“El dinero no huele” respondió el emperador Vespasiano (9-79 d.C.) a su hijo, cuando éste le recriminó por cobrar un impuesto sobre la orina recogida de los urinarios públicos de Roma, utilizada para blanquear telas y lana.
Esa fea costumbre de buscar dinero, venga de dónde venga, está vigente y en Querétaro enturbia más el ambiente de desconfianza hacia las acciones y decisiones de los gobiernos estatal, municipales y de los legisladores locales, derivadas principalmente por el exceso de improvisación y la falta de quehacer político y empatía hacia la población. A la muy discutida, por arbitraria y abusiva ley de aguas, se suma el caso del mercadeo de perros y gatos descubierto a raíz del accidente que sufrió el camión que los trasladaba hacia el norte del país.
Al verse expuestas, a las autoridades municipales de Corregidora no les quedó más que reconocer que habían contratado con la empresa comercializadora de “peludos y lomitos” el “acopio de felinos” dice el acuerdo, pero aseguran que fue ¡hace muuucho!, como uno o dos años y que el comerciante se los pagaba con una bolsa, entiéndase bolsa de a kilo, de croquetas, por cada gato entambado. Sobra decir que no es creíble que no haya habido dinero de por medio. Por su parte, el presidente municipal de El Marqués, lugar en donde se asienta una nave industrial de la empresa con giro de gatos y perros, no da la cara, cosa que no es extraña, y sus inspectores se limitan a negar que le hayan otorgado permisos y que desconocían su existencia y dicen que vieron por un “hoyito” de la puerta que no hay actividad en el lugar, de su versión esto último es lo único creíble.
No preocupa la falta de ingenio de los gobernantes, ni su anosmia (pérdida del olfato) tanto como enoja la de transparencia de sus actos que desemboca en especulación y consecuente desconfianza. Sí es posible que a alguien se le ocurra negociar llevando perros y gatos muertos a una universidad norteamericana, en donde evidentemente se los han de pagar bien para hacerlo costeable; sí es posible que allá sí incineren a las mascotas que se les mueren y no haya en existencia para estudiarlos; sí es posible que el gobierno de ese país no permita ni el maltrato, ni la muerte masiva en las perreras, ni su exportación para estudiarlos y sí es posible que cumpla con el compromiso social de darles buena vida. Aquí en Querétaro, en cambio, mientras decenas de benefactores rescatan gatos y perros callejeros o maltratados y hasta enfermos, y los mantienen a su costa, esterilizan, vacunan y cuidan sin esperar retribución alguna, las autoridades los venden y abren un boquete de desconfianza entre la ciudadanía que tiene derecho a saber si quienes abastecen ese mercado ¿venden los destinados a la muerte en los CAAM o a cualquier peludo que atrapen sin averiguar? ¿Hay proveedores de baja monta, tal y como se han visto por lugares despoblados o rancherías, llevándose a los perros callejeros en camiones repartidores de refresco o de tanques de gas? ¿Habrá criaderos de perros y gatos para ese fin? ¿Acaso las incineradoras de mascotas pueden entregar “gato por liebre” y duplicar el negocio o hay alguna autoridad que verifique la certeza de sus actos?, digo, porque el precio por cremación de mascotas ya alcanza niveles de entre tres y hasta cinco mil pesos, porque el amor hacia ellas induce a sus “humanos” a pagar, cremación individual en lugar de colectiva, urna, huellita, mensaje grabado en placa especial y a veces, hasta ceremonia.
Para aquellos cuyo olor del dinero no les importe, aquí va una serie de ideas ya probadas: en la antigua Roma penalizaban con un impuesto la soltería. Siglos después en Europa se cobraban impuestos por los sombreros, por llevar barba, en la compra de naipes, por las ventanas porque las mansiones tenían más y para evitarlo, muchos optaron por tapiarlas; otro impuesto fue por cada mil ladrillos usados en la construcción, para disminuirlo se fabricaron ladrillos más grandes; en Rumanía se cobraba “un impuesto al celibato” a las mujeres que no tuvieran hijos. También en el Mexico de Santa Anna se cobró impuesto por puertas, ventanas y perros y este cobro concluyó no porque el Presidente recapacitara sino porque salía más caro hacer el censo. Dice la historia que estos y muchos otros impuestos extravagantes se imponían para mantener a los ejércitos permanentemente en guerra, aún así, nunca se supo de algún pequeño gobernante que vendiera o cambalacheara perros y gatos. Bien se ha dicho ya, que Querétaro es líder en emprendimiento. Al Tiempo.