Mario Abner Molina
El Brutalista, edificio fílmico sobre las grietas del Sueño Americano, aborda la experiencia migrante en el Estados Unidos post Segunda Guerra Mundial.
Pero, a pesar de la distancia temporal entre entonces y ahora, le habla hoy a aquel país y a su Presidente entrante, Donald Trump, consideró su director, Brady Corbet.
De casi cuatro horas de duración, el épico drama sigue a László Tóth (Adrien Brody), húngaro judío superviviente al conflicto, un arquitecto formado en la escuela Bauhaus que busca reconstruir su vida en el nuevo continente.
Practica el estilo brutalista, “desagradable” para muchos, que privilegiaba la funcionalidad frente a la belleza, con formas geométricas simples, y erigir un edificio público con esas características será su gran obsesión.
“La película fue escrita durante el primer periodo presidencial de Donald Trump (2017-2021). Entonces hubo una orden ejecutiva a la que se conoció como ‘Make Federal Buildings Beautiful Again (Embellezcan los edificios federales de nuevo).
“Eso era un ataque específicamente a los diseños brutalistas, que la mayoría de los edificios federales en Washington DC tienen”, explicó el realizador en un encuentro con medios internacionales.
Corbet, quien rodó su película en 70 mm y hasta le incorporó un intermedio, subrayó que la mayoría de los exponentes de la Bauhaus eran inmigrantes judíos, de Europa central y oriental, víctimas en carne propia del autoritarismo.
Millones de migrantes en EU aguardan con incertidumbre el desarrollo de la administración de Trump, cuyo mandato para reformular la arquitectura en la capital es muy simbólico, afirma Corbet.
Tal edicto del magnate republicano, que podría seguir en la agenda, alentaba a abrazar los estilos clásicos y neoclásicos para “hermosear los espacios públicos e inspirar el orgullo cívico” de los ciudadanos.
“Es fascinante que este autócrata parezca estar celebrando con eso el estilo neoclásico de Albert Speer (arquitecto del Tercer Reich de Hitler). Parece haber algún tipo de vínculo ahí. Eso, en parte, lo analiza el filme”.
Los guiños a Trump y al Sueño Americano Roto no acaban ahí: en el póster hay una Estatua de la Libertad Invertida.
Y Joe Alwyn interpreta a Harry Lee Van Buren, el hijo de un millonario que se convertirá en el benefactor y tormento de Toth, moldeado con base en el empresario conservador.
El Brutalista es una de las películas más fuertes en la temporada de premios: ganó tres Globos de Oro y está nominada a 9 Critics’ Choice Awards y a 8 BAFTA.
Corbet toma con cautela las enormes alabanzas que ha cosechado este largometraje, hecho con apenas 10 millones de dólares, que aborda también temas como el trauma de la guerra y el lado oscuro del capitalismo.
“Es muy pronto. Tenemos que ver cómo se evalúa la película en el curso de las próximas décadas”, dijo el autor, de 36 años.
Oriundo de Arizona, el realizador adquirió su sensibilidad artística leyendo literatura europea y actuando, en pequeños papeles, a las órdenes de directores como Michael Haneke, Lars von Trier y Olivier Assayas.
Inspirada en un relato de Jean-Paul Sartre, su ópera prima, La Infancia de un Líder (2015), ya marca una de sus fascinaciones temáticas, la autocracia y sus efectos.
La cinta, que ganó premios a Mejor Película y Director en una sección paralela del Festival de Cine de Venecia, explora el ascenso de un líder fascista en Europa tras la Primera Guerra Mundial.
“Cuando trabajo en un largometraje y estoy eligiendo un tema, es importante seleccionar uno que jamás deje de ser relevante, sin importar cuándo se filme o cuándo sea estrenado”, precisó.
“Mis temas deben ser lo suficientemente ricos para que puedan sobrevivir y tener significado para los espectadores”.
Los grandes pasatiempos de Corbet son la literatura y la historia, algo que conjuga en su cine de aire novelístico, pues suele reflexionar en “cómo llegamos hasta aquí, y cuál es la mejor manera de hablar o reconocer el presente”.