DESDE LOS BALCONES
Sismos y epicentros políticos de la sucesión
Pareciera que la política nos ignora, en tanto que la geología sísmica se mete en la historia.
La tierra es el cuerpo más vivo y dialéctico, tanto como la conciencia de los hombres que no en pocas y largas épocas se ha perdido en divagaciones ideológicas junto a la sociedad y al Estado, la corteza más visible, pero abstracta y enigmática de nuestra vida en constante cambio, igual que la tierra.
México, invocado como abstracción general en que hemos nacido y vivido a lo largo de su historia, es el mismo país, pero diferente en 1985 y 2017. Su economía es otra, la generación de riqueza y las fuerzas productivas, y medios de producción han cambiado de significación social dentro del declinar del imperialismo; no hay ota manera de enterder la caída de valor del peso frente al patrón de precios mundial y lo que entraña una conmoción del valor entre economías de distinto nivel del desarrollo y, por tanto de posibilidades distintas de intercambio.
Lo que la naturaleza destruye en sus cambios, es infinitamente menor con lo que una sociedad nacional pierde ante el embate de la descomunal concentración de valor del capital mundial en que se ahogan y destuyen masas de capitales pequeños y medianos, así como inmensos volúmenes de productos del trabajo, impedidos de concurrir al mercado mundial, como no sea desvalorizados en extremo por el gigantesco del huracán de la ganancia media mundial.De esta y de otras muchas formas la sucesión presidencial nuestra, como la corteza terreste del Estado Mexicano se ve afectada por los sismos de septiembre: los geológicos y los económicos juntos y empalmados.
Esto mismo abarca a EU. Piénsese solamente en los volumnes de valor que dejó de producir la industria petroquímica y de refinación más grande del mundo, aunado al frenazo en la especulación inmobiliaria de varios estados de nuesro vecino del norte que se beneficia del turismo de Miami, Puerto Rico y demás centros internacionales por donde discurren capitales.
La tierra afecta a los pueblos, lo mismo que a sus economías y distribuye peor los daños, algo que no aconteció en otras eras cuando el hombre no existía.
La sucesión presidencial es superestructural, ideológica como fenómeno estatal en su hartua democrática, pero esto último sólo formalmente, sin que rebase o desborde, hasta ahora los fenómenos de dominación a que se atiene la política.
En otra ocasión aterrizaremos en los fenómenos de comunicación y de imagen a que se contraen las autoconciencias ideológicas de todo orden y nivel.