¿A qué más podía apelar la Selección Mexicana si no era la emoción? ¿De qué otra cosa podía agarrarse para rescatar el triunfo 3-1 contra Trinidad y Tobago?.
No había mejor libreto para el partido en el Alfonso Lastras, escenario de una jornada emotiva, de final feliz con los goles de Hirving Lozano, Javier Hernández y de Héctor Herrera, estos dos últimos al 88′ y 93′, del agradecimiento a una ciudad de la que el Tricolor se enamoró.
Una jornada emotiva que comenzó con el homenaje a los damnificados y a los héroes de los sismos del 7 y 19 de septiembre y que terminó con la gente entregada a los futbolistas, dedicándoles el “Cielito Lindo” y una porra que estremeció a más de uno.
La Selección Mexicana no supo cómo desmarcarse de las emociones; no pudo. Por eso los trinitarios pegaron primero, por eso fue raro ver a Jesús Manuel Corona y a Héctor Moreno haciendo berrinches ante las marcaciones arbitrales o a Javier Hernández culpando una y otra vez a los silbantes de las presuntas malas marcaciones, como un par de penales que exigía.
Mexico estaba perdiendo el invicto en la Eliminatoria Mundialista y la posibilidad de marcar un récord de puntos ante el sotanero y un equipo que había caído en siete de sus ocho enfrentamientos.
El “Sí se puede” despertó en la tribuna. En el Tricolor entendieron que en lugar de ver a las emociones como un enemigo, había que agarrarse de ahí.
Y fue Hirving Lozano el que empató el partido, el que salió corriendo como un auténtico muñeco diabólico, preso de la euforia porque era tanta la intensidad de los seleccionados que hasta ese momento habían sido presas de las fallas, de los yerros en los pases, de las imprecisiones frente a la portería, como le ocurrió un par de veces al “Chicharito”.
Ya México había superado el momento más oscuro, ése en el que Carlos Salcedo se aventó una barrida violenta y en el que se produjo un conato de bronca. El Tri se agarró de esa afición que en la víspera le mostró una auténtica devoción, por eso Hernández no dudó en ir a celebrar el gol de la remontada, mismo que hizo con la nuca, en dirección a la grada, a esa gente que los hizo sentir como en casa.
Juan Carlos Osorio había apostado a ser más ofensivo con sus cambios, en particular por el ingreso de Oribe Peralta por Diego Reyes, y la decisión fue correcta ante un rival que parecía jugar con línea de siete.
Y sólo faltaba la cereza de la noche que finalmente llegó con la perfecta ejecución de Héctor Herrera en un tiro libre, el último gol del Tri en México en esta Eliminatoria, antes de viajar a Honduras para cerrar el Hexagonal y buscar el récord de puntos, porque el cariño de su gente, al menos en San Luis, ya lo tiene.
POR: CANCHA