DESDE LOS BALCONES
La federación no es sólo el Estado Federal como tal, con sus tres poderes y sus respectivas dependencias administrativas, con sus atribuciones; esa es a grandes rasgos, su formulación política “materializada” en la Constitución de 1917 reformada y adicionada según los intereses de la formación de los capitales sociales y privados que han surgido en el inevitable proceso mundial del capitalismo, uno de cuyos polos más poderoso, sino el que más, lo constituye nuestro gran vecino del norte.
Así así cosas, este determinante histórico, nos guste o no, preside nuestra desarrollo, llamémosle así o crecimiento, del modo que se quiera y convenga al convencionalismo político y/o diplomático con que necesitamos hacer frente a nuestras realidad y con nuestras propias fuerzas productivas y medios de trabajo.
El desarrollo y la transformación capitalista de México y en cualquier parte del mundo, no se puede entender a la medida y al gusto de cada país, sino del lugar que ocupen la cadena mundial que va del feudalismo a la obtención y surgimiento de otra estructura que no dependa de la tierra, como única fuente de riqueza, sino del trabajo social abstracto, productos de mercancías y éstas, a su vez, portadoras, de valor trabajo socialmente necesario para producirlas, de manera que en la competencia mundial las naciones que accedimos tardíamente al capitalismo, no enfrentemos por dentro y por fuera de los círculos económicos, todas las desventajas de ese intercambio desigual.
De ahí que en una Federación de Estados locales como la nuestra, es absurdo alegar soberanías, autonomías y uno y mil cuestiones, como pretexto para no adoptar un plan, una estrategia común, con sus variantes y exigencias de la realidad, como por ejemplo, el que se cuente o no con una mayor fertilidad de la tierra, según cada caso, o el que en una entidad u otra se cuente con una mayor fragmentación de la tierra, bajo cuyas condiciones se llevaron a cabo los repartos ejidales y la parcelación de los mismos, o donde la propia propiedad feudal se guareció, adoptando y disfrutando de mayor protección constitucional (amparo agrario), garantías que estos mismos ejidos no tuvieron frente a miles de expropiaciones con fines especulativos, contrarios al desarrollo agropecuario capitalista, aún los propios ejidos, que hasta ahora no pudieron evitar ser arrollados y derrotados históricamente por fuerzas externas maduradas y puestas como “plantaciones”, como ha sido el rentismo minero que en sólo dos sexenios obtuvo a su favor la concesión de más de la mitad del territorio nacional.
¿Es esto irreversible a corto, mediano y algo plazo? ¿Condiciona a todo el desarrollo y crecimiento del país? Ni modo de cerrar los ojos y otra cosa frente a una realidad que no fue impuesta por la naturaleza, sino por los intereses de una burguesía y neo burguesía que de tal, o aspirando a serlo, opta a rajatabla y ci condiciones sociales y políticas de ningún tipo, por entregarse de lleno a la especulación financiera mundial donde no le tocan ni migajas.
¿Subastar la tierra, los bosques, el agua, el petróleo, los minerales, los oleoductos y la petroquímica a una aventura disque inversionista, además de la electricidad, no significa una renuncia al desarrollo mismo y a la cancelación de una inserción dentro del mismo capitalismo, como no sea con todas las aberraciones del mismo y ninguna de sus ventajas?
Luego entonces, para qué cargarle las tintas por las consecuencias de lo que acontece en nuestro país, al Presidente Andrés Manuel López Obrador que, al fin y al cabo intenta remediar en algo este destrozadero social que llevaron a cabo principalmente los gobiernos de Miguel de la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, cada uno dentro de la esfera del gradualismo a que se sometieran con las privatizaciones, mediando el crédito y la subordinación externa, terreno en el que hoy se mira sumergido y emergido al propio narcotráfico con su enorme papel de contrapeso histórico. Cada uno de estos segmentos determinan y condicionan al Estado Mexicano, por dentro y por fuera, como para que pudiera trazarse una estrategia económica y política propia, al margen de autonomía de toda naturaleza, o de péndulos de cálculo electoral alguno.