El pasado viernes 22 de agosto Querétaro enfrentó lluvias torrenciales que pusieron a prueba no solo nuestra infraestructura, sino también nuestra capacidad de respuesta como sociedad. Las imágenes de calles anegadas, colonias afectadas y familias preocupadas por la seguridad de sus hogares nos recuerdan algo fundamental: en medio de cualquier contingencia, lo más importante es tener sensibilidad con las personas más vulnerables.
La fuerza de la naturaleza siempre nos enseña lecciones. Las lluvias intensas son un recordatorio de que vivimos en un territorio donde el agua puede ser escasa en algunos momentos, pero también abundante y peligrosa en otros. Y frente a esa dualidad, necesitamos solidaridad y empatía. En situaciones así, no importan las diferencias políticas, sociales o económicas; lo que cuenta es que seamos capaces de tender la mano al vecino, de trabajar juntos y de proteger a quienes más lo necesitan.
Las muertes a causa de las lluvias nos estremeció a todos y como Quadratin lo menciono en una de sus notas: las lluvias dejaron familias incompletas. El caso de Matías, cuya historia nos partió el alma y el corazón, refleja el rostro más doloroso de la tragedia y nos hace voltear a ver lo verdaderamente importante: el bienestar de las familias.
La prioridad en estos días debe estar en garantizar que quienes resultaron afectados tengan refugio, alimento y atención inmediata. Que no quede nadie en el desamparo, que el apoyo llegue sin distingos y que podamos confiar en que cada acción está puesta al servicio de proteger la vida. La contingencia no solo requiere acción rápida de las autoridades, también nos convoca a todos a practicar la empatía, a no mirar hacia otro lado cuando alguien necesita ayuda.
Al mismo tiempo, estas lluvias nos obligan a reflexionar. Si bien los fenómenos meteorológicos no son controlables, sí podemos anticiparnos mejor a sus impactos. Planificar con visión, invertir en infraestructura, respetar las zonas naturales de recarga y manejar responsablemente el territorio son decisiones que pueden marcar la diferencia entre una ciudad vulnerable y una ciudad resiliente.
Pero más allá de lo técnico, lo más profundo es la sensibilidad. Cada rostro que vimos preocupado por el nivel del agua en su casa, cada comerciante que temió por su patrimonio, cada familia que abrazó a sus hijos buscando calma, nos recuerda que la agenda pública siempre debe tener como centro a las personas.
Querétaro saldrá adelante, como siempre lo ha hecho. Pero la verdadera enseñanza que nos dejan estas lluvias es que la unión, la solidaridad y la sensibilidad hacia los más vulnerables deben ser el cimiento sobre el cual construyamos un futuro más seguro.
