Las tendencias mundiales por las energías limpias nos han hecho pensar que el futuro del petróleo es poco halagüeño, influenciados tal vez por la cultura automovilística que imperó el siglo anterior, pero ojo, el porvenir se ve obscuro para la gasolina y los combustibles que alimentan las máquinas de combustión, no así para los múltiples derivados del petróleo que forman parte de la vida cotidiana.
El olfato aguzado del hombre más rico de México, le ha hecho voltear a ese mercado, el de los hidrocarburos y sus derivados, y aunque ha manifestado estar presente en esa industria desde hace quince años, sus inversiones recientes nos indican que habrá de aumentar su participación en el estratégico sector.
Hay dos factores que pueden estar causando ese interés. Uno es la oportunidad de incrementar su presencia en un mercado que aparentemente va a la baja, que le brinda la opción de comprar barato y otra, que la industria petrolera nacional, dominada por el oligopolio de Pemex, tiene condiciones de fragilidad financiera y operativa que harán muy difícil su permanencia dominante en el sector sin la inyección de recursos frescos, mismos que en el futuro próximo no podrán provenir del gobierno federal.
La relación privilegiada que ha establecido con el régimen, dígase el presidente, lo pondrían en la línea de salvamento de una empresa, que, como está, no tiene futuro. La venta de petróleo crudo es su actividad más rentable, pero en refinación y transformación pierde consistentemente.
Puede ser casualidad, sospecha sin fundamento, o un verdadero olfato de mercado, que el interés del señor Slim en los hidrocarburos se haya intensificado en este sexenio, pero los indicadores del creciente interés en el sector, son evidentes. En noviembre a través de sus financieras otorgó un préstamo por 408 millones de dólares a Braskem Idesa, empresa petroquímica brasileña, destinados a financiar la conclusión de una terminal de importación. Braskem Idesa está asociada con el grupo mexicano IDESA, del cual Inbursa se convirtió en accionista mayoritario el año pasado.
Ahora bien, meses atrás Braskem Idesa vio suspendido el abasto de etanol por parte de Pemex que desconoció contratos firmados con la anterior administración, lo que afectó negativamente los flujos de la empresa.
La incógnita es: porqué invierte Slim en una empresa que vende polietileno, que tuvo problemas con el gobierno y cuyo spread, la diferencia entre el precio de compra y el de venta de un activo financiero, cayó 16% en el año hasta septiembre, Visión de futuro dirán, y acertarán.
Por otra parte, la firma de inversión familiar de Slim, Control Empresarial de Capitales, ha acumulado participaciones por valor de 327 millones de dólares en Talos Energy y Harbour Energy y por separado adquirió el 48% de Talos México, lo que le permite ingresar a la explotación del campo Zama, uno de los proyectos petroleros más prometedores de México, en la que tanto Talos, como Harbour Energy poseen las participaciones mayoritarias. (El Financiero, Dic. 18/2023).
Adquirió además en acuerdo con PetroBall, el 100% de la participación en los campos petroleros Ichalkal-Pococh, en una operación valuada en 530 millones dólares. Y desde enero de 2021 Control Empresarial se convirtió en el principal accionista de PBF Energy, y el segundo mayor en PBF Logistic ligados a la refinación y gasoductos. Todos estos datos se han hecho públicos en los medios nacionales.
Como se puede ver, el interés por aumentar la participación en el sector de los hidrocarburos, obliga a especular, especialmente en un momento en que la situación financiera de la empresa estatal es crítica y que el esfuerzo gubernamental, inyectándole casi dos billones de pesos ha resultado nugatorio y continuarlo compromete la salud de las finanzas públicas, lo que abre una ventana de oportunidad para un empresario audaz.
No es un secreto la relación estrecha que tiene el señor Slim con el presidente, lo que lo hace potencialmente poseedor de información privilegiada, o al menos, por la cercanía, intuir el sentido de las políticas venideras y eso lo ha hecho voltear hacia la industria, o bien es solamente su olfato y aguda percepción, lo que lo hace avizorar que rescatar a Pemex y al sector energético nacional requerirá forzosamente de la participación privada y quiere tener un lugar preponderante.
No se puede descartar que, tal como se intentó en administraciones anteriores, salvar a Pemex implique quitarle el lastre de sus áreas petroquímicas que operan con pérdidas y trasladar sus funciones a empresas privadas, dejando el crudo en el dominio nacional por aquello de la soberanía.
Sean esas las razones o tengan sentido las especulaciones, lo cierto es que en el futuro del petróleo mexicano estará presente Carlos Slim, posiblemente salvando y modernizando a Pemex, como lo hizo con Telmex. Su relación con el poder lo tiene en situación privilegiada.