JUEGO PROFUNDO
Atodos nos gustan los superhéroes; y nos gustan porque nos hacen pensar y creer que incluso ante las adversidades y dificultades, podemos salir fortalecidos e incluso cambiar nuestra vida. Básicamente, lo que define a un Superhéroe es la capacidad para realizar hazañas y proezas que en teoría ningún simple humano podría realizar. Y no solo me refiero a proezas físicas, sino también a aspectos inspiraciones y emocionales.
Y en ese sentido, de alguna manera, los superhéroes toman la forma de nuestros miedos, pero sobre todo, de nuestras esperanzas y de nuestras expectativas; la diferencia verdaderamente sustancial entre esos seres poderosos y nosotros, es su decisión a actuar, están decididos a formar parte de la forja de su propio destino. Es decir, fabrican su propia historia y eso no es nada sencillo de realizar. Aunque todos tengamos el poder de hacerlo, no todos tenemos la capacidad de elegir nuestro propio destino o incluso, si tenemos la capacidad con frecuencia nos rehusamos a hacerlo. Por eso, esas figuras casi mitológicas son fascinantes, ya que tienen tal poder que por mera inspiración pueden ayudar a modelar la vida de los demás, y esto es porque se toman en serio lo que son y lo hacen con pasión. Los superhéroes están ahí para recordarnos que podemos ser valientes, inteligentes, hábiles y poderosos. Y afortunadamente, los superhéroes no están únicamente en los comics; algunas veces, la vida nos permite disfrutar de individuos extraordinarios. Y como tal, la vida nos permitió disfrutar de las habilidades de Kobe Bryant.
“Todos querían hablar siempre de las comparaciones entre él y yo… Saben, todos tenemos hermanitos y hermanitas que, por alguna razón, siempre se meten en tus cosas. Tu armario, tus zapatos, todo. (Kobe) Era molesto, si puedo decir esa palabra… Pero esa molestia se convirtió en amor, después de un tiempo”.
Con esas palabras, el mejor jugador de baloncesto de la historia, el hombre que volaba, el que desafió la gravedad: Michael Jordán, se refirió a Kobe Bryant en el homenaje póstumo que se le brindo a él y a su hija el pasado 24/02/20. Fecha que por cierto, contiene un importante simbolismo, ya que ya que el 2 es el número que portaba la pequeña Gigi, el 24 es el que llevó Kobe Bryant gran parte de su carrera, y el 20 es el número de temporadas que jugó en los Lakers.
Kobe, al igual que Jordán, era un superdotado, y el que alguien sea superior a otros en algún sentido no quiere decir que por ello haya de ser heroico. La heroicidad ha de conquistarse en múltiples y reiteradas batallas libradas no sólo contra sus rivales, sino contra uno mismo: el verdadero héroe saca de sí mismo la fuerza para existir tal y como es, sin inventar artificios ni restando valor a sus obras y esto era tan común y repetitivo en Kobe que ya no lo notábamos: hizo de esto, un accionar de todos los días. Era un atleta que inspiraba, de esos que con humildad hacen posible lo imposible con maneras estéticas y deliciosas.
Además de todos los títulos conquistados y de sus habilidades extraordinarias que lo señalaban como el relevo natural de Jordan, Kobe se caracterizaba por una sencillez espectacular. El mismo Michael Jordan se refirió a Kobe primero como su amigo, como un ser apasionado que siempre buscaba ser mejor persona, mejor padre y mejor deportista, y en eso radicaban los súper poderes de “Black Mamba”: En la pasión y en la sencillez y todo lo que generaba a su alrededor; y seguramente ahí puede estar la semilla de su propio mito: todos queríamos ser como él, y él, solo quería ser mejor persona.
“…lo admiré por su pasión. Raramente ves a alguien que busca y trata de mejorar todos y cada uno de los días. No solo en el deporte, sino como padre y como esposo… Con él podíamos hablar de cualquier cosa que se relacionara con baloncesto, pero también sobre cualquier cosa de la vida… Y cuando crecemos, raramente podemos tener amigos con quienes podamos conversar así. Y es más raro aún, cuando creces y puedes tener conversaciones así con adversarios…” Mencionó también el histórico 23 de los Toros de Chicago.
Con Kobe Bryant se va una parte del baloncesto. Se va la parte del baloncesto terrenal que más pudo acercarse al mito inalcanzable que dejo Jordán. En su animación ganadora de un premio Oscar en 2018, Kobe le dice con tranquilidad al baloncesto: “estoy listo para dejarte ir”; pero el baloncesto nunca lo dejara ir. Volar, ser indestructible o inmortal son características que pertenecen por completo a los superhéroes, y Kobe, en su partida, tiene todas ellas. Adiós Black Mamba.
Para culminar, no encuentro mejores palabras que las de José Ramón Fdez. de Quevedo en su columna titulada: “Hasta siempre Aquiles”:
“A la memoria de Kobe, 5 veces campeón de la NBA, 2 veces jugador más valioso en finales, 4 nombramientos al mejor del Juego de Estrellas, 2 veces máximo anotador del campeonato y medallista olímpico, hay que sumar un dato: se retiró de la batalla como Aquiles, al romperse el tendón que mata a los dioses. Su trágico final nos deja una romántica duda; quizá estábamos viendo al gran sustituto de Jordan y al extrañarlo, nos daremos cuenta que existió otro hombre que también podía volar.” Escríbeme y platiquemos @escritorsga