En mi columna titulada El T-MEC y las opciones de AMLO, publicado el pasado 29 de Agosto, comenté que el Presidente López Obrador no haría un pronunciamiento nacionalista y no anunciaría la salida del TMEC: “no lo hará el 16 de Septiembre. De hecho, sería un error hacerlo ese día y él lo sabe.” Eso fue precisamente lo que sucedió, no mencionó absolutamente nada.
En ese mismo artículo, expliqué que existían otras alternativas, entre las cuales está que AMLO pudiera ofrecer a los inversionistas norteamericanos y canadienses adquirir sus empresas.
Hay muchas especulaciones sobre las razones del “cambio de actitud” de AMLO. Las más repetidas por los analistas mexicanos es que Biden le leyó la cartilla, además de la visita del Secretario de Estado Blinken, que según se dice llegó a dar golpes en la mesa, y por eso López Obrador se echó para atrás. Considero que ese análisis es simplista, López Obrador, como decimos en México, no traga lumbre. De hecho, pienso que desde el primer momento él tenía claro que de considerar que México podría resultar perdedor en el Panel de Evaluación del Tratado, tendría que tener un plan B, ya que no convendría llegar a esa situación (ser merecedor a una sanción a causa de la violación al tratado). Ante ese escenario, lo más probable es que él vaya por algún tipo de negociación que podría incluir la adquisición y/o directa indemnización a las empresas.
Las empresas norteamericanas que vinieron a México, lo hicieron por razones monetarias. Si López Obrador les garantiza una tasa de retorno similar a la que calcularon al decidir invertir en México, probablemente estarían dispuestas a negociar con el gobierno. De hecho, López Obrador podría seguir el mismo esquema que utilizó con los tenedores de bonos del NAIM, con las empresas de los gasoductos y con la empresa cervecera de Mexicali que canceló.
De tomar esta decisión, existe la posibilidad que el desembolso para el gobierno mexicano fuera menor a los 30,000 millones que han anunciado muchos analistas, que, según ellos, costaría el cambio de las reglas del juego en la industria energética. Seguramente su Secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez De la O, experto en banca de inversión y que tiene además un perfecto conocimiento del ambiente empresarial en Estados Unidos (su propio bufete lo tiene en Houston) ya le advirtió esto.
López Obrador ha repetido en repetidas ocasiones que las empresas extranjeras tienen créditos de la Banca de Desarrollo. Si estos créditos llegaran, por ejemplo, al 30% de la inversión total, representarían unos 9,0000 millones USD los cuales podrían ser capitalizados. Esto reduciría el desembolso para el gobierno a 21,000 mdd, asumiendo que los números de 30,000 que han anunciado son correctos. Este análisis seguramente ya fue presentado al Presidente por el Secretario de Hacienda
Una vez determinado el monto neto de las inversiones, se negociaría con las empresas estadounidenses y canadienses de infraestructura energética de tal modo que se les garantice el pago durante los próximos 20 o 30 años de acuerdo a las mismas estimaciones que hicieron estas empresas cuando decidieron invertir en México. Esta estrategia tiene además la virtud de que podría negociar con cada una de las empresas distintos esquemas, si es que algunas les interesara quedarse con el nuevo acuerdo que, según la ley, dice que permite revender hasta el 46%.
No se puede negar, que este esquema de negociación de divide y vencerás es un área de expertise de AMLO y en este contexto, ha demostrado ser muy efectivo. No debemos subestimar al Presidente, al fin y al cabo, hasta a Alito logró convencer de los grandes beneficios de la 4T para México, ¿no podría convencer a los empresarios norteamericanos y canadienses?