Las torpezas de nuestro presidente parecen no tener límites. En un pésimo momento político, Andrés Manuel López Obrador atacó al gobernador de Florida, Ron de Santis, por sus políticas anti-migrantes. Debía haber recordado el axioma de boca grande, cola chica. Si se entromete en el proceso electoral en Estados Unidos llamando a los mexicanos a no votar por un determinado candidato, que luego no reclame que desde allá pidan no votar por su delfín Claudia Sheinbaum, o quien sea designado su sucesor, o por candidatos a los que señalen de estar vinculados al narcotráfico. Ahora, ¿lanzarse contra De Santis en los días en que preparó el inicio de su candidatura presidencial? Como dice López Obrador, con él se rayó De Santis.
López Obrador criticó a De Santis cuando la atención estaba concentrada en la frontera con Estados Unidos por el fin del Título 42 y el inicio del Título 8, y el villano era el gobernador de Texas, Gregg Abbot. De Santis había comenzado la semana pasada con una censura al presidente Joe Biden por su política migratoria, prácticamente lanzando su candidatura presidencial y preparando los motores para viajar a Iowa, donde cada cuatro años arranca el proceso electoral, y aunque su peso en votos es mínimo, su significado político es enorme. Un buen inicio en Iowa muestra potencial a quien gane y empiezan a caer los endosos en todo el país y a llenarse las arcas para la campaña.
De Santis estuvo en ese estado y recibió un apoyo muy superior al que obtuvo Ted Cruz en 2016. El gobernador de Florida obtuvo el respaldo de más de una docena de legisladores, incluidos todos los líderes del Senado y Congreso locales, superando en endosos al expresidente Donald Trump, que decía tener en su bolsillo a 11 legisladores y a líderes locales y activistas, que iba a refrendar este sábado en Des Moines, la capital de Iowa, pero con su mala fortuna, y buena para De Santis, que por las malas condiciones climatológicas, canceló el viaje.
Iowa fue un escenario solo para De Santis, y López Obrador le regaló municiones para sus discursos. El martes pasado el presidente dijo que la política migratoria de Florida y Texas era “inmoral”. Y en una conferencia de prensa en Fort Myers, Florida, el gobernador le respondió: “Tenemos a este presidente que está criticando a Florida por aprobar leyes contra la migración ilegal. Me parece que él tiene un desastre en las manos. El país está completamente fuera de su control, está siendo gobernado por los cárteles de las drogas, y todos los millones de personas que vienen a nuestro país están pasando a través del suyo. ¿Qué clase de país permite que millones de personas pasen de esta manera?”.
López Obrador ya no le respondió, pero se puso los guantes contra el senador de Luisiana, John Neely Kennedy -sin relación alguna con la dinastía liberal bostoniana de la familia Kennedy-, luego de haber dicho una estupidez racista: “México estaría comiendo comida de gato de una lata y viviendo en una carpa” sin Estados Unidos. El senador, que como político tiene un pasado sólido, tiene rango de junior senator, y llegó a esa cámara apenas en 2017. Fue reelecto el año pasado con 62% del voto y es uno de los cinco senadores que objetó los resultados electorales en Arizona en la elección presidencial de 2020, que le dio la victoria a Biden. Paradójicamente, López Obrador y Kennedy están en el mismo lado ideológico, al apoyar incondicionalmente a Trump. Nunca debió haberse peleado López Obrador con él, ni el canciller Marcelo Ebrard, o mucho menos, porque tiene que lidiar con él cotidianamente, el embajador en Washington, Esteban Moctezuma. Un legislador de Morena habría sido suficiente.
Pero así como toda la cargada estuvo contra un legislador con peso relativo -en la misma semana pasada los demócratas aplastaron sus intentonas criminales a propósito de la crisis del fentanilo-, con De Santis dieron un paso para atrás, cuando menos hasta el domingo. El gobernador de Florida hizo todo lo contrario; aceleró el paso con la cara de López Obrador en su piñata electoral. El sábado estuvo en Sioux City, Iowa, donde dijo en un mitin que la frontera era un desastre.
“Cuando alguien que cruza la frontera hay que detenerlo y enviarlo al otro lado de la frontera, no les damos un pedazo de papel y les decimos regresen en cuatro años. ¿Qué clase de disuasión es esta?”, acusó el gobernador. “Los cárteles mexicanos están matando muchos estadounidenses. Deben ser tratados como la fuerza hostil que son. Debemos hacerlos rendir cuentas y necesitamos hacer responsable al gobierno mexicano, porque está permitiendo que esto pase”.
López Obrador se metió en una innecesaria guerra de palabras con De Santis y Kennedy, porque lo que dijo se quedó aquí para la gradería, y allá calentó el tema para la campaña electoral. De Santis no es Trump, en términos ideológicos. Es peor. Tiene una agresiva agenda conservadora en Florida, impulsada por los fiscales que ha nombrado, el control que tiene en los consejos en sectores críticos, el educativo y el de salud, para impulsar sus políticas, y el dominio sobre el Congreso, donde ha modelado la Constitución estatal para sus fines. Por ahora, los únicos temas nacionales de campaña, son la inmigración, López Obrador, los cárteles de la droga y el fentanilo.
De Santis todavía está por debajo de Trump en las preferencias electorales, en parte por un error táctico, dicen sus críticos, y una espera para madurar su candidatura, dicen sus leales, al haber dudado en lanzar su candidatura a principio de año, que creó un vacío que ocupó Trump. Hoy está en la línea de salida para ir por la Casa Blanca el próximo año, retomando lo que decía Trump de México, López Obrador y los cárteles de la droga. Nada nuevo en los discursos, pero ahora ya le está doliendo todo a López Obrador, que al responder equívocamente, muestra debilidad y el flanco por donde puede ser atacado.
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