DESDE LOS BALCONES
Se escribió por aquellos días y así trascendió, que la renuncia de Emilio Lozoya Austin, a la dirección de Pemex, respondía a que éste se brincaba a la hora de acercarse a Aurelio Nuño, por entonces en la primera línea entre los aspirantes a la candidatura presidencial, tal acción la realizaba sin acuerdo y sin contacto alguno con Luis Videgaray, a la sazón Secretario de Hacienda y Crédito Público, y hombre fuerte al lado del Presidente Peña Nieto.
En todas las élites, hasta en el hampa, las cosas son así. ¿Qué intereses públicos y privados se manejaban entonces y de qué modo se traducían en un comportamiento político?
Veamos los personajes y también los intereses. ¿Estaba en ciernes la Reforma Energética, o está ya se había consumado legislativamente? Naturalmente, Emilio Lozoya Austín, su designación como titular de Pemex y todas las acciones y gestiones posteriores le dieron un juego y una cercanía con el poder presidencial que lo disparó hasta muy arriba, casi por encima del propio Videgaray, según se le quiera ver o se le sienta por el actor político a que nos venimos refiriendo; de ahí que eso le daba un manejo político interno e internacional de primera.
A Primera Vista, dos personajes como Lozoya y Videgaray, por formación y por edad, no es fácil que coincidan en todo, menos en las perspectivas de poder de cada uno, por eso es creíble que Lozoya apostara sus cartas presidenciales anticipadas por un personaje como Aurelio Nuño, ambos muy cercanos en el ánimo presidencial.
Se dice que caballo viejo mata potrillo y parece que esto aconteció en el ámbito político, motivos reales y pretextos no faltaron: que Lozoya era y es muy prepotente; que gastaba mucho, que usaba helicóptero hasta para ir al baño, etc.
Todas las cosas de la llamada reforma energética, pasaron por los canales del que por entonces era titular Jurídico de la Presidencia, de Apellido Castillejos, primo del que luego fue Procurador General de la República, pero que antes desempeño la Presidencia del Senado y que era quien recibía las consignas del momento en torno a la reforma constitucional que iba a legislarse como Reforma Energética.
Posteriormente ese titular jurídico de la Presidencia de la República saldría sin mayor justificación, como no fuera el de contraer nupcias. Antes Nuño sustituye a Emilio Chauyffet Chemor en Educación, sin duda con ninguna liga con Videgaray, como tampoco con Nuño, sólo respaldado por su trayectoria política, ex gobernador, ex legislador federal, ex secretario de gobernación, entre otros cargos.
Aquí se ve la hegemonía política de Videgaray, dentro del ámbito Presidencial y frente a todo el gabinete, como después lo acreditarían otros acontecimientos y eventos.
A la sazón José Antonio Meade dormitaba en la Secretaría de Relaciones Exteriores, que luego le cedería por breve tiempo a Claudia Ruiz Massieu, para irse a apagar la crisis de Sedesol, que había dejado Rosario Robles, otra cercana por su cuenta con el Presidente Peña Nieto.
El juego del ajedrez político, palaciego y todo, se estaba dando, en donde casi no interfería nunca el secretario de gobernación en turno, como no fuera para regresar de un intento de viaje internacional, creo que a Francia, para venir a dar la nota de la Fuga de don Joaquín El Chapo Guzmán.
Emilio Lozoya Austín, no es político y nunca lo fue; es un junior con casi la misma trayectoria académica de muchos, pero la riqueza familiar le estorbada, aunque la misma le sirviera para trazar alianzas con la empresa española poderosísima OHL en Toluca y luego en la Presidencia, de donde fuera funcionario principal y ello lo ayudó a promoverse y a encumbrarse.
Mientras tanto, Luis Videgaray se convirtió en el Fouché o en el José Ives Limantour de Porfirio Díaz, en pleno siglo XXI, con contratos y concesiones internacionales jamás vistas ni soñadas. ¿Por qué no llegó al poder? Porque creyeron tener a un nuevo General Manuel González (1880-1884) en la Presidencia, con la candidatura de José Antonio Meade a modo, el mismo que les iba a refrendar a ellos, todas las reelecciones a soto voce que quisieran; pero la cosa no salió como cuando don Porfirio Díaz y hoy pende la amenaza de cárcel tanto de Lozoya, como para el resto de los integrantes del Consejo de Administración de Pemex. ¡Está visto que el pasado no pasa, sólo cambia de color y de personajes en circunstancias distintas!