CAMBIO DE RÉGIMEN
Aunque una gran parte del mundo vive hoy afectaciones a causa del COVID-19, la experiencia varia ampliamente; habrá que reconocer que existen grupos particulares que están experimentando mayores complicaciones. En materia de género, por ejemplo, se ha reconocido la dificultad extraordinaria que enfrentan las mujeres al ser las cuidadoras formales e informales de todo el mundo – el 70% del personal médico a nivel mundial está compuesto por ellas.
La violencia doméstica también es una afectación particular que hace de la cuarentena y el aislamiento social experiencias aún peores para las mujeres. Lo mismo para las niñas y los niños, sector que igualmente ha sido identificado por la ONU como particularmente vulnerable durante este periodo. Y más allá de las niñas y los niños que vivan en hogares violentos, también están aquellos en situación de calle, o en albergues o refugios migratorios. El aislamiento para ellos es imposible, por lo cual el contagio es más probable y aunque quizás los más jóvenes no resulten tan afectados, su debilitado estado de salud incrementa su riesgo, así como el de sus padres y tutores de contraer el virus.
Por otra parte, las personas mayores no solamente son más susceptibles al contagio, pero la soledad les afecta de sobremanera. Al igual que con las niñas y los niños, las personas mayores que además estén expuestos por carecer de un hogar fijo, son mucho más vulnerables.
Alrededor del mundo, se ha identificado que las personas que laboren de manera informal o cuyo sustento económico requiera de trabajo diario, están más expuestos a una mayor afectación económica. Es decir, que la pandemia tendrá una variedad de impactos importantes en sectores que presentan diferentes niveles de marginación o vulnerabilidad social – desde lo económico, psicológico y físico.
La solidaridad es más necesaria en estos momentos que nunca, así como el reconocimiento de la experiencia diferenciada. Todos debemos hacer lo posible desde donde estemos para resguardar a las y los más vulnerables.