JUEGO PROFUNDO
Rápido. Como cada año, así se nos fueron estas fechas tan esperadas. De golpe y porrazo estamos de vuelta en una forzada normalidad; eso sí, espero que todos hayamos vuelto con las energías recargas y actitudes renovadas en todos los aspectos de nuestra vida, incluso en el futbol. Como saben, soy un enamorado del balompié y por falta de tiempo y, sobre todo, por la edad, ya no puedo jugarlo tanto como me gustaría; por eso, ahora lo disfruto mentalmente de diferentes maneras: pensándolo, soñándolo, leyéndolo y, por supuesto, escribiéndolo. Es una fórmula ideal para volverlo a vivir como de niño, como cuando los Reyes Magos nos traían el mejor juguete de la tierra: un balón.
Un balón trae tantos recuerdos. Un objeto simple. Una pelota. Una esfera de plástico o de piel que era capaz de hacerte sentir el niño más afortunado. No puedo negar que también disfrute mucho de otro tipo de juguetes, pero el balón siempre estuvo presente. La pelota era un juguete leal, ya que siempre estuvo ahí, en ese rincón, esperando pacientemente para cuando yo quisiera volver a patearlo. Era un juguete que no necesitaba de baterías; de hecho, si el balón pudiera decir algo, seguramente sería un reclamo hacia mí, por yo mismo agotar mis baterías tan rápido y no patearlo tanto. El tiempo vuela y la globalización y la vida en sí, nos lleva a miles de kilómetros por hora. Casi nunca nos tomamos un momento para detenernos un poco; y en estas fechas llenas nostalgia, miro hacía atrás y me encantaría tener 10 años nuevamente para despertarme, correr hacia los regalos de Reyes y patear… patear y patear y volver a patear esa pelota. Les puedo asegurar que viviría con una sonrisa de oreja a oreja. Sin duda, éramos felices, sin darnos cuenta de que lo éramos. Y, eso me hace reflexionar y recordar a los reyes magos que con esfuerzo y amor nos lo regalaron. Hoy en día, me doy cuenta de la dedicación que tuvieron y lo especial que éramos (y seguimos siendo) para ellos. A nuestros reyes magos, Gracias por el esfuerzo y por mantener la inocencia y la emoción, gracias por esos balones que han sido el motor de esa ilusión que hasta ahora alimenta nuestra pasión, el futbol. Gracias, por tanto. Pero, no todo es nostalgia. En el futbol, sin importar la edad, siempre hay revancha. Hoy como adultos podemos lamentamos de no jugarlo tanto como quisiéramos y de vivir esa ilusión, pero, ahora nos toca ser reyes, y como dije, ahora podemos disfrutar de todo esto de otras maneras y a través otras personas. Ojalá los niños de hoy entiendan, con la educación, amor y apoyo de sus propios reyes magos, que la felicidad pasa por jugar, recrearse e imaginar todo lo que de grandes pueden lograr. Si el 2019 no fue del todo bien para ti, no desanimes, repito, el futbol es como la vida, da revanchas; como cuando éramos niños, por la tarde, en la calle, en esos partidos eternos que terminaban justo cuando el grito de mamá fungía como silbatazo final del partido, algunas veces unos salíamos victoriosos y otras veces derrotados, algunas veces festejábamos y otras tantas, tristes y enojados, así, nos retirábamos a nuestras casas, pero confiando en que la tarde del día siguiente tendríamos la oportunidad y volveríamos a intentarlo. Así nosotros, ahora con el inicio del año, debemos confiar en que vendrán los éxitos esperados y los que los tuvieron, seguramente los repetirán.
Hablando de balones, recuerdos y regalos, viene a mi mente que, en una vez, cuando tenía yo unos catorce años, unos buenos amigos cooperaron y me regalaron un balón precioso, era un Adidas Questra que venía con las firmas de los jugadores de la selección mexicana que disputaría el Mundial de Estados Unidos 94. Debo decir que ahora, como adulto, a veces me ha pasado por la cabeza que ese balón, por las firmas de los jugadores, pero, sobre todo, por lo especial de las personas que me lo dieron, debí guardarlo como un tesoro; pero, no fue así. Al final ese balón fue despedazándose poco a poco, fue pateado en el concreto de la calle, en el césped del parque, en el patio de mi casa contra rivales imaginarios y, sobre todo, fue pateado con esas personas especiales que me lo regalaron; por lo cual, no me arrepiento de haberlo hecho, no me arrepiento de no haberlo guardado. En el cielo de los balones ponchados (que estoy seguro de que existe), mi balón esta sonriendo por todo lo que pasamos juntos y por todo lo que nos hizo disfrutar y por todas las anécdotas que nos brindó. No guardé ese balón… afortunadamente no fue así.
Esto me hace pensar que seguramente es el momento de revisar que tesoros estoy guardando, desempolvarlos y empezar a disfrutarlos con los que quiero… ¿Y tú? ¿Cuántos tesoros tienes guardados sin disfrutarlos con las personas que quieres?
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