El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2025 no solo reconfiguró el tablero político de Estados Unidos, sino que también agitó las aguas en sus dos vecinos más cercanos: México y Canadá. En apenas cien días, el presidente ha reafirmado sus prioridades en materia de comercio, migración y seguridad regional, supeditando la visión de Norteamérica al interés estadounidense.
Los efectos de los primeros cien días de gobierno de Trump se pueden ver en cuatro aspectos de la vinculación en la región: la integración económica, la migración, el combate al narcotráfico y las alianzas políticas.
1 El TMEC, amenazado.
En uno de sus primeros actos de gobierno, Trump ordenó una revisión “urgente” del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), alegando que el acuerdo “sigue permitiendo abusos” contra los trabajadores y productores estadounidenses. A pesar de las amenazas arancelarias de Trump, hasta el momento el TMEC ha servido para que los productos comerciados bajo su paraguas, salvo algunas excepciones, no sean afectados por nuevos aranceles. México y Canadá defienden el tratado como una herramienta indispensable de estabilidad regional, pero Washington exige revisiones y considera retirarse unilateralmente si no se atienden sus reclamos. Los intercambios comerciales en la región han dejado de tener la certidumbre que estimula la inversión y el crecimiento.
2 Migración: acuerdos forzados.
En sus primeros cien días, la política migratoria del gobierno de EE. UU. ha sido tan agresiva como previsible. La retórica de Trump dibuja a los migrantes como una “invasión” y, por ello, reactivó y amplió los protocolos de “Quédate en México”, obligando a más solicitantes de asilo a esperar en territorio mexicano la resolución de sus casos. Bajo presiones renovadas, el gobierno mexicano ha aceptado una colaboración aún más estrecha en el control migratorio, desplegando efectivos de la Guardia Nacional en la frontera, mientras que en Canadá crece la preocupación por el posible desbordamiento de solicitantes de refugio que busquen alternativas al endurecido sistema estadounidense. La migración se ha convertido en un instrumento político de presión hacia los vecinos.
3 Combate al narcotráfico: presión máxima sobre México.
En materia de seguridad, Trump ha intensificado su exigencia de que México “haga más” contra los cárteles del narcotráfico. El presidente estadounidense no descarta acciones unilaterales, incluyendo operativos directos en territorio mexicano, un planteamiento que ha encendido todas las alarmas en México. En días recientes, la presidenta Claudia Sheinbaum ha endurecido el tono de su postura en contra de una intervención de Estados Unidos en México. Al mismo tiempo, el gabinete de seguridad mexicano refuerza operativos en el norte del país, detiene narcotraficantes, entrega a EE. UU. a capos encarcelados y promete mayor cooperación, sin ceder soberanía. Canadá, por su parte, ha incrementado su participación en mecanismos de inteligencia conjunta, preocupado por el flujo creciente de drogas sintéticas que atraviesan la frontera sur y amenazan su seguridad interna. El narcotráfico en Norteamérica se perfila como un eje de fricción constante en este nuevo ciclo.
4 Alianzas internas en redefinición.
Las presiones de Trump también han tenido efectos en las alianzas políticas en México y Canadá. Por ejemplo, se daba por hecho que el Partido Liberal sería derrotado por los conservadores en los comicios para el Parlamento de este año, pero los constantes ataques trumpistas han alimentado una corriente de patriotismo que ha renovado las esperanzas de los liberales. Si el primer ministro Marc Carney ganara las elecciones, representaría la más asombrosa resurrección política de un partido canadiense. En México, la designación por parte de EE. UU. de los cárteles de la droga como organizaciones terroristas y la insistencia en que existe una colusión entre el narco y políticos mexicanos eventualmente llevarán a la redefinición de alianzas entre los grupos en el poder.
En cien días, Donald Trump ha reinstalado la tensión como norma en las relaciones de Norteamérica. La desconfianza y la amenaza velada sustituyen al diálogo. La región avanza al filo de la navaja. La gran incógnita es si este segundo embate de Trump logrará imponer un nuevo orden regional o, por el contrario, terminará acelerando la fragmentación de una de las zonas económicas más importantes del mundo, y cómo quedarán México y Canadá después de cuatro años de presiones por parte de Trump.