La recurrencia de los discursos redentores, salvíficos, justicieros y en el fondo vacíos — inútiles como solución de los problemas–, nos lleva de cuando en cuando a las habitaciones del pasado. Todo regresa, como el cometa enamorado del universo palabrero, siempre fiel a su cita.
No hay diferencias esenciales en la proclama justiciera del decreto cardenista de 1937 para entregarles a los indios yaquis las tierras de su historia, propósito, por lo visto, tan infecundo como para –83 años después—, crear una Comisión de Justicia para los Indios Yaquis, a quienes teóricamente (casi todo en este país es teórico, cuando no resulta mágico), se les había resuelto su vida futura con aquel ordenamiento indigenista cuyos efectos Ernesto Zedillo prolongó en el año 1997 con similares consecuencias: darle otro piso a la inconformidad, al descuerdo crónico, a la nueva exigencia, a la nueva concesión.
Quizá todo quepa en la vieja frase del indio yaqui Cajeme, quien de las filas del Ejército regular pasó al gobierno y de ahí a la rebelión bajo la mudable creencia de vivir, “…ayer como ayer; hoy como hoy; antes como antes, ahora como ahora; ayer fue ayer, hoy es hoy…”
Los yaquis, el único grupo
étnico nacional en cuya bandera flota al viento la cruz cristiana, han sido (como otros pueblos originarios), una nación dividida, combatida (y combatiente); perseguida (como el venado de su danza), durante siglos, en cuya historia chocan dos elementos constantes: la resistencia y la integración.
Hoy, en la vastedad de sus 600 mil hectáreas –comprendidas las de Arizona–, , no se sabe quienes son y quienes no son yaquis “puros” y legítimos herederos del territorio ancestral.
La historia de sus reivindicaciones se advierte prolija en elementos persistentes y uno de ellos es la deficiencia en el deslinde y adjudicación de tierras y aguas; el oportunismo político cuya materia prima es la ambigüedad, la indefinición, la imprecisión. Ahora mismo las cosas van a comenzar como en los tiempos lejanos.
Ha dicho el SP:
“…Primero, que se haga un replanteo (¿la tierra se replantea o se mide?)de toda la tierra comprendida en la resolución del general Lázaro Cárdenas, un replanteo (sic2), que se vea cuánto está invadido, a detalle que sepamos bien, porque debe de haber nuevos núcleos agrarios, se tiene que saber de qué tipo, quiénes son los que están ocupando esas tierras, se tiene que ver cuáles son propiedades privadas, si tienen papeles y cuánto se considera terrenos nacionales… “
Y luego el agua:
“…hay que ver dónde está el agua que (quien)la está usufructuando y qué solución se va a dar a este tema, eso lo tiene que ver la Conagua…
“…Entonces primero es tierra y agua, y cuando hablamos de comisión es que se vengan a trabajar los servidores públicos, como si pusieran un campamento acá, oficinas para estar trabajando en el campo, en el terreno…”
Arturo Warman, prestigiado antropólogo y alguna vez director del Instituto Nacional Indigenista, explicaba así las fallas del decreto redentor del general Cárdenas, hecho –como muchas cosas del Don Lázaro– a la trompa talega.
“…Ese es uno de los problemas más serios de la comunidad agraria yaqui, como comunidad agraria que no tiene censo, porque el General Cárdenas la dio sin censo, no se definió quiénes eran los yaquis.
“…Normalmente, todas las resoluciones agrarias llevan un censo con nombres precisos que constituyen la comunidad. Pueden alegar derechos a la comunidad en virtud de cómo se defina ser yaqui.
“…En concreto, la comunidad yaqui no tiene definidos quienes la conforman. Eso ha sido una fuente subterránea de conflictos. La comunidad yaqui casi no tiene beneficio económico de pertenecer a ella, porque la renta de la tierra no llega a todos, se queda en el sistema de representación política…
“…El acuerdo con Cárdenas fue muy excepcional incluso en términos agrarios. No está sustentado en la legislación agraria de ese tiempo, porque hay un reconocimiento de una entidad Tribu Yaqui que no tiene precedentes en la cosa agraria. Cárdenas se excede…”
Y claro, el problema de las comunidades (una parte vive en Arizona; otra en Sonora), es mucho mayor ahora cuando han pasado 83 años de aquel decreto y todo se ha ido en pendencias y subsidios recurrentes. La tierra es la misma pero no la población con derechos reales o supuestos.
