En los últimos días, la agenda presidencial ha girado en torno a las declaraciones del presidente electo de los EUA, al que parece solo le importan tres temas: migración, narcotráfico y TMEC, siendo este último más un arma que una preocupación. El objetivo real es China y parar el flujo de migrantes y narcóticos en su frontera y la amenaza de los aranceles, que tan bien le funcionó con el presidente anterior volvió a hacerse presente.
Una llamada telefónica entre Claudia Sheinbaum y Trump fue el intento de establecer un dialogo, estéril, ante un hombre para el que las razones son solo dilaciones mientras llega el tiempo de hacer realidad sus propósitos. El resultado; una versión triunfalista del lado Trumpista y otra mesurada pero claudicante del lado mexicano. Uno dice que México, su presidente, accedió a blindar su frontera para que no lleguen los migrantes y otra dice que ese no fue el acuerdo pero que evitará que lleguen más a los EUA.
Parece teléfono descompuesto, pero entendamos que ambos se están dirigiendo a sus votantes y entendamos también, que no se está negociando en condiciones de igualdad pues la situación nacional no lo permite.
Al final se tendrá que ceder pues la dependencia de ambos mercados es mucha y la asimetría favorece al más fuerte, al que tiene mejores condiciones en su economía. Los EUA están reduciendo la inflación y el crecimiento esperado para el próximo año es superior al mexicano, mientras que por este lado la inflación no cede con la misma velocidad, la inversión está retraída y la deuda y las pensiones ahogan a las finanzas públicas.
En el TMEC, el tema de los aranceles será negociado a cambio de mayores compromisos del estado mexicano en los otros dos temas, migración y narcotráfico, que no se acabaran; pero ahí no acaban las cuitas para el gobierno entrante empeñado en construir un segundo piso donde solo hay escombros.
El Tren Maya no está completo, la refinería dos Bocas no refina, al AIFA sigue aislado, la aerolínea no despega, las medicinas no llegan, Pemex no gana, CFE no genera suficiente, el déficit es alto, el ingreso insuficiente y la deuda ahoga. Es obvio que los tres temas de Trump son coyuntura mientras otros temas se ciernen amenazantes sobre el futuro de la nación.
Se advierte que la presidenta no ignora los problemas de fondo que agobian al país. Sabe de la enorme dependencia tecnológica, de la necesidad que se tiene de importar cada vez más alimentos, de la desproporción de nuestra balanza comercial con China y los EUA, de la gravedad del deterioro ecológico y a esto le está dedicando atención según se ha visto.
Ante las amenazas de Trump ha dicho que se tiene un plan, y en la instalación del Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización de Empresas mencionó que éste forma parte del “Plan México” sin definir en que consiste dicho plan. Por lo dicho, se trata de aterrizar la estrategia nacional de relocalización de empresas, concretar inversiones privadas y fortalecer la proveeduría local.
Esto último, necesariamente requiere sustituir importaciones por productos nacionales, lo cual en la situación actual suena a utopía, pero es bueno que al menos lo piensen. Los industriales mexicanos, los grandes empresarios, están acostumbrados a ganar, hacer negocios con el gobierno, sin arriesgar ni comprometerse con una agenda nacional.
Este gobierno, además, tiene consciencia de otros de los grandes y urgentes problemas nacionales, que tiene que ver con la carencia y la mala calidad del agua de que se dispone y la seguridad de sus ciudadanos.
En los primeros dos meses, ha lanzado el plan nacional por la seguridad y ha hecho público el plan hídrico nacional. Ambos no tienen que ver con las urgencias que nos está imponiendo el vecino del norte, pero son de urgente atención porque de ellos depende nuestro futuro como nación.
A reserva de discutir y analizar posteriormente la insuficiencia del Plan Hídrico y de observar si el plan de seguridad está siendo efectivo, se tiene que reconocer que se está pasando del régimen de ocurrencias que fuera el gobierno anterior, a una administración que sabe la dimensión del reto que se ha echado a cuestas.
Puede ser que las soluciones que plantea sean insuficientes o los enfoques no sean los adecuados, pero es evidente que se ocupan en encontrar soluciones. Es una lástima, que la herencia política dejada por el antecesor le impida actuar con mayor libertad, como también es decepcionante tener que admitir que no se renuncia a la vocación populista para conservar el poder. Los tiempos exigen que la gobernante tenga visión de estadista no de militante partidista y que su visión vaya más adelante de los tres temas que le urgen al vecino.