México se ha convertido en el sándwich a devorar en el TMEC, fundamentalmente por razones políticas. Las cuestiones electorales están presentes en las naciones del norte.
La racionalidad de la economía conlleva a reconocer los beneficios que trae la complementariedad de las economías, sin embargo en política las consideraciones son diferentes.
Es conocido que México, su frontera, que permite la inmigración y el tráfico de estupefacientes a los EUA, fue tema fundamental en la campaña trumpista, y ese discurso aunado a la penetración de los migrantes en la cultura norteamericana, motivaron al conservadurismo local y logró Trump obtener la mayoría del voto popular y el colegio electoral.
Por el lado canadiense, las provincias gobernadas por conservadores, Ontario y Alberta, opositores al régimen de Trudeau han manifestado su deseo de que México sea excluido del TMEC subiéndose al tren contra China que conduce Trump y obligando así, por razones electorales a que Trudeau modifique su posición conciliadora y prudente respecto a México. Canadá está en proceso electoral y el partido gobernante va abajo en las encuestas y esa es una razón poderosa para que Trudeau se suba al tema anti mexicano.
Tampoco debe desestimarse que las reformas operadas en México, en especial la del poder judicial, aunada a la energética que ya había ocasionado protestas y a la ley minera que afecta a la fuerte inversión canadiense en ese sector, obligan a un endurecimiento y elevan los costos de la negociación.
Ni Trump ni los canadienses son ingenuos para pensar que clausurando una plaza de venta al retail de productos chinos, el gobierno mexicano cerrará las puertas a la inversión oriental. En USA tienen perfectamente detectado que la presencia de China en la economía nacional está creciendo, tanto en el ramo automotriz como en otras (¿o no son empresas chinas a las que se rentan los trenes de la línea 12 del metro y algunas otras más?).
Se necesitará mucho más para negociar en términos de menor debilidad, dado que se tendrá que acreditar credibilidad y confianza después de que acciones formales del gobierno mexicano mandan señales confusas respecto a su alineamiento en el bloque geoeconómico norteamericano. Para que querrían dentro del tratado un socio que tiende a alinearse más al sur y al oriente que al norte al que pertenece.
Por otra parte, apresar a una presidente municipal, jefes policiacos y asegurar un cargamento importante de fentanilo no basta para acreditar que se combate con decisión la producción y el tráfico de drogas. La desconfianza es tal, que atrapar al Mayo Zambada requirió de una operación encubierta, negada pero evidente, operada sin contar con autoridades mexicanas, sino con los mismos delincuentes.
El TMEC actualmente es, tanto para Trump como para Trudeau un arma política en el que la discusión de los términos de relación económica son municiones para explotar otras áreas de interés. La geopolítica económica del bloque norteamericano necesita socios comprometidos. Muy torpes serán los negociadores mexicanos si piensan que pueden arreglarse solo discutiendo reglas de intercambio comercial.
El interés de EUA está puesto en otro hemisferio y el de Canadá requiere otro tratamiento si no se quiere tenerlo como esquirol. Canadá y México son economías muy dependientes del comercio con EUA, más débiles por supuesto y por ello lo recomendable es que los débiles se unan. Por ello lo primero debiera ser arreglar términos con Canadá, minería particularmente, y después ir juntos a las negociaciones, no como sucede ahora que por separado buscan congraciarse con el peleonero del barrio.
El gobierno mexicano se ha visto reactivo protegiendo lo elemental que es el evitar aranceles, los que vendrían con o sin el acuerdo comercial. Políticamente es importante porque de ello depende la viabilidad del proyecto trans sexenal. Con las finanzas públicas comprometidas, sin posibilidad de aumentar la inversión pública, la inversión privada, nacional y extranjera es imperativa si se quiere obtener un nivel de crecimiento que sostenga la política social de subsidios y pensiones en la que han basado su presencia electoral.
Calificadoras internacionales han registrado ya los riesgos que implica el crecimiento de la deuda y lo peligroso que resulta seguir soportando por esa vía el déficit gubernamental. Sería hora de que pensaran en mantener el poder por la vía de un buen gobierno, generando ciudadanía y no clientela electoral. Desafortunadamente el presupuesto presentado para 2025 no apunta para eso.
Hay que abonar a favor, que las bravatas del presidente electo han merecido que se refuerce el trabajo de los consulados en los EUA para proteger a los mexicanos de las deportaciones anunciadas, pues en la situación actual una disminución de las remesas de connacionales, sería desastrosa para una economía nacional sostenida por el consumo interno.
Malos vientos se auguran para el año venidero, esperemos que no llegue a tormenta.