El proceso que el Frente Amplio por México diseñó para seleccionar candidata, quitemos el eufemismo, concluyó, no de acuerdo a lo previsto pero si con el resultado esperado, elegir a quien más competitiva fuera.
En lo personal, pienso que la oposición perdió la oportunidad de comprobar o probar al menos las posibilidades de su apuesta, que es la participación de la sociedad civil organizada en todas las fases del proceso electivo.
Al final, una de las finalistas acreditó su capacidad y capital político, así como su institucionalidad y fidelidad al proyecto opositor, y la otra también probó su carisma e interés por devolver al país a los cauces institucionales, pero el pragmatismo de los líderes de partidos y representantes de la sociedad civil prevaleció.
De lo que no estoy seguro es de la solidez del proyecto, principalmente por la diversidad de intereses que lo integran y la falta de un liderazgo que ordene, jerarquize y discipline los intereses que en el bloque opositor se conjuntan, así como para el diseño de una estrategia electoral racional, triunfadora, que vaya más allá del salto de fe sobre una figura carismática.
Es cierto que Xóchitl es la más competitiva que tienen, pero sus niveles de competitividad respecto a los del partido oficial aún son bajos. Las encuestas de diversas casas consideran que pierde ante cualquiera de los candidatos y candidata de Morena, aunque los porcentajes a casi un año de distancia son remontables.
Sin embargo, el súbito crecimiento que tuvo, gracias a la publicidad que le dio su enfrentamiento con el presidente, le permitió llegar a niveles entre los 35 y 37 puntos porcentuales, mismos que no crecieron pese a la presencia mediática que significaron las actividades del Frente. Este relativo estancamiento ha sido advertido incluso por la empresa Eurasia Group, compañía dedicada a la investigación y detección de riesgos políticos asentada en Nueva York, que señala, además del estancamiento, que pudiera tener dificultades para crecer más.
En contrapartida sus oponentes también parecen haberse estancado en niveles inferiores a la aprobación gubernamental, sin embargo, esta se sitúa en el 57% en agosto, a pesar de la polémica por los libros de texto, y que rubros como el manejo de la economía, la seguridad y el manejo de la corrupción le sean desfavorables en niveles que van del 40 al 62%, según encuesta publicada por El Financiero.
Los números, aunque son desfavorables en este momento pueden ser superables, pero existen otros factores que habría que ponderar antes de entrar de lleno a la competencia electoral.
Las estructuras partidistas que habrán de operar la elección de Xóchitl, son ya pocas y muchas se encuentran en pugna con sus dirigencias. Su efectividad está en duda pues han perdido ya 22 gubernaturas y espacios en legislaturas locales y Ayuntamientos en las elecciones realizadas desde 2018. A su vez, las dirigencias estarán más preocupadas por diseñar la estrategia para ocupar espacios en las cámaras legislativas y asegurar sus prerrogativas, así que mucho habrá de construir Xóchitl si quiere llegar a la elección con algo más que la esperanza de que la sociedad civil salga a votar espontáneamente, y lo haga masiva y organizadamente para defender no solo la votación sino todas sus etapas.
Xóchitl Gálvez está muy lejos todavía de la consolidación de un bloque sólido en su entorno que le garantice el triunfo. Actualmente el frente solo es la conjunción de ambiciones e intereses a los que les sirve su personalidad carismática y corre el riesgo de que así como fueron descartando a sus propios cuadros, al final también la consideren prescindible.
No quiero con esto dar aliento al derrotismo ni decir que todo está perdido antes de empezar, pero a la luz del desaseado y zigzagueante proceso que la invistió como virtual candidata y del reconocimiento del piso demoscópico del que parte, Xóchitl Gálvez tiene mucho por hacer y lo primero será demostrar que puede, con autoridad, dominar al Frankenstein que la adoptó y usarlo en su beneficio y no al revés.
En las condiciones actuales, salir como resultado de un proceso caracterizado por la desconfianza interna, sin más apoyo que la difusa imagen de una sociedad civil que aún no ha demostrado su capacidad de organización en las urnas, es más un salto de fe que de racionalidad política electoral. De aquí al registro de su candidatura, tendrá primero que construir su liderazgo y con autoridad ordenar y priorizar los objetivos, suyos y del hasta ahora informe y difuso bloque opositor.
Con el proceso interno se logró tener candidata, ahora habrá que construir un liderazgo y esa es la verdadera prueba para Xóchitl Gálvez, liderar y concertar para hacer posible el eventual gobierno de coalición que anuncian y que esto no convierta a México en un colegio Montesori.