Entre coraje y miedo da contestar el teléfono. Si no es extorsión es encuesta, si no, son vendedores que, sin buscarlos, sin requerirlos, se cuelan así, sin más ni más, a la hora más inoportuna, a veces en medio de un momento de discusión, de preocupación o de descanso para ofrecer algo, como cambio de compañía telefónica o de servicio de cable o dinero. Dinero es lo que ofrecen en la mayoría de las llamadas. Dinero en cualquier presentación, al contado o en tarjetas; claro, cuando ya se ha aceptado la deuda, entonces el repiqueteo telefónico será para cobrarlas.
Hace unos diez años la CONDUSEF, creo, recibía solicitudes de privacidad telefónica para que ninguna empresa molestara. Poco duró el gusto. Hoy quién sabe cómo, cualquiera, desde empresarios, hasta vendedores de cuarta y extorsionadores tienen en su mano números telefónicos y perfiles de los usuarios. Unos desde los enormes “call center”, otros desde su casa y algunos desde la cárcel, pero entre todos atosigan al ya bastante fastidiado usuario de teléfono móvil o fijo.
A los pensionados les llaman para ofrecerles créditos, excursiones, seguros de vida, seguros funerarios y hasta seguros de gastos médicos que no cubre el Seguro Social o ISSSTE, dependencias de las cuales salieron los datos de los incautos, ¿si no cómo? A quienes tienen cuenta en un banco les hablan de otro para mejorarles, entre comillas, las condiciones bancarias. A quién consume su quincena rápido, le llaman para ofrecerle dinero prestado. Quién no tiene tarjeta de crédito será el objetivo y reto de empleados que insistirán día y noche literalmente, que usarán toda clase de trucos, hablar como vendedora de trastes o como si fuese un familiar o hacer sentir que puede ser tu propio hijo queriéndose ganar una comisión, todo lo que sea para endeudar al ingenuo, total que tanto es tantito.
El famoso grito de una joven o niña pidiendo auxilio ya pasó de moda para los extorsionadores, ahora inventan que saben todo y todo es todo del desafortunado usuario que contestó la llamada. Dicen que te están vigilando ellos mismos, o que una señora que es tu vecina te vigila y les informa o que se colaron en la guardia nacional para tener acceso a todos los movimientos de los habitantes de la casa. Entre estos y los comerciantes que quieren encajar su producto o servicio hay un factor en común, tratar de asustar al desprevenido que contestó el teléfono porque al hacerlo esperaba escuchar algo que anhelaba, algo que le urgía, todo, menos al francotirador anónimo, evidencia que saben qué tienes y que no, cuanto gastas, cuanto te dura la quincena, a quién le debes y hasta que clase de servicio fúnebre tendrás.
Con el uso generalizado de otros tipos de mensajes cibernéticos, al menos en el entorno doméstico se usa muy poco la llamada telefónica, así que cuando suena el teléfono, una de cada cinco llamadas es personal y privada, las otras eran para asustar al escucha de una u otra forma como la que hicieron, otra vez, quién sabe quién, días antes del proceso electoral, en las que rogaban, suplicaban, no votar por Morena pronosticando el fin del mundo si se hiciera.
¿Quiénes ganan dejándonos desprotegidos y vulnerables cómo mercancía en tianguis o bazar? ¿Quién debe protegernos y no lo hace? Las consecuencias AL TIEMPO.