Edificación de varios pisos en el barrio de La Cruz, el de la fundación de la ciudad, rompe códigos reglamentos y la declaratoria de Querétaro como Patrimonio Cultural de la Humanidad, ante el silencio de las autoridades municipales, estatales y del INAH
SERGIO ARTURO VENEGAS ALARCÓN
Tiene Querétaro, además de su icónico Acueducto, casas históricas como la de La Corregidora y joyas del barroco como La Marquesa, la de los López de Ecala, la del Faldón, la de los Perros o iglesias portentosas como San Agustín, Santa Rosa de Viterbo y Santa Clara que reflejan bien la importancia de la que fue tercer ciudad del reino pero que ha sido agredida con edificaciones grotescas, como la del de las calles de Gutiérrez Nájera 26, contra la que han luchado infructuosamente vecinos y defensores de la Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde el inicio de su construcción en la década anterior, siendo alcalde Francisco Domínguez Servién.
“Nadie nos ha escuchado” se queja Gabriel Torres, comerciante de la Plaza de los Fundadores, testigo de las diferentes etapas constructivas del llamado “Adefesio Verde”, identificado así en Google y que en Facebook se reconoce como un ícono de la ciudad y “máximo exponente de la arquitectura del fracaso en Querétaro”.
Dominan el panorama sus cinco pisos malpuestos (cubiertos con plásticos y coronados con una jaula) en la mismísima zona de La Cruz, la de la fundación de Querétaro, en franco desafío al Código Urbano y a las normas estrictas del Instituto Nacional de Antropología e Historia, como ya lo ha señalado con anterioridad PLAZA DE ARMAS, El Periódico de Querétaro.
“No tiene autorización” dice a este medio la directora del Centro INAH Rosa Estela Reyes y declara un expediente abierto con la investigación del caso, aunque la obra ya tiene 10 años en proceso sin que ninguna autoridad deshaga el entuerto que ofende hasta la vista, más que el Oxxo de la esquina.
Los habitantes del barrio afirman que ha habido impunidad tolerancia oficial porque el propietario, cuyo nombre nadie quiere decir, es supuestamente el organista de Santa Rosa de Viterbo “y tiene vara alta en la Iglesia”.
“Un día se nos va a caer encima” declara el anticuario Francisco Rabell Jr. en su establecimiento de las calles de Venustiano Carranza, a espaldas del adefesio que cruje cuando hace mucho aire. Han pedido su derribo a todos los presidentes municipales, sin respuesta alguna.
Por lo pronto Gabriel Torres, dueño de la tienda “La Peineta de Dona Josefa”, de la calle de Independencia, está muy preocupado porque sus suegros viven al lado de la construcción y serían los primeros perjudicados si “eso” se cae.
Mientras tanto, ajenos a las mortificaciones de los vecinos, muchos interesados en el fenómeno hanVENEGASdesarrollado una página de face especial para el “Adefesio Verde” y hasta discusiones cibernéticas sobre lo que consideran el “máximo exponente de la arquitectura del fracaso en Querétaro”.
No siempre fue así…
-QUERÉTARO, EL ORGULLO-
Esta Ciudad de Dios, Ciudad del Hombre, como la definió el libro de Jaime Vega Martínez publicado en el Ayuntamiento presidido por Roberto Loyola Vera, contaba en 1895 con 33,569 habitantes en 4,743 fincas repartidas en diez cuarteles con 115 manzanas, 116 calles y 14 callejones de oriente a poniente y 111 calles y 10 callejos de sur a norte, además de 30 fuentes públicas, pero había vivido épocas mejores según el cronista municipal Andrés Garrido del Toral, quien recuerda que la población se redujo sensiblemente en el Sitio de 1867. Antes, cuando Querétaro cumplía 250 años tenía más de 50 mil habitantes (llegó a rebasar los 80 mil) y estaba catalogada como una de las más grandes del continente. Filadelfia tenía 40 mil en 1765, Nueva Yor apenas 25 mil y Boston 36 mil. En América Latina la excedían en tamaño la Ciudad de México, Puebla, La Habana, Bahía, Lima y Rio de Janeiro, nomás.
De hecho, apunta el también colaborador de PLAZA DE ARMAS Andrés Garrido del Toral, Querétaro -antigua República de Indicos- fue una de las primeras comunidades europeas fundadas al norte del gran Valle de México y actuó como trampolín para la colonización del Norte y como un amortiguador entre el norte de y el sur.
Sin embargo, advierte también Jaime Vega Martínez, la llegadadel Siglo XX significó para Querétaro el inicio de una larga etapa de decadencia por ser parte obligada, durante el XIX, del tránsito de los ejércitos que circulaban el país en tiempos de inestabilidad.
Y, en efecto, la decadencia urbanísica continuó ya entrado el Siglo XXI con el “Adefesio Verde”, como lo peor de Querétaro.
-LA OTRA ARQUITECTURA-
Casas como la de Corregidora, en donde se fraguó la Independencia de México o joyas barrocas como La Casa de la Marquesa, en donde se hospedaron Iturbide, Carranza y otros personajes, son expresiones del máximo refinamiento arquitectónico y artístico, al igual que algunos de nuestros templos cimeros: Santa Rosa de Viterbo, Santa Claura y el claustro de San Agustín, hoy Museo de Arte de Querétaro, aunque también destacan la llamada Casa de la Inquisición en las calles de Pròspero C. Vega y 15 de mayo,, a la que el investigador Eduardo Rabell se niega a darle ese título, porque en realidad fue residencia de los obispos de apellido Camacho, construida en el Siglo XVII y que habitó en años recientes la señora Laura Herrera Alcocer y ha sido objeto de prolongados ltigios.
Sin embargo hay versiones no confirmadas de que en los sotanos de la impresionante casona estaban todavía a fines de los 70 algunos instrumentos de tortura de la época colonial.
Este reportero recuerda haber visto en esa supuesta Casa de la Inquisión un árbol de cruces, similares a los del templo de la Cruz.
Otras casas importantes son la De Ecala en Plaza de Armas, con el mejor balcón en piedra de la capital, la del Águila de Oro, en Juárez y Ángela Peralta, que fue movida varios metros en el gobierno de Antonio Calzada, piedra por piedra, como parte del ochavamiento de las esquinas frente al Teatro de la República para darle perspectiva al reciento de la Constitución. Igualmente el edificio de Madero 70, por muchos años Palacio de Gobierno, hoy Archivo Histórico, en donde despachó el presidente Benito Juárez en 1867 al declarar a Querétaro capital de la República.
O la casa de Juárez e Independencia, perteneciente a Bellas Artes, en donde en 1848 se firmó el tratado de paz de Guadalupe Hidalgo con Estads Unidos, por los que México perdió más de la mitad de su territorio y cuya mesa se encuentra en el Museo Regional de Querétaro, otra joya, antigualmente propiedad de los franciscanos.
Nada que ver con las construcciones que las autoridades del siglo XXI han permitido, incluido el “Adefesio Verde”, considerado “el máximo exponente de la arquitectura del fracaso en Querétaro”.