Pues ahora, por el arte mágico de la palabra oportuna; ya no estamos tan lejos de dios ni tan cerca de los Estados Unidos.
Eso significa, de acuerdo con la abolición –o al menos su actualización–, de la vieja frase juarista la final solución de nuestros problemas con los poderosos vecinos del norte, quienes han recibido la ocurrencia con una simple sonrisa, como si les estuvieran contando un chascarrillo, tal y como ellos acostumbran cuando inician un discurso.
La multicitada frase, cuya paternidad se le atribuye a Sebastián Lerdo de Tejada, Benito Juárez y hasta Porfirio Díaz, fue adaptada a la exigencia del momento por el Señor Presidente quien le dijo así a Joe Biden en su reunión virtual:
“Se le atribuye a él una frase, a Porfirio Díaz: ‘pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos’. Y ahora, puedo decir, que es bueno que México esté tan cerca de Dios y no tan lejos de Estados Unidos… nuestra vecindad nos va a permitir desarrollarnos mejor, el integrarnos como se ha hecho con el Tratado, que América del Norte se complemente, se integre, en lo económico, en lo comercial ante la evidente expansión, de otras regiones del mundo”.
Pero el mensaje pudo ser virtual pero eso no les impidió a los presidentes decirse mutuamente palabras de su agrado. O al menos del gusto de la concurrencia, del respertable, como se le llamaba antes al público del teatro.
Biden se mostró guadalupano y recordó el rosario tepeyaquense, en manos de su hijo a la hora de la muerte, porque como todos sabemos, Biden es el segundo presidente católico en los Estados Unidos cuyos respetos a la Madre Morena (la otra) llegaron hasta su discurso electoral. El otro fue John Kennedy, como bien se conoce. Y por si fuera poco para complacer a la respetable raza de bronce, en el despacho oval de la Casa Blanca, Biden tiene un bronce con el busto de César Chávrez, el activista agrícola mexicano de California cuya estatura es ahora mítica como nunca antes.
“Hemos visto una y otra vez, el propósito y el poder cuando cooperamos. Y estamos más seguros cuando estamos juntos, ya sea cuando abordamos los retos de nuestra frontera compartida o poner bajo control esta pandemia…en la Administración de Obama-Biden nosotros hicimos un compromiso de que íbamos a tratar a México con igualdad, no alguien que está al sur de la frontera.
“Lo que hagan en México y el éxito que tengan impacta dramáticamente para cómo se verá el resto del hemisferio”.
Esta frase cabe perfectamente en la definición del Señor Presidente sobre el papel de México en el desarrollo de Norteamérica. La bujía norteamericana.
“Estoy ansioso de comenzar nuestro diálogo hoy y los demás que tendremos en el futuro, como vecinos y como socios”.
Pero la realidad habla de otro modo. La Casa Blanca ha dicho nones cuando se le ha pedido compartir sus vacunas con México. El Coronavirus no pasa ni por la bandera del águila y la serpiente, ni por las barras ni las estrellas.
Mucho amor en los versos, nada en concreto a la hora de los dones.
Pero del fondo de esta reunión poco se sabe. Y menos se sabrá, porque una cosa son los caramelos y los confites en la charola de los anfitriones y otra el duro lenguaje de la realidad, especialmente de esa expresada hace apenas unos días en la cual el gabinete americano analizó la evolución de la contrareforma eléctrica, cuya tendencia estatista y monopólica es adversa a los dictados neoliberales del Temec.
Y un poco de vuelta a la historia. El autor del ya mencionado lamento geográfico celestial entre Dios y los gringos, fue debido al ingenio de Nemesio García Naranjo, quien junto con José María Lozano, Francisco M. de Olaguíbel y Aquiles Elorduy. Todos ellos, junto con Querido Moheno, y la prensa “Fifí” de entonces, inspiraron aquel famoso “cuadrilátero” cuya potencia destructiva desde la Cámara de Diputados minó al gobierno de Francisco I. Madero.
Pero haya sido quien haya sido el autor de la frase, la queja tiene mucho de cierto. Es históricamente comprobado, más exacta de la halagadora paráfrasis presidencial de ayer pronunciada con ánimo simpático para iniciar las reuniones así sea virtuales con Joe Biden, quien no se cuece al primer hervor, ni se deja seducir por cualquier canto de sirena y sobre cuya gestión en la Casa Blanca no conocemos (no somos iraquíes), ni lo bueno ni lo malo.