Ariel González
Recién llegada a la Presidencia de la República, Claudia Sheinbaum ratificó lo que durante toda su campaña electoral vino diciendo: no habrá cambio en la estrategia de seguridad, “seguiremos abrazando a los jóvenes”. El 8 de octubre, confirmando lo anterior, anunció que jamás regresaría “la guerra contra el narco” del expresidente Felipe Calderón, cuando este llevó al Ejército Mexicano a combatir a estos grupos criminales.
El mes pasado, Sheinbaum también negó las críticas hechas por el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, a la estrategia de seguridad del expresidente Andrés Manuel López Obrador, e insistió en que con Estados Unidos habrá “coordinación, no subordinación”.
Sin embargo, de pronto hemos pasado de los “abrazos” a los “balazos”. En Sinaloa, en los hechos, la Guardia Nacional y el Ejército (nadie ve ya la diferencia) han tratado de imponer el orden cobrándose no pocas vidas y, según algunas denuncias ciudadanas, violando derechos humanos y recurriendo a ejecuciones extrajudiciales (con el viral “mátalo, mátalo”) que según la Presidenta Sheinbaum ya no ocurren en la Cuarta Transformación.
Otras acciones, igualmente vistosas, confirman el giro que están tomando los acontecimientos. Destaca el celebrado (incluso por diversos sectores de oposición) Operativo Enjambre, que permitió identificar y capturar a decenas de funcionarios públicos municipales del Estado de México relacionados con el crimen organizado, entre ellos cinco directores de seguridad pública, un director del DIF y la alcaldesa de Amanalco, María Elena N. Es decir, un montón de funcionarios de la 4T –de esos que “no son iguales” a los anteriores– eran protectores, cómplices o parte de una extensa red criminal dedicada al narco, el secuestro y la extorsión.
Luego tenemos el decomiso récord de más de una tonelada de pastillas de fentanilo en el municipio de Ahome, Sinaloa, que representan –dijo la Presidenta Sheinbaum– “más de 20 millones de dosis”, junto con el desmantelamiento de tres narcolaboratorios de metanfetaminas. ¿Cómo es eso posible si el padre de la Cuarta Transformación negó en diversas oportunidades que tuviéramos laboratorios de Fentanilo o (luego) que la producción de fentanilo “era poca” y que la mayor parte de las sustancias precursoras venían de China?
Al mismo tiempo, miles de presuntos delincuentes que han cometido crímenes de alto impacto han sido detenidos en lo que va del sexenio (más de 5 mil, dijo ufano García Harfuch la semana pasada). Son en su mayoría jóvenes a los que el gobierno de la 4T decidió no seguir “abrazando” y con los que, por lo visto, ya no va a construir “el futuro”, como tenía planeado.
Por lo demás, el gobierno de Sheinbaum ha detenido hasta ahora a más de 350 mil migrantes, lo que significa un promedio de 5 mil 234 detenciones diarias, muchas más que durante el gobierno de su maestro y líder, López Obrador, para un mismo periodo de dos meses. Y a eso hay que añadir el golpe al corazón del comercio chino en la Ciudad de México (Izazaga 89), donde se incautaron más de 90 mil productos.
¿Qué fue lo que hizo que el gobierno de Claudia Sheinbaum comenzara a dar un giro en la estrategia de seguridad (cuyas noticias y resultados nos recuerdan inevitablemente “la guerra de Calderón), pero también en la política migratoria y comercial”? Es Imposible no vincular estos cambios con la próxima llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y las amenazas que ha venido profiriendo en torno de la migración ilegal, el narcotráfico y los negocios chinos en México.
Estas acciones han sido aplaudidas por todos. Incluso Biden las ha reconocido y agradecido, pero desafortunadamente él ya se va y quien llega no parece muy impresionado que digamos por la buena letra que está haciendo el gobierno mexicano al cinco para las doce de su arribo a la Casa Blanca.
En casi todos los rubros, el rezago que dejó el sexenio de López Obrador es enorme o muy grave. Y en materia de seguridad ocurre lo mismo: demasiados “abrazos” y tiempo perdido, demasiadas complicidades como las que reveló el Operativo Enjambre, demasiada porosidad en nuestras fronteras y aduanas, y mucha, muchísima corrupción que tiene como principal aliada la negación del problema. ¿Qué puede cambiar en unas cuantas semanas el gobierno de Sheinbaum frente a estructuras delincuenciales muy añejas y poderosas que no sólo se fortalecieron sino que se multiplicaron en el sexenio de López Obrador llegando a los más altos niveles?
No digo que lo hecho hasta ahora no sea positivo. Digo que incluso si estas acciones se sostienen y no son una mera mascarada cuatrotera, es muy posible que resulten insuficientes para cambiar la percepción de Trump y sus electores, ansiosos de ver a su gobierno apretando al mexicano de forma draconiana.
Porque así como el gobierno populista de Sheinbaum ha creído seguir un “mandato popular” a la hora de destruir los contrapesos, el Poder Judicial y las instituciones autónomas, así también el populista Trump cree que el pueblo de Estados Unidos votó para acabar con la migración ilegal, el tráfico de drogas desde México y las prácticas comerciales que le han hecho “perder empleos” y ganancias. Y entonces es muy conmovedor ver cómo una populista quiere hacer entrar en razón a otro populista, cuando es claro que los dos “tienen otros datos”.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez