El condotiero Gattamelata, la gran escultura de Donatello, lleva casi seis siglos a la intemperie en la ciudad italiana de Padua (norte), pero ahora le ha llegado el momento de una revisión para detectar eventuales «enfermedades» o hasta buscarle un cobijo, una hipótesis rechazada de plano por el Gobierno.
El héroe del Renacimiento italiano sigue desafiando al tiempo y a sus inclemencias sobre su caballo desde la peana en la que Donatello lo colocó en torno al 1450, en la plaza que precede a la basílica de San Antonio, uno de los santuarios más venerados de la Cristiandad.
Se trata de una escultura en bronce sobre un basamento en piedra de 7,80 metros de altura -la figura metálica alcanza por sí sola los 3,40 metros- que representa al comandante Erasmo de Narni guiando con vara de mando a las tropas de la Serenísima Venecia.
Preocupación por el condotiero
Donatello, que la esculpió en su madurez, en sus 60 años, otorgó a la posteridad una de las obras más refinadas e imponentes del Renacimiento pero su situación, seis siglos después, preocupa.
Sobre la coraza del militar y el lomo del caballo se escurrieron infinidad de lluvias y tempestades y su magnanimidad se ve amenazada por las palomas que lo sobrevuelan desde tiempos inmemoriales. Por eso, le ha llegado el momento de pasar por la “consulta médica”.
El pasado lunes recibió la supervisión de un equipo de expertos elegido para esta delicada tarea y, un primer diagnóstico «a simple vista», reveló importantes daños sobre todo en su basamento, explica a EFE uno de sus miembros, el historiador Francesco Caglioti.
“La peana está tan perjudicada que podría -subraya el condicional- implicar problemas estáticos y sísmicos (…) Está sufriendo mucho y dentro de pocas décadas no existirá, con lo que perderemos la mitad de esta obra maestra”, alerta desde el otro lado del teléfono.
Una endoscopia
En cuanto al bronce, a la figura de Gattamelata y su caballo, “a simple vista parece mantener una mejor salud”, dada la conocida resistencia de ese metal, pero en su superficie, parcheada con excrementos de aves, pueden verse preocupantes agujeritos y grietas.
“Hay que hacer una endoscopia en la panza del caballo, que será muy fácil por la cantidad de agujeros que tiene, para ver qué ocurre en el interior, si se está desarrollando una corrosión muy fuerte. Puede que ahora parezca íntegra pero un día podría colapsar porque se descubre que era atacada por un cáncer”.
Para que esto no ocurra y la obra pueda deslumbrar -por lo menos- otros seis siglos, la labor del comité será completar “en pocos meses” un diagnóstico y luego proponer un “proyecto de restauración”.
“Por el momento solo puedo decir que hay una enfermedad en la piedra, violentamente atacada por el tiempo, pero veamos la botella medio llena: han pasado 600 años y el caballo sigue maravillosamente visible. Aunque eso no significa que durará otros 600 años si no hacemos algo”, advirtió.
¿Mover al condotiero?
Una de las hipótesis para custodiar este tesoro pasa por moverlo al interior de un edificio o museo para evitar mayores erosiones y reemplazarlo por una réplica, del mismo modo que se hizo con los leones de la basílica veneciana de San Marco o la escultura de Marco Aurelio de la plaza del Campidoglio en Roma.