Posverdad
El talante leonino del presidente Trump se ha manifestado en diversos espectros de la cotidianeidad en la toma de decisiones. El conocido rechazo a los migrantes indocumentados y las invectivas hacia México han puesto de nueva cuenta en jaque al gobierno mexicano. El anuncio del presidente estadounidense sobre el aumento arancelario a las importaciones mexicanas, expone al mandatario y su estilo personal de gobernar.
El presidente Trump, recoge lo más primitivo del quehacer político. Es instintivo y no duda en exhibir su histriónico egoísmo. Trump hace recordar a Zampanó. Aquel personaje interpretado por el actor de origen mexicano, Anthony Quinn en la película de Fellini, La Strada, galardonada con un Oscar en 1954. Zampanó era un gitano abusivo que se ganaba la vida en las calles haciendo actos circenses en una Italia en plena posguerra. Tras haber comprado a Gelsemina, una joven sin ningún horizonte promisorio, Zampanó logra llevarla consigo tras la seductora idea de una vida bohemia dedicada al baile y el canto. El espectáculo callejero de Zampanó no solo era menor respecto a otras exhibiciones circenses (que consistía en “romper unas cadenas con la fuerza de sus pulmones”) sino que Gelsemina jugaba un papel secundario que la alejaba de los grandes reflectores con los que ella soñaba. Después de abusos, gritos y malos tratos, Gelsemina intentó escapar y dejarlo. Tras el fallido intento y continuas humillaciones, Gelsemina transformó su odio y se resignó a que su destino estaba atado al del gitano. Tal vez Zampanó ocultaba su amor, lo que le impedía dejarla. La sobrevivencia de su relación dependía entonces de la opresión y la subordinación. El abuso era justificado porque tenía un propósito: la búsqueda de una redención.
En el caso de la relación entre Estados Unidos y México la asimetría de poder está presente. La postura del presidente López Obrador frente al último embate del ocupante de la Casa Blanca se diluye. Las alusiones a que México se convertirá en una “potencia con dimensión social” y que “en poco tiempo los mexicanos no tendrán necesidad de migrar a Estados Unidos”, lo coloca en el renglón de la épica. El mandatario no tiene reparo en recordar la relación entre Juárez y Lincoln, así como el entendimiento entre Roosevelt y Cárdenas. Los hombres fuertes le son cercanos al presidente. No obstante, resulta paradójico que haga una diferenciación entre “los hombres de Estado y los de nación”. Si bien ambos llamados a buscar soluciones pacíficas al conflicto, lo hombres de nación “aún más”. Estos últimos, están obligados a “llevar a la práctica, por siempre, el bello ideal de la no-violencia”. Es decir, el presidente se arroja al campo de la moralidad, de una cruzada justiciera, “por encima de las fronteras nacionales”. La respuesta del presidente es un tratado de buenas intenciones ante problemas de carne y hueso. Por un lado, el presidente decide optar por la aversión al conflicto. Por otro, el abusivo se alimenta del miedo. La inexplicable propensión de López Obrador a enfrentar los retos del país mediante la nostalgia del pasado lo rinde vulnerable.