelario, si será en partes, gradualmente o la manera de un golpe, ni cuáles productos y sectores de la economía mexicana resultarán más afectados.
La instauración de un nuevo orden mundial parece ser ahora el plato fuerte del menú que ofrece el segundo mandato de Trump. La “recuperación” del canal de Panamá, la bravucona pretensión de apropiarse de Groenlandia, el ajuste de cuentas comerciales con China y el papel que decidirá tener en la guerra Rusia-Ucrania, pasando por un nuevo tono en su participación en la OTAN y en la relación con la Unión Europea, son algunos de los elementos puestos en la mesa de su política exterior.
En México parecen estar muy equivocados todos aquellos que han creído que en vista de que ya Trump estuvo en la presidencia y no llevó nunca a cabo todas sus amenazas, menos aún las más delirantes o peligrosas, ahora será igual. Se les olvida que hoy tiene el Congreso y la Corte a su favor, un conjunto de oligarcas tecnológicos como nuevos aliados y una nueva mayoría electoral que confirma su peculiar deseo de “hacer grande a América otra vez”.
En el tema migratorio y de seguridad no parece que el gobierno mexicano pueda tener un margen importante de negociación. Se trata de dos pilares fundamentales de la oferta populista que le hizo a su electorado, y con ellos, explotándolos al máximo, piensa seguir creciendo en los próximos años demostrando logros de inmediato.
Ahora está abierta la puerta para probables operaciones militares especiales contra los cárteles mexicanos, caracterizados ya como organizaciones terroristas. Viene, tal y como lo advirtió el embajador de Estados Unidos saliente, Ken Salazar, “una sacudida”. En palacio nacional creyeron tal vez que esta expresión del diplomático norteamericano era una revancha discursiva frente a la “pausa” de la que fue objeto, pero si tomamos estas palabras de quien vienen eso es justamente lo que México puede esperar: una ruda y violenta sacudida.
El populismo autoritario de Donald Trump podría de hecho simpatizar de modo natural con el populismo autoritario de Claudia Sheinbaum y Morena (ya lo hizo en alguna medida con López Obrador en su primera presidencia), pero eso no es posible porque “el mandato popular” que tiene ha puesto el tema migratorio y el del narcotráfico (pongamos que el comercial tiene una mayor flexiblidad y aristas de interés bilateral qué considerar) en el centro. Y en el problema del narcotráfico, que se dejó crecer efectivamente hasta los alarmantes niveles que hoy tiene –no sólo con la connivencia sino con la asociación implícita o explícita de funcionarios del gobierno morenistas en los más diversos puestos– , el gobierno de Sheinbaum tiene su principal talón de Aquiles. Y frente a este, su gran ocurrencia es un discurso patriotero con el himno nacional por delante, llamando a la unidad, pero sin dejar de tildar de vendepatrias a los opositores.
Para un partido que ha trabajado sistemáticamente en la división de los mexicanos y que desde el poder ignora a los opositores, organizaciones y ciudadanos que no comulgan con su credo populista, llamar a la unidad para enfrentar al trumpismo es un recurso bastante pobre, sobre todo porque ha arrasado con prácticamente toda la institucionalidad democrática que conocíamos y que era la única, por cierto, capaz de convocar y legitimar un llamado a la unidad nacional.
El escenario que está a la vista no ofrece muchas dudas: el segundo periodo del populismo trumpista entrará en colisión directa con el segundo piso de la cuarta transformación populista. Y de ese choque nadie debe esperar algo bueno.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez