El grafiti se define como una modalidad de pintura libre, cuya historia se remonta a las inscripciones en paredes en tiempos del Imperio romano, caracterizándose por su carácter satírico o crítico. Hay grafitis que encajan en la descripción, tienen razón de ser, son estéticos pero sobre todo y esto puede ser lo más importante, están plasmados en espacios permitidos y autorizados. Lamentablemente la gran mayoría de esto que se conoce como grafiti, son rayones y garabatos que dañan todas y todas son todas, las paredes de las casas, puertas, zaguanes, ventanas, rejas, muros de edificios, postes, anuncios, espectaculares y todo lo que esté al alcance del grafitero y hasta lo que a ojo de buen cubero parece imposible.
No todas las ciudades y pueblos del país son afectadas por la ociosidad de los irrespetuosos grafiteros, es de suponerse que las libres de esta plaga es porque aplican sus leyes, normas y reglamentos municipales, pero en el estado de Querétaro, sus autoridades municipales o no lo tienen previsto como falta o no lo sancionan, porque por donde se vea, pueblo chico o grande, ranchería, comunidad, pueblo mágico, ciudad, fraccionamiento, colonia, centro histórico y sus monumentos y hasta condominios con pluma y credencial de por medio, sufren de esta “modalidad de pintura libre” que no sólo causa daños económicos de leves a severos en la economía familiar sino que agrede a la vista, ensucia, deprime, derrumba cualquier tipo de orgullo por mostrar la cara amable, ordenada y limpia del hogar, causando enojo y desprecio hacia la figura e imagen del grafitero, es decir, causa desorden social que para no variar, muestra vacío de autoridad e interés para abordar y remediar esta problemática.
De vez en cuando se anuncian acciones relámpago, efímeras y apantalladoras, como reunir a los grafiteros, conseguirles espacios públicos, muros permitidos y hasta les regalan pinturas y aerosoles para hacer sus obras, y quedan bien, las obras, los grafiteros y los promotores, pero éste tipo de artistas, en general, no son los que garabatean paredes y puertas, quienes lo hacen son pequeños delincuentes que toman como reto dañar el espacio que otro dejo libre, dañar volviendo a pintar en donde el habitante de la casa reparó, dañar con saña muros de piedra que difícilmente se arreglarán y vidrios, caseros y grandes vidrieras o vitrales inutilizándolos.
Inexplicable que ninguna autoridad ponga un alto a éste tipo de agresión y daño en propiedad ajena. Inexplicable que éstas prefieran gastar recursos públicos, sobre todo en tiempos de campañas electorales pintando fachadas o parchando el garabato, en lugar de aplicar la ley, una que obligue a corregir el daño, porque eso de subir a la patrulla a jalones al muchacho para soltarlo en la siguiente esquina es una vacilada; pueden ser pláticas, cursos o multas, lo que sea, porque la gente se ha hartado de poner cámaras de vigilancia para identificar al aprendiz de maleante, de denunciarlo y no pasa nada, o sí, a veces el chamaco regresa encanijado a duplicar el daño.
El dinero público no debe malgastarse en borrar, de vez en cuando y en los lugares más visibles, los garabatos rupestres que afean la ciudad, aplicar las normas de convivencia y respeto a la propiedad ajena es urgente. Las consecuencias, Al tiempo.