Los 25 años continuos de médicos en la Rectoría de la UNAM están a punto de terminar.
Quien resulte el sucesor de Enrique Graue pondrá fin a 25 años de rectorados emanados de la facultad de Medicina.
Juan Ramón de la Fuente, José Narro y Enrique Graue salieron a sus rectorados después de haber sido directores de la mencionada escuela de medicina de la UNAM.
Sin duda que en ese lapso se han dejado huellas positivas en el desempeño de la Máxima Casa de Estudios.
Pero también hay rezagos graves que han hecho crisis justo en el momento menos oportuno y más delicado de la historia universitaria reciente.
Es evidente que a los rectores médicos nunca les pareció importante mantener actualizada y afinada la legislación universitaria
Se puede acusar a Graue de ser el responsable actual del problema y el poco prestigio que le queda al rector acabará pagando la factura, pero en estricta justicia él es tan culpable como José Narro Robles y el propio Juan Ramón de la Fuente, pues ninguno de los tres consideró prioritario mantener actualizado y vigente el marco normativo de la institución, para evitar lo que hoy vive la UNAM: el desprestigio por no poder resolver un plagio, y el asalto a su autonomía, desde el Poder Judicial, por no tener una legislación suficiente y actual para prever un caso tan claro y reprobable.
La razón del abandono y atraso de la legislación universitaria es simple y clara: para los tres doctores que han ocupado la Rectoría, y en general para el gremio médico universitario, la normatividad no ha sido y nunca fue una prioridad. No la entendían y no les interesaba porque creyeron que siempre iban a poder salir de los problemas, con sus relaciones políticas y con su fortaleza como gremio. No la entendían y la despreciaban, hasta que le estalló en la cara al actual rector, Enrique Graue, y su desconocimiento de las reglas universitarias se hizo tan evidente que resultó escandaloso.
El abandono y atraso del cuerpo de normas que rigen la vida universitaria ha provocado que, con el autogobierno universitario, la autonomía, se convierta en un discurso demagógico, en una quimera.
Durante el largo período de los médicos en la Rectoría, ese descuido de su normatividad, es ahora la puerta de acceso a recurrentes violaciones a la autonomía universitaria. Si la UNAM no tiene normas eficaces para resolver sus conflictos internos, o no las usa por el nulo criterio jurídico de sus rectores y de sus abogados, generalmente salidos del Instituto de Investigaciones Jurídicas desde los tiempos del último rector abogado: Jorge Carpizo, jueces de los más diversos niveles son los que acaban dirimiendo los conflictos y ordenándole a las autoridades universitarias lo que deben y lo que no deben hacer, hasta en los casos de imposición de sanciones académicas menores.
No será nada fácil, pero para detener el deterioro de su autonomía, tan descuidada por los médicos rectores, a la UNAM le urge iniciar un gran programa de reforma, modernización y actualización a su Estatuto y demás normas internas, que le permita dirimir, sin lugar a dudas y sin intervención de jueces y magistrados de dudosa probidad, como la que le concedió una suspensión definitiva a Yasmín Esquivel, sus conflictos internos.
Esa reforma a las normas internas vigentes en la UNAM, no podría venir de otro médico en la Rectoría, pues su limitada visión y sus intereses de grupo, son justo lo que ha dado amenazado y vulnerado gravemente, la autonomía universitaria, en un momento clave de la historia nacional.
El próximo lunes haremos un recuento de los retos que tiene enfrente de manera inmediata la UNAM y un análisis de los perfiles de quienes se han mencionado como posibles sucesores de Enrique Graue.