Esta noche mientras escribía me llegó la noticia de la muerte de Marciano Cantero, el vocalista y bajista de Los Enanitos Verdes, uno de los grupos emblemáticos de mi generación. Quizá existieron mejores agrupaciones, como Soda Stereo, en la cima de mi gusto musical, sin duda, pero los enanos siempre estuvieron ahí para externar el lado romántico del rock en español.
Marciano encontraba en sus letras las palabras precisas, básicas quizá, pero claras y honestas en una época en que “Las Viejas Cartas” eran necesarias, útiles para acercarse o para pedir “Otra Oportunidad”.
Los Enanitos Verdes eran una gigantes que te motivaban a saltar del otro lado de “La Muralla Verde” para no esconder el amor y asimilar los primeros dolores juveniles.
El disco Tracción Acústica me acompaña hasta la fecha y quizá lo haga, como dice la canción “Por el resto de mis días” o la ilusión de que al tomar el metro pudieras encontrar esa mirada cómplice de la chica del otro lado del andén sin saber cómo acercarse y decir hola, como dice el rock and roll con “Te vi en un tren”.
Hoy que murió la mujer más conocida en un siglo, la más fotografiada y por quien se han escrito más noticias también debe haber espacio para la muerte de “El Guerrero”, quizá para el mundo sea solamente “El Extraño de Pelo Largo”, pero es mucho más, aún con toda esa aparente timidez de quien dice “No me verás”.
Catorce discos de estudio y cuatro álbumes en vivo son un legado de un grupo que de enanitos sólo tenían el nombre, ya que su enrome figura se agiganta con el tiempo.
Marciano ya se marchó y no volverá; ha cruzado el río y cumplido su sueño de llegar al mar.
El Lamento no sólo es boliviano, la partida del hombre de los ojos chicos y los grandes lentes impacta a todo un continente, a una generación que lo despide con el sonido de las “Guitarras Blancas”.
Gracias Marciano, sin duda eres uno por los que puedo decir que “Aún sigo cantando”, como en aquellos tiempos en que todo era un buen motivo para decir te quiero.