Me llamó mucho la atención que haya un anuncio sin muchas explicaciones y que se haya suspendido la feria del libro de Oaxaca organizada por la Asociación Civil Fondo Ventura, dirigida por Vania Reséndiz. Me cuesta trabajo comprender la falta de solidaridad de las entidades federales y locales, además de la iniciativa privada.
Hago la siguiente reflexión de lo que ha sucedido los últimos 20 años. Sin mucho análisis, solamente sumando eventos a simple vista. Con Peña, la Cultura en México pasó a ser de el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a una secretaría de estado, y eso la convierte a la cultura en una cuestión de estado, de manera paralela que se escribe en la constitución que todo mexicano tiene derecho a la cultura. Sin embargo la palabra derecho no necesariamente establece una obligación. Es más bien como una especie de inferencia, que se asume que si hay el derecho se asume una obligación del gobierno. Semántica.
Antes de ser Secretaría, el rubro de cultura se manejaba como si fuese entretenimiento y ocio, ahora debido a varios sucesos queda un poco borroso qué sucede, al morir Tovar y de Teresa a la mitad de la transición entre Consejo y Secretaría, se quedó un proceso incompleto, después llego el cambio drástico de gobierno y la 4T con una política cultural diferente, que generó que los sueldos de inmediato fueran reducidos al 50% como política de austeridad, debido a que todos los artistas se les podía ver en sus BMW y sus Rolex. Se fracturó la confianza en las Asociaciones civiles y fideicomisos.
El anuncio de la suspensión de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO) es mucho más que una noticia local: es un síntoma preocupante de lo que ocurre con la cultura en México. La feria, que este año habría celebrado su edición 45, aparece en la lista de beneficiarios del Programa de Apoyos a Festivales Culturales y Artísticos (Profest 2025), y aun así se anunció que no se llevará a cabo. Paradoja, subtexto, chequeo de realidad. Todo suma, en este caso todo resta. Cuando no se aplican los presupuestos, estos se pierden.
El comunicado oficial habla de “tomar una pausa para crecer”, pero entre líneas se reconoce que las condiciones actuales, sobre todo en el ámbito del financiamiento cultural, impiden realizar la feria con la calidad que la ha distinguido. Dicho de otro modo: no hay recursos suficientes, ni certezas.
La falta de confianza es el colapso de cualquier sociedad. La falta de cultura es peor. Este caso no es aislado. En distintos estados, festivales y encuentros culturales enfrentan la misma problemática: dependen de apoyos institucionales que se retrasan, se reducen o simplemente desaparecen. Y aunque se insiste en el discurso oficial que la cultura es un derecho, lo cierto es que en la práctica el ecosistema cultural mexicano vive en la precariedad.
La situación se agrava con la centralización de los recursos. Los grandes proyectos —como el megaproyecto Chapultepec en la Ciudad de México— concentran inversión y atención, mientras que iniciativas independientes o regionales, que han construido tejido comunitario por décadas, quedan relegadas. En Oaxaca, donde la cultura no es accesorio, sino motor económico y expresión de identidad, la suspensión de la FILO es un golpe especialmente doloroso.
Frente a este panorama, la creatividad cultural busca alternativas: patrocinios privados, esquemas híbridos, subastas, crowdfunding. Sin embargo, no todos los proyectos pueden adaptarse a esa lógica. Paradójicamente, quienes más sufren son los festivales consolidados, aquellos que no pueden bajar su nivel sin traicionar su propia historia y a su público.
Lo que está pasando con la cultura en México es, en el fondo, una tensión entre tres fuerzas: la fragilidad del financiamiento público, la concentración de recursos en proyectos emblemáticos y la resiliencia de una comunidad artística que no deja de reinventarse.
La pregunta de fondo es inevitable: ¿queremos una cultura construida sobre monumentos y megaproyectos, o una cultura que sostenga lo cotidiano, lo comunitario y lo plural?
Porque cuando una feria del libro con 45 años de historia no puede realizarse, no es la feria la que falla: es el país que olvida que la cultura no es un lujo, sino un pilar de su futuro. Sobre todo en lugares como Oaxaca donde la cultura es su identidad y debiese de ser ejemplo para el resto del país para poder tratar de hacer tejido social.







