Segunda parte
Un siglo después de que Ramos de Cárdenas elaboró la Relación geográfica de Querétaro, el sabio Carlos de Sigüenza y Góngora escribió en 1680 las Glorias de Querétaro con motivo de la inauguración del templo de la Congregación Eclesiástica de María Santísima de Guadalupe, dedicado por su benefactor Juan Caballero y Ocio. En el primer capítulo habló sobre las grandezas de la ciudad de Querétaro y dijo que
[…] antes del año de mil cuatrocientos y cuarenta y seis, en que el emperador Moctezuma Ilhuicamina, primero de este nombre, juntamente con las provincias de Xilotepec y Hueychiapan, lo redujo a la devoción mexicana fortaleciéndolo como frontera y término de su imperio con militares guarniciones de sus acolhuas, contra los insultos de los michhuacanes y chichimecas […] (Sigüenza, 1985).
En el capítulo 7, al hablar sobre la llegada al pueblo de Querétaro del mercader “Conín”, Sigüenza y Góngora insiste en que éste no se fundó entonces de nuevo como dice Antonio de Herrera, “supuesto que puede probarse lo contrario con evidencia, así de memoriales antiguos de la historia de Moctezuma Ilhuicamina, como de mapas pintados en texamatl, que en mi poder se conservan”. No obstante, Valentín Frías interpretó que la fuente utilizada por Sigüenza y Góngora fue Torquemada. Manuel Septién, en su Historia de Querétaro de 1976, infiere que tal vez Sigüenza y Góngora tomó la noticia del Códice Mendocino, que consigna el hecho de la conquista del pueblo de Tlachco por Moctezuma Ilhuicamina. Septién no relaciona a este pueblo con Querétaro, sino con el asentamiento prehispánico de El Cerrito.
En el Códice Mendocino y la Matrícula de Tributos, ambos códices mexicas de la época colonial temprana, la provincia otomí de Xilotepeque se indica con seis pueblos dependientes: Tlachco, Tzayanalquipa, Michmaloyan, Tepetitlan, Acaxochitla y Tecozautla. El orden de los pueblos tributarios en los dos códices es el mismo y el pueblo de Tlachco -“el lugar de la Cancha de Pelota”, en náhuatl- ocupa el segunda lugar, después de Xilotepeque, quizá denotando su rango en segundo término, señala Lourdes Somhano Martínez (2010). Y subraya:
Como refuerzo de la asociación entre Tlachco y el pueblo de Querétaro, resulta que en ambos documentos el glifo de Tlachco corresponde a la imagen de una cancha de pelota, o sea un tlachtli en náhuatl. La existencia de una equivalencia de significados es indudable, pues Querétaro, en lengua tarasca se descompone en Queretha –que se traduce como lugar donde juegan a la pelota- y el locativo ro. A su vez, el nombre de Querétaro en otomí, Andamaxei, comparte dicho significado.
En 1978, Wigberto Jiménez Moreno opinó que lo referido por Sigüenza y Góngora era insostenible, y que el Tlaxco precolonial del Códice Mendocino no era Querétaro sino Taxco, Guerrero. En abono a esta hipótesis, argumentó que en todos los códices, las conquistas tenochcas aparecen agrupadas por región, y que la mención de Tlaxco estaba dentro de un grupo de Tepeacuilco y otros pueblos guerrerenses. Por ello, concluía que no podía, ni remotamente, pensarse que ese Tlaxco fuera Querétaro, sino el pueblo tributario llamado Taxco, en Guerrero. Empero, no desacreditó la posibilidad de que existiera un Tlaxco -juego de pelota- en la región.
Años después, Wright también refutó la versión de Carlos Sigüenza, aceptada y divulgada por muchos investigadores, al razonar que “el problema con este planteamiento es que no encaja ni con los datos arqueológicos que existen, ni con las fuentes documentales que hablan del Imperio Mexica, ni con los códices indígenas que se relacionan con el tema. En adición, las fuentes sobre Querétaro que se transcriben en el presente trabajo [las cuales no conocía Sigüenza] demuestran que este erudito capitaleño estaba equivocado. Sin embargo, a pesar de toda la evidencia en contra, pocos historiadores han dudado de las ‘militares guarniciones’ de Sigüenza, quizás debido a su enorme prestigio como anticuario e investigador”.
En el 2003, Lourdes Somohano Martínez dio a conocer una información fundamental: en su libro titulado La versión histórica de la conquista y la organización política del pueblo de indios de Querétaro, plantea que el pueblo de Querétaro si existió bajo el nombre de Tlachco antes de que llegaran los españoles. Además, dicho pueblo pertenecía a la Provincia de Xilotepeque, dependiente del Imperio tenochca, y que después de la conquista y caída de la ciudad de Tenochtitlan, fue objeto de disputas entre el gobierno virreinal de la Nueva España y las autoridades de la Nueva Galicia. Así lo señala un extenso expediente que localizó en el Archivo General de Indias, en Sevilla, España, relativo a hechos acontecidos en Querétaro en 1536.
El documento habla sobre la disputa de la propiedad de la encomienda de las estancias de Tlachco/Taxco (Querétaro) y Cincoque (Apapátaro) -existentes desde tiempo inmemorial-, entre el encomendero español Hernán Pérez de Bocanegra y el cacique indígena de Xilotepeque. La información que aporta el extenso manuscrito contiene varios cuestionarios, donde muchas personas dan su testimonio al respecto; la riqueza de los datos que aporta permitió a la autora organizar una propuesta de cómo pudo haber sido el tránsito del sitio prehispánico de Tlachco al pueblo colonial de Querétaro.
