DESDE LOS BALCONES
A propósito del periodismo
El periodismo tiene la misma composición química que el aire, esto quiere decir que circula por todas partes, estese de acuerdo o no con sus contenidos y sus tendencias de momento e históricas.
El periodismo, como el que practicamos en “Plaza de Armas”, rompe con el monopolio político absoluto de quienes se adueñan del poder y lo usan y lo disfrutan como cosa propia. Por esto, cualquier nivel crítico que se practica a través del mismo, le da una percepción objetiva, la que cada periodista hace y externa a la sociedad en que vive y se desarrolla.
Todo el periodismo es de su tiempo, de su época de su historia; por ello nada hay más deleznable que la agresión física y moral contra cualquier periodista, sea cual sea su tendencia.
En Querétaro hay periodismo, mucho y muy sólido periodismo social y político, pese a la preferencia, malquerencia y a la discriminación gubernamental que se ejerce de oficio, por ejemplo, contra Plaza de Armas, desde los poderes locales y algunos, en parte, federales.
Desde hace tres años se desató una embestida gubernamental contra Plaza de Armas; esto se hizo de mil maneras, no sólo negándole el mercado de la publicidad, discriminándole y cerrándole los espacios de la información; sino además, echándole encima a algunos poderes económicos de facto, como el que sus ejemplares diarios, no se exhibieran y vendieran en determinados comercios de la ciudad.
Y lo anterior constituye la menor de las agresiones; también ha habido insultos y vejámenes personales contra algunos de sus colaboradores, calificándolos y descalificándolos de la más aborrecible manera, como si quien y quienes así proceden, tuvieran el monopolio de la moral pública y privada, o fueran portadores de una mentalidad y ética metafísica sólo para para su exclusiva comprensión de nuestra realidad y sólo desde su unilateral punto de vista, que nadie puede controvertir.
Esto mismo se extiende a la política, en lo académico, en lo laboral, en el mercadeo minoritario de vía pública, porción insignificante del comercio local establecido; ¡vaya! hasta en la recolección de la basura municipal se les arrebató a los trabajadores de limpia, por no se sabe qué intereses, su fuentes de trabajo y sus medios de vida, para transferirle ese jugoso contrato municipal ad Perpetuam, así en manojo, a un empresario improvisado, coyote, venido de fuera y proclive a un clientelismo partidario exclusivo.
Con esa óptica, si es que así puede llamársele a tal conducción torpe, es que se ha gobernado al municipio de Querétaro y otro tanto se extiende al de Corregidora, donde sus políticos saltamontes han comprado equipos de espionaje, carísimos y sofisticados, porque según ellos: “…su seguridad personal corre peligro…” Cabe preguntarse: ¿En dónde están esos equipos, quien los utiliza y contra quien y contra qué? ¿Cuál es su costo de mantenimiento y quién lo sufraga?
Concomitante con ese gasto ilegal delictivo, se planificó el incremento de las cuotas prediales, duplicándolas y quintuplicándolas. ¿Todo para qué? Para la compra de esos equipos en el extranjero, completándolo todo con camionetas a pasto, blindadas. ¡Qué vida tan regalada la de esos funcionarios públicos y así brincan del municipio a la legislatura de ida y vuelta, una y otra vez.
Por eso el periodismo que da cuenta de parte de estas deformaciones profesionales de la política, como Plaza de Armas, entre otros medios y periodistas independientes, han sufrido los embates de un estilo de conducir la cosa pública mediante el capricho personal, la arbitrariedad política y personal de quienes detentan el poder a toda escala en el Estado de Querétaro.
Hay mucho que analizar, escribir y publicar en medio del torrente de dineros públicos que se usan para el mercado electoral y así inclinar la balanza en favor de sus propios proyectos, negocios y en favor de sus incondicionales de turno. Pero como dice la canción: …..” hay que darle tiempo al tiempo… pero sin perder todo el tiempo en ello y sin dejar de practicar el periodismo, o hacerlo a destiempo. Esto mismo acontece en todos los planos de la política y en los cargos públicos del color azul que se pinten, por tres o seis años o la eternidad electoral entera. (La que viene y se va y siempre da vueltas sobre los mismos personajes nominales o plurinominales, no importa cómo se denominen. Ellos son ellos, como Fichte diría: yo soy yo.