El tedio es peor que vivir como si se estuviera muerto, porque la vida y las cosas siguen ahí, pero se ha perdido la relación con ellas y todas carecen de sentido. El tedio es como un pozo sin contornos, es un vacío, una caída sin angustia; no se siente ningún malestar, no dan ganas de averiguar lo que se siente y se renuncia a toda posibilidad de esfuerzo. Fernando Pessoa lo resume así: “Sufrir sin sufrimiento, querer sin voluntad, pensar sin raciocinio. La vida es hueca, el alma es hueca, el mundo es hueco”. Algunos autores ( Véase sobre el tema el libro de Lars Svendsen) comparan al tedio con una niebla del alma, un enfriamiento del espíritu; nos hacemos impermeables a la realidad y a nosotros mismos. Todo es intrascendente y efímero. Karl Wilmont, lo resume: “El espíritu se encoge, como una ciruela seca”.
En general al tedio se le identifica como una aflicción de la nobleza, de los privilegiados. Las pocas ventajas de la pobreza es que resulta rarísimo que los necesitados padezcan del tedio, ellos viven en la zozobra del ingreso, de la sobrevivencia, por lo tanto en la lucha. Analizamos el tema porque la cuarentena ha hecho que los miembros de la clase media también lo padezcan, principalmente el “tedio situacional”, que tiene su origen en el medio ambiente, personas y cosas, resultado de un aislamiento prolongado. Pero hay otras causas que están haciendo del tedio, como el Corona Virus, una enfermedad que ya no discrimina a ninguna clase social.
La jornada laboral y el dinamismo de la urbe hacen que todos andemos jadeantes y correteados como repartidores de pizzas. Por si fuera poco la tecnología también pone su grano de arena al acostumbrarnos a que todo debe tener una respuesta inmediata. Milan Kundera lo expresa así: “La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado al hombre. Y, en esa velocidad, podemos olvidarnos de nosotros mismos”.
No es de sorprenderse que por causa de esa cotidiana hiper actividad, de ese estado febril de movimiento, de pronto, cuando el virus nos obliga a detenernos, nuestro umbral de aceptación a un tiempo muerto se vive como un vacío, una oquedad. No todos son capaces de enfrentar esa especie de pasteurización, de pasar de todo movimiento a toda inacción. Es tal el colapso de la existencia que algunos se quedan en estado “sope”, al ver que tantos afanes para aparentemente nada, y es cuando aparece el tedio cuya logística es pasar del aburrimiento, al escepticismo y concluye con el: “Todo vale madre”. Kafka el “vale madre”, en forma más elegante: “Como si hubiese huido de mí todo lo que he poseído, y no hubiese de satisfacerme si regresase”
El sistema es todo, menos tonto, sabe de lo delicado que puede ser que el trabajador le pierda sentido a la existencia, para anular ese efecto ha inventado otras estratagemas: el consumo, los espectáculos y diversas formas de diversión. Las más peligrosas: el alcohol y las drogas. Por cierto, en ésta época ha aumentado su consumo. Algo me dice que las vigas del capitalismo empiezan a crujir.