Al reconocer el fraude electoral de Nicolás Maduro para reelegirse en Venezuela, el actual gobierno mexicano sigue la hoja de ruta, insana institucionalmente, que heredó de López Obrador: Venezuela es una dictadura sangrienta.
Sheinbaum enviará representación a la pantomima de toma de posesión del 10 de enero. Maduro, aunque su régimen es quien cuenta los votos, nunca presentó actas electorales que acrediten su triunfo en la votación del 28 de julio.
El candidato opositor, Edmundo González Urrutia, demostró su victoria, presentando más del 80% de las actas. Peor: Maduro obligó a Gonzales a huir del país. Sin embargo, México considera al régimen de Maduro “un gobierno progresista”.
Es insano institucionalmente reconocer al régimen chavista, del cual fue López Obrador principal valedor. Hasta retiró a México de la votación de la OEA, que exigió a Maduro publicar de inmediato las actas para garantizar la transparencia del proceso.
La ausencia de México impidió que la OEA alcanzara la mayoría necesaria para aprobar la resolución. Y Sheinbaum mantiene la postura prochavista de López Obrador, al mandar un enviado oficial a una toma de posesión que es una farsa, una burla a la democracia.
Más aún: López Obrador respaldó la actitud criminal de Maduro, con votaciones a favor en los principales foros internacionales que condenaron a Maduro como un criminal de lesa humanidad. Sus votos y abstenciones fueron un apoyo constante al sátrapa.
La ONU y la Corte Penal Internacional han documentado la orden directa de Maduro para ejecutar a siete mil opositores políticos y disidentes; además de la detención de un millar de presos políticos, decenas de los cuales murieron en prisión.
Sin embargo, el gobierno de López Obrador avaló los crímenes de Maduro. En 2022, no aprobó en la ONU que una comisión internacional continuara investigando los crímenes de lesa humanidad en Venezuela.
Como sea, al reconocer el fraude electoral de Nicolás Maduro para reelegirse en Venezuela por tercer periodo consecutivo, Sheinbaum continúa la política exterior de la 4T de apoyar, sin condición alguna, a las dictaduras.
López Obrador estuvo 67 días sin reconocer el triunfo electoral de Joe Biden en la mayor democracia del mundo, pero reconoció enseguida la estafa electoral con la que Daniel Ortega se reeligió por cuarta vez consecutiva como dictador de Nicaragua.
México estuvo en el grupo detestable de países con representantes en el teatro de toma de posesión del sátrapa nicaragüense, con Belarús, Cuba, Turquía, Venezuela, Vietnam, China, Corea del Norte, Irán, Rusia y Siria.
No le importó a López Obrador que Ortega compitió solo, porque encarceló a los candidatos presidenciales de la oposición: Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro, Miguel Mora, Medardo Mairena y Noel Vidaurre.