En todo tipo de comunicación existen 3 cosas, el fondo, la forma y el tiempo. Sin duda, el fondo podría considerarse como lo más importante, pero las formas y el tiempo siempre, siempre deben cuidarse.
Al momento de comunicar cualquier cosa, ejecutar esas 3 cosas de una manera correcta es casi un arte, esto sin importar si el mensaje es positivo o negativo. Conjugar estas 3 cosas conlleva madurez, conocimiento sobre el tema y una inteligencia emocional muy alta. Por esa razón, cuando escuchas a un personaje como Duilio Davino, un tipo que en su carrera como futbolista y ahora como directivo ha sido muy mediano, hablar con tremenda arrogancia acerca de la continuidad de Jaime Lozano, es decepcionante y solo comprueba que todos ellos, todos los de la federación, futbolistas y bufones que están a su alrededor, viven en una realidad diferente. Una realidad muy pinche triste y diferente.
Sin la autocrítica necesaria, petulante y con una tonalidad pendenciera, Duilio lanza un mensaje, entre líneas nos dice a todos: sin importar resultados y emociones, haremos lo que se nos plazca y lo que nos place, es el dinero. Se joden y punto. Ese es el verdadero mensaje, las cosas como son.
Lo dicen con la autosuficiencia porque han encontrado un mercado que los protege y que, sobre todo, los llena de dólares explotando el nacionalismo ramplón que impera en nuestros compatriotas que viven en Estados Unidos, llenándolos de espectáculos pobres, abanderándose en, colores, mariachi y circo. Con todo esto, hacer una reflexión sobre lo sucedido con la Selección Mexicana en la Copa America, resulta casi ocioso. Resulta incluso desolador.
El fútbol mexicano se ha convertido en una sinfonía de lamentos, un canto fúnebre que resuena en los corazones de millones de aficionados. La Selección Nacional, otrora motivo de orgullo y esperanza, se ha sumido en un abismo de mediocridad, donde la luz del triunfo parece extinguirse con cada derrota. Repito, las recientes actuaciones del Tricolor han sido un reflejo desolador de la realidad que impera en nuestro balompié. La Copa América 2024 solo sirvió para confirmar nuestras peores pesadillas: una eliminación temprana, un juego plagado de errores y una desconexión abismal entre ellos y nosotros como afición. Una desconexión que no se ve como pueda volver a funcionar. Así de rotos estamos y así como siempre, no sucederá nada.
Davino, en un acto de soberbia, asegura que la selección “está en el camino correcto”. Sus palabras suenan huecas, vacías de contenido, mientras el Tricolor se hunde cada vez más en el fango de la mediocridad. Es indignante que la cúpula de la FMF ignore el clamor popular. La afición mexicana no pide milagros, solo exige resultados dignos. Así de simple, así de difícil.
Pero lo más preocupante es que no hay visos de mejora. No se ve una luz al final del túnel, solo un panorama desolador donde la mediocridad parece ser el destino inexorable del Tricolor. No habrá cambio de timón, no habrá restructuración, nos llenaran de publicidad nacionalista con miras al próximo mundial y no pasara nada. La realidad apabullante nos muestra en la cara que no somos tan buenos futbolistas y que tenemos unos directivos mediocres, recaudadores y simplistas, en eso si somos campeones. Que tristeza que nos tocará un mundial como anfitriones con la probable peor generación de futbolistas de los últimos años.
Pero estas tristezas no son absolutamente nuevas. Sin entrar en tonos melodramáticos, y muchísimo más disfrutable que el desempeño de la selección nacional, les recomiendo un muy buen libro acerca del tema: “La Breve Historia del Ya Mérito», una compilación de crónicas y ensayos coordinada por el periodista Rodrigo Márquez Tizano, que se sumerge en el extraño mundo del fútbol mexicano, explorándolo desde un ángulo singular: la arraigada costumbre del «ya merito».
El libro, publicado en 2018, reúne las letras de once destacados escritores y periodistas mexicanos, (como Guillermo Fadanelli, y Juan Villoro). Cada uno de ellos aporta su particular visión sobre el «ya merito», esa mezcla de esperanza, resignación y apatía que ha marcado la historia del fútbol nacional. A través de anécdotas personales, análisis históricos y crónicas de partidos memorables, los autores retratan la peculiar relación que los mexicanos tenemos con la pelota. El «ya merito» se convierte en un símbolo de las promesas incumplidas, las oportunidades desaprovechadas y la eterna búsqueda de la gloria que parece siempre a punto de alcanzarse, pero que nunca termina por llegar. O, mejor dicho, que jamás llegará. Este es el futbol que nos tocó… ni modo, que triste.
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