Juan Ricardo Jiménez (2014) ratifica el aserto de Somohano en su libro Fundación y evangelización del pueblo de indios de Querétaro y sus sujetos, 1531-1585, donde rehace los primeros tiempos de la colonización española en el asentamiento de la frontera del Imperio Tenochca, a partir de lo declarado por Hernando de Tapia -Conni-, protagonista principal de los hechos fundacionales de Querétaro y los pocos españoles que los presenciaron. Esto como parte del proceso judicial que ventilaron en ese tiempo el Arzobispado de México y el Obispado de Michoacán, sobre los diezmos y la jurisdicción eclesiástica del pueblo de Querétaro y sus pueblos y estancias sujetos, el cual es conocido en la historiografía como el Pleito Grande.
Respecto a si el antiguo pueblo de Tlachco existió como tributario del Imperio tenochca, aclara Jiménez Gómez que desde la época colonial perduró el dilema por carecer de fuentes más cercanas al hecho fundacional. De ahí el valor que tiene el expediente del Pleito Grande, que se halla en el Archivo General de Indias, en Sevilla, España, cuya información permite superar el problema. “Ahora se puede proponer que en efecto hubo un asentamiento antes de la llegada de los primeros españoles, que fue en La Cañada, llamada por los otomíes Andamaxei y por los mexicas Tlachco. Pero el pueblo indio de Querétaro, luego del contacto con los europeos, se fundó en un sitio al poniente de aquél”.
Sobre la fundación del pueblo de Querétaro, Jiménez señala que no hay una fecha precisa, ya que dentro del largo proceso que abarcó el Pleito Grande (1531-1585) no se hizo ninguna pregunta en busca de este dato, por lo que no se puede determinar el día o mes en el cual se materializó la fundación.
El único asidero dable es el testimonio de Martín Jofre de 1566, pues refirió que hacía 35 años “más o menos” que se había encomendado el pueblo de Querétaro en Hernán Pérez de Bocanegra, lo cual arroja el año de 1531. Luego, don Hernando declaró que había llegado a La Cañada cuando “venían” los españoles, y que había estado allí en unión de sus deudos y otros indios provenientes del señorío de Xilotepeque cinco años, sin que ningún español llegase al lugar, lo cual sitúa su arribo para establecerse en el antiguo Tlachco circa 1526.
Respecto a porqué se llamó Querétaro al pueblo fundado por Hernando de Tapia, Jiménez (2014) indica que Pedro Farfán, oidor de la Real Audiencia de México, quiso averiguarlo en 1584 e hizo una pregunta a varios testigos de oficio dentro del proceso del Pleito Grande. Ya se aclaró que el asentamiento de La Cañada era el que los indios mexicanos llamaban Tlachco/Taxco, a media legua del lugar donde se fundó el pueblo de Querétaro, como lo declararon Bartolomé de Orduña y Bartolomé Martínez. Hernando Galván, Pedro García de Medina y Antonio de Mendoza dijeron que sabían que los indios otomíes le llamaban en su lengua Andaxay/Amaxay/Vaxai.
Mientras que Pedro Martínez declaró que
…también se llama este dicho pueblo Taxco que en lengua mexicana es lo mesmo que decir Queretaro y en lengua otomitle se llama Amaxabi que el dicho nonbre de Queretaro es puesto por los yndios tarascos el qual dicho nombre le pusieron los tarascos que confinavan con esta tierra pero no porque en ella ayan sido naturales los dichos tarascos por antes lo fueron los yndios chichimecos a lo que este testigo a oydo decir comúnmente e a lo que tambien a bisto y entendido en el dicho tiempo que tiene declarado. (Jiménez, 2014).
Con base en lo declarado por estos testigos, subraya Jiménez (2014), el doctor Farfán incluyó en su sentencia la siguiente expresión: “…dicho pueblo de Querétaro que por otro nombre se llama Taxco y en lengua otomyte se llama Amaxahi…”. Ello permite concluir que no obstante que el primitivo asentamiento de La Cañada se mudó hacia un nuevo sitio, conservó su nombre original: Tlachco. Sin embargo, el nombre oficial que sobrevivió del antiguo asentamiento chichimeca de Tlachco/Ndamaxey fue el tarasco de Querétaro por decisión del gobierno español, pues aunque uno que otro documento oficial usa el Taxco o Tlachco, hay un claro predominio del tarasco Querétaro, Cretaro o alguna otra grafía de éstos (Jiménez, 2014).
Sobre la versión legendaria de la “conquista” por Nicolás de San Luis Montañez, en el caso de Querétaro no hay noticia de hechos de fuerza militar para someter a los chichimecas y otomíes que poblaban la región, como pasó con otros pueblos. Conni no sojuzgó a los indígenas, pues para atraerlos usó medios pacíficos. Pérez de Bocanegra, quien logró someter Conni, tampoco habló de conquista sino de sometimiento. Jiménez Gómez aclara que no hay ninguna referencia en el documento del Pleito Grande ni en la Información de Guadalajara de 1573 -que son las fuentes de más reciente publicación-, donde constan las expediciones que envió Nuño de Guzmán en 1532 y 1533, guiadas por Maximiliano de Angulo y Juan de Oñate, para señalar los límites entre la Nueva Galicia y la Nueva España.