¡Ah caray! ¿Deveras? En realidad quienes rechazan las felices fiestas decembrinas tienen una parte aceptable de razón. No soy “grinch”, ese nuevo término que utilizan ahora para nombrar a quienes repudian estas celebraciones; esta es una época del año que gozo desde niña. Muchas prácticas nos determinan desde la infancia; la mayoría de las veces los padres no se dan cuenta de ello; las más de las veces nos equivocamos en la selección de esas prácticas que se consideran tradiciones y en el fondo de su historia, en ocasiones no hay tal tradición. Hay quienes sostienen que Jesús no nació el 24 de diciembre y Santa Claus tampoco era en sus inicios como lo pintan.
Cada cultura tiene sus rituales y tradiciones, prácticas ancestrales que en todos los casos tienen razones para su existencia y otras que en nuestros días nos parecen completamente fuera de lugar, violentadoras de los derechos humanos como es el caso de las niñas, que en muchas comunidades de nuestro México, son obligadas a casarse con un extraño en un ritual de trueque por un animal. En este sentido hay avances jurídicos que buscan evitar esas costumbres aunque como sociedad no debemos dejar de mirar porque tales disposiciones legales se cumplan. En lugares lejanos a nuestro medio hay otras costumbres que igualmente nos horrorizan como la ablación que se practica a las niñas en lugares de África, razón de más para huir de esas costumbres.
En el mundo occidental y católico, la visita de Santa Klaus o Santa Clós, la madrugada del 25 de diciembre, es una tradición muy determinante de la infancia entre los niños y las niñas de los estados norteños de México; en cambio, en el centro y sur, el personaje no tiene arraigo ni representación, apenas una simple competencia con los Tres Reyes Magos, por la foto en La Alameda de la Ciudad de México. Estas diferencias, son en mi opinión, lo que se llama diversidad cultural; una característica más de este cuerno de la abundancia. Todavía, en el norte, infantes aquí y allá esperan al enorme viejo gordo vestido de rojo bajar por las chimeneas con su costal lleno de juguetes, que dice la leyenda, han creado para los más pequeños, los duendes que trabajan para él, en un lugar muy lejano, en el diseño de nuevos juguetes. En el centro de México continúa el imperio de los Reyes Magos, una tradición católica que a cuento de mi madre, era su mayor ilusión cada año, poner su zapato junto a la puerta en la que se dejaba una cubeta con agua y pienso para los animales de los magos.
¿Realmente, se ha conservado esta imagen de San Nicolás, Papá Noel, Santa Klaus o como se le llame en los diferentes lugares de la tierra? En nuestros días, las fiestas de fin de año son muy diferentes y de algún modo, estas celebraciones tienen de todo, menos tradición. Lo primero que hace visible los cambios de una sociedad, es la transformación de las tradiciones. La queja de los mayores de cualquier comunidad es que ya no se hacen las cosas como antes. Las cosas han cambiado. Los rituales también. De algún modo, todo lo que hacemos es parte del ritual de la vida. Todo en la vida es ritual, hasta lavarnos los dientes y quitarnos las lagañas, quien no lo hace está fuera de la sociedad o al menos será rechazado por sucio. Hasta eso llega a ser Alrededor de estas fechas lo que queda no es mas que una fantasía creada por las sociedad industrializada del primer tercio del siglo XX, que el cine sigue reproduciendo y explotando a través de la gran cantidad de películas que se hacen sobre Santa, siempre en el contexto norteamericano, el cual lo adoptó venido con los holandeses que fundaron Nueva Amsterdam, en el siglo XVII, hoy Nueva York. Según tradición de los Países Bajos, San Nicolás, viene a mediados de noviembre y trae regalos. En estos tiempos, en esos países también hay movimientos que defienden la preservación de estas tradiciones. Pero Santa, no es tan santo. Su imagen cambió a lo largo del tiempo hasta que de la mano del boom comercial del siglo XX en Estados Unidos se le transformó en la que conocemos. Creo que la única razón para ser grinch es Santa y su transformación capitalista; lo demás, es bello: los pesebres, el Niño Dios en pañales, rodeado de sus padres y abrigado por un buey y un burro; por los pastores que escalan colinas en los nacimientos con sus corderitos al hombro, el arbolito en el que se ponen todos nuestros anhelos tan frágiles como las esferas que lo adornan.
Para los enemigos de las Felices Fiestas el pretexto para ser “grinch” es que sólo se trata de promover el consumismo; creo que va junto conpegado. Es verdad, el consumismo está pegado a nuestras emociones, se nos induce desde nuestros sentimientos a dar, a regalar; y desde el espíritu que prevalece como postulado del cristianismo: darse, compartir, como fue en el principio de esta religión de amplia congregación que en su mayoría desconoce ahora ese espíritu, presente sólo a través de estas celebraciones.
Seamos partidarios o no de celebrar la Navidad, lo que no deberíamos dejar son los rituales como: reunirse con nuestros seres queridos sean familia o no. Comer todos juntos ha dejado de practicarse por el tráfago que tiene ahora la vida social. Si se llega temprano, hacer parte de la cocinada monumental que por lo general es especial para la ocasión y no echar a perder las buenas intenciones de cada quien. Sean tamales o pavo, lomo o bacalao que la reunión alrededor de una mesa sea ante todo, el disfrute de los mejores momentos e intenciones de la familia. La fecha en el tiempo está en todo el mundo: es NocheBuena. Otras culturas tienen otros tiempos para sus celebraciones. ¿Si se pierden estos rituales qué dejaremos a quienes vienen detrás? Si no cree en los ritos de ninguna cultura dígame entonces, ¿qué significa aquella primera escena de 2001 Odisea del Espacio de Stanley Kubrick en la que un antropoide lanza una gran mandíbula de animal hacia arriba, mientras se escuchan los acordes de Los Planetas de Holst?