DESDE LOS BALCONES
Hay políticos más veloces que un tren bala y sin cambiar de estación.
No sólo es un problema de conocimiento llano y simple, sino que la objetividad ha sido y es, todavía, un problema que se debate en las principales corrientes de la filosofía de la ilustración ( Spinoza, kant, Lock, Fitche y, sobre todo, Hegel, con sus importantes expositores franceses, como Holbach y Helvecius, materialistas estos últimos, que emergieron y otros precedieron a la Revolución Francesa y a su numerosa cauda de pensadores.
Las dos grandes vertientes idealistas, se bifurcan en idealista subjetivos e idealistas objetivos.
El gran pensador Húngaro, George Lukac’s, en “El Joven Hegel”, pasa un examen exhaustivo al intrincado problema de la objetividad y a las maneras de concebir ésta.
Este mismo problema se traslada a todas las ciencias naturales, pero sobre todo a las ciencias sociales, entre ellas la ECONOMIA Y DESDE LUEGO A LA POLITICA.
¿Qué es la objetividad? ¿Es una realidad fuera del pensamiento, al margen de la conciencia, o junto con ambos se incrusta en el espíritu, como concepto absoluto? Dejemos fuera las disquisiciones teóricas y prácticas que integran el subsuelo ideológico y superestructural en el fuerte debate entre el idealismo y el materialismo.
Vayamos a lo nuestro de interés en México. ¿Por qué se le atribuye todo lo económico y también lo político a un solo hombre, en este caso al Presidente Andrés Manuel López Obrador? Es ello objetivo, real y científico? No lo es, en sus tres adjetivaciones o substanciaciones de este gran sujeto político, como tampoco lo es cualquier otra simplificación reduccionista de los jefes de Estado del mundo, llámense Vladimir Putin, Donald Trump, Evo Morales o Lula da Silva y cualquier otro que haya discurrido en la política y en el pensamiento, ni siquiera Lenin o Mao.
Llama la atención que los dirigentes de las cúpulas panistas insistan en cargarle los dados de todo lo acontece en la política y en la economía de México, a lo que hace y deje de hacer Andrés Manuel López Obrador; nada más equivocado que hacer eso, convirtiendo todas nuestras contradicciones en asuntos metafísicos de un solo individuo; ni siquiera sus actores más sobresalientes, como Vicente Fox o Felipe Calderón puede atribuírseles tal categoría decisoria y absoluta en ambos ramos.
Carlyle, intentó explicar la historia a base de “superhombres”, y lo propio realizó Federico NIetzche y algunos otros seguidores menores, pero sus teorías, si es que eso puede llamárseles eso, cayeron en el olvido, pero no en la práctica. Ejemplo de ello lo dan los panistas y lo que queda del perredismo, entre otros, empeñados en una campaña denigradora en contra de la acción social, concreta, que despliega entre las masas populares, el Presidente Mexicano An drés Manuel López Obrador.
El mismo error cometen la mayoría de los medios, incluso los que apoyan y respaldan al propio AMLO, porque dejan de contextualizarlo en sus realidad social y política tanto Estatal, como supraestatal, si se admite que ningún Leviatán, ni príncipe moderno de la política, como diría Maquiavelo, es sujeto generador de la realidad y la época en que le toca actuar; pero los medios, lo mismo que la religión agigantan las individualidades y los hechos tornándolos mágicos, cuando no milagrosos; como si el capital mundial necesitara de estas distracciones y confusiones conceptuales para imponerse como realidad histórica que camina sobre sus propios pies imaginarios, sin que se deje ver el valor del trabajo de millones y millones de seres humanos.
Volvamos a lo individual político. El senador Mauricio Kuri González, dice que nos amenaza un ”democraticidio”, según él la muerte de la democracia y que el responsable es el Presidente AMLO.
Nada más tonto y desatinado que expresar esto y menos en Querétaro, donde el PAN LLEVA 20 AÑOS EN LOS CARGOS MAS ALTOS DE LA POLITICA LOCAL Y HASTA NACIONAL.
Su famoso terminajo de “democraticidio” es una vil calca de los esquemas de la doctrina penal, donde cada hecho contra la vida o la salud se adjetiva como delito agravado, que se suma al sustantivo penal de homicidio, infanticidio, uxoricidio, etc.
¿Querrá decir el senador Kuri, que el golpe de estado sería un absurdo denominarle, “estaticidio” y no golpe de estado, como históricamente se le ha denominado por la teoría política? Esta hipostación de terminajos de una ciencia a otra, es por lo menos arbitraria, así se denomina el ecocidio, a la contaminación atmosférica y a la “destrucción” de la naturaleza.
En ese apocalíptico enunciado que el señor Kuri denomina democraticidio, basa todo su aspirantismo político. ¿Qué dirán las comunidades de la Sierra Gorda, que llevan siglos sobreviviendo a todos los ecocidios ideológicos de la política colonial y neocolonial que, sin embargo nos los ha podido aniquilar? Y a todo eso no le podemos denominar ideologicidio antropológico y/o popular, sino al contrario: ignorancia y mala fe política, que de muy poco vale a la hora de la verdad.