El problema de los yaquis es simple: quieren el agua y quieren la tierra. También quieren la pesca y el mar. Y en muchos casos no se sabe ni para qué.
“Nunca se trabajó (Warman) en convertir a los yaquis en los productores de su tierra”.
“El conflicto agrario –dice Warman–, se convierte en la manera de solicitar atención, reviven periódicamente el conflicto, cuando, por otro lado, no había ninguna presión para recuperar el cultivo directo de la tierra. Es un canal de negociación con el Estado…
“…Hubo una ejecución virtual, aquellas que se les entregaba el plano pero no se recorría los linderos. Se entregó el plano pero no hubo un recorrido, entonces los yaquis, desde 10 años después de la entrega del plano empezaron a pelear lo de “La Cuchilla”f, porque efectivamente, había una interpretación equivocada del plano, cuál era la punta que la definía…
“…Empezaron a pelear por eso, porque eran tierras que recibían el agua del lado izquierdo. Del lado de yaquis son 25 mil hectáreas, del otro lado, son cerca de 200 mil. Eso empezó a motivar a los yaquis a una lucha muy irregular y casi siempre con motivaciones políticas internas para revivir constantemente, y de hecho se convirtió el conflicto agrario en la forma de relación más importante entre los yaquis y autoridades estatales y federales.
“…El conflicto se volvió la vía de relación con los gobiernos, una vez que desapareció la parte militar. Cuando Cárdenas les da la tierra, reconoce (además) el derecho de antigüedad militar a los yaquis, se les da una pensión. Al principio fue la pensión el vínculo manejado por el ejército, [aunque] era muy limitada…”
El conflicto es la naturaleza de la relación entre este etnia y el gobierno. Cualquier gobierno.
Ahora mismo, mientras el Señor Presidente, debajo de una enramada –centro y escena de la vida comunitaria– igual a la de los tiempos cardenistas, ordenaba desviar, a cualquier costo un gasoducto y revisar la tenencia del suelo y el aprovechamiento del agua (tal como hace 83 años, pero sin los ductos); un grupo asentía y el otro disentía. Unos tomaban la carretera y otros la promesa.
Y así, de programa en programa por los siglos de los siglos. Ejemplos:
“…El Centro Coordinador Indigenista Yaqui (CCIY) *. El INI llega a trabajar con la Tribu Yaqui en 1972. Hasta la década de los ochenta, su trabajo no tuvo buenos resultados por diversos motivos: conflictos internos de las comunidades yaquis, problemas en la gestión, pérdida de documentación y material por inundación del río y participación “…El Plan Integral de Desarrollo, 1983 el plan no logró concretarse, debido a que se produjeron problemas políticos internos en el INI, el cual derivó finalmente en el encarcelamiento del director del INI (Nahmad, 1990: 302). El plan quedó detenido por seis años.
“…El segundo Plan Integral de Desarrollo de la Tribu Yaqui (PIDTY. 1983) , va a implementarse por una década, el cual tendrá éxitos y fracasos y, especialmente, momentos de enfrentamiento interno en los pueblos yaquis…
El Programa de Asistencia Técnica Integral de Comunidades Yaqui(de los ochenta) y así hasta el infinito. Cada sexenio su comisión, su programa, su centro, su plan.
Pero ahora con una diferencia: el Estado les va a ofrecer disculpas y va a buscar, en los berenjenales y vericuetos del tiempo, el polvoriento papeleo acumulado por siglos, mientras el cometa de la burocracia regresa sobre su órbita de hielo y polvo, para visitar a los yaquis, los de la bandera azul, blanca y roja, con la cruz, las cuatro estrellas cardinales; el sol y la luna, una vez más y luego otra y otra más.
*Arturo Warman: “Entre la antropología y la agencia estatal. Su relación con los yaquis”. Francisca de la Maza *