Israel Sánchez
A 20 años de la publicación de su última novela, Gabriel García Márquez (1927-2014) se reencuentra este miércoles con sus lectores de todo el mundo con el lanzamiento póstumo de En agosto nos vemos (Planeta).
“Realmente parecía algo ya imposible. Pensábamos que lo que se publicó en vida de García Márquez era su obra entera, puesto que él había tomado las decisiones editoriales”, apunta en entrevista el escritor, traductor y crítico literario Geney Beltrán, para quien la aparición de esta obra ratifica el estatuto de autor clásico y universal del Premio Nobel de Literatura colombiano.
“Esa condición de clásico vuelve importante cualquier escrito suyo que no se haya publicado en vida. No es sólo un interés documental o histórico, sino que es un interés literario”, agrega el coordinador ejecutivo de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, proyecto dependiente de la Fundación para las Letras Mexicanas.
La undécima novela del autor de obras como Cien años de soledad y El coronel no tiene quién le escriba narra la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer casada que cada 16 de agosto visita la tumba de su madre en una isla del Caribe, y durante esos viajes mantiene varios encuentros eróticos con distintos amantes.
Su publicación se enmarca en el aniversario 97 del natalicio de García Márquez, y a un mes de cumplirse 10 años de su muerte, con cerca de 40 editoriales internacionales realizando un lanzamiento global en todos los mercados, algo igualmente inédito para una obra póstuma, considera Jaime Abello, director y cofundador de Fundación Gabo.
“Está destinado a ser un bestseller, y esto confirma la condición de clásico que ya tiene García Márquez. Entonces, se recibe con interés la obra, más allá de que al final a uno le guste más o menos, pues es la obra de un clásico de la literatura mundial”, dice Abello a REFORMA.
“Es, obviamente, un libro de Gabo, pero que ha sido autorizado por sus causahabientes, por sus herederos (sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha), y no por él”, continúa. “Es una decisión que se tomó muy cuidadosamente y se desarrolló editorialmente con mucho cuidado”.
Los hijos del Nobel colombiano, quienes prologan la novela inédita, eligieron al editor Cristóbal Pera, que ya había trabajado antes con el autor, para concretar la publicación de la obra en la que García Márquez trabajó desde 1999 y de la que publicó algunos capítulos en revistas, cuyos manuscritos permanecían en los archivos vendidos al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas.
“Básicamente, partió del último manuscrito que había en el Ransom, más las notas, más las correcciones adicionales que hizo (el autor) y que conservó en el computador la asistente de Gabo. Y a partir de allí compuso un texto que es de García Márquez, que lo único que ha tenido es un proceso editorial como el de cualquier otro libro de cualquier otro autor”, refiere Abello.
“Yo pude reconocer en el manuscrito que ya esa obra estaba en un punto en el que sólo le faltaba un pulimiento por parte de un editor”, resalta vía telefónica Gustavo Arango, autor, periodista y académico colombiano de la Universidad Estatal de Nueva York en Oneonta, autodenominado “abogado defensor” a favor de la publicación de este libro.
En realidad, Arango estima haber tenido una influencia definitiva en el hecho de que finalmente pudiera ver la luz esta novela inédita que parecía condenada por una lectura de la agencia literaria Carmen Balcells, representante de García Márquez por más medio siglo, cuyo dictamen también se podía consultar en el archivo en Texas.
“Realmente la demeritaba un poco, y yo tengo la impresión de que esa fue la única opinión en la que se basó su familia para decidir que no la iban a publicar”, comparte Arango, estudioso de la vida y obra del Nobel, sobre aquel dictamen que consideraba a En agosto nos vemos como un cuento repetitivo y alargado.
“Y yo lo que pensaba era: ‘Pero, por Dios, repetitivo Cien años de soledad; repetitivo es El otoño del patriarca’. Ése es casi que el sello de García Márquez en muchas de sus obras, y es porque maneja una temporalidad muy caribeña, muy cíclica que a veces cuesta entender”.
A decir suyo, un artículo que publicó en 2022 destacando el valor de esta historia y la importancia de publicarla habría sido el punto de partida para que la propia familia de García Márquez así lo reconsiderara; “no voy a salir ahora a decir: ‘Yo logré que se publicara’, pero digamos que algo influí, y eso me llena de mucha satisfacción”, destaca.
“Y, bueno, incluso no siendo su mejor novela, es un buen cierre para su conjunto. Pero, además, una novela mediana de García Márquez sigue siendo una novela muy superior en el ámbito de la literatura latinoamericana”, argumenta Arango, elogiando el estilo transparente y depurado de esta nueva obra. “Es una novela que no va a decepcionar”, asegura quien la devorara en una tarde y ya tiene preordenadas las ediciones en español e inglés. “Es una novela donde está García Márquez en ese nivel de una persona de una gran maestría, a pesar de las dificultades que todos sabemos que estaba viviendo para escribir (en sus últimos años)”.
Sobre todo, Arango remarca la importancia de cerrar la obra del autor originario de Aracataca con esta historia luego de la recepción y crítica tan severa en contra de Memoria de mis putas tristes (2004), su última entrega de ficción.
“Ahí la literatura un poco se pierde porque es un tema demasiado complicado: un hombre de 90 años que se compra una noche con una niña. Eso es difícil de aceptar, y eso no es García Márquez en general. Cerrar una obra como la de él con ese episodio un poco sórdido me parece que no era un buen cierre”, opina Arango.
“Mientras que aquí (en En agosto nos vemos) hay una dignificación de la mujer que yo creo que es más él porque siempre fue un hombre, un autor, una persona muy respetuosa, y siempre puso en una situación muy digna a la mujer. Y es un poco frustrante ver que muchos lo estaban descalificando simplemente como un machista perverso. Por eso es que me parece que esta novela representa un cierre mucho más digno”.
‘Más allá del bien y del mal’Si bien destinada a ser un superventas, la novela inédita de García Márquez también parece sentenciada a la guillotina de una crítica feroz bajo el actual signo de los tiempos.
Arango, quien considera a En agosto nos vemos como una obra con un desdoblamiento femenino del autor y un diálogo con su madre muerta, augura, por ejemplo, señalamientos “patriarcales” al intento por parte de un hombre de construir un personaje femenino.
“Me parece equivocado juzgar a un autor por lo que hacen sus personajes; también me parece que es un poco estrecho decir que un hombre no puede crear personajes femeninos, o que una mujer no puede crear personajes masculinos. Entonces, obviamente, la incomprensión está garantizada”, sostiene Arango.
“Realmente, el autor se expone a la crítica, y cuando se trata de un autor tan difundido como García Márquez, también se expone a críticas poco fundamentadas, un poco viscerales, poco informadas. Entonces, bueno, García Márquez está más allá del bien y del mal en este momento”, prosigue el académico.
¿Es justo publicar una novela que será tan criticada cuando ya no está su autor para poder defenderla?
He llegado un poco a la conclusión de que toda literatura es póstuma, que el autor no está para defender su obra; la obra es el producto de muchas cosas: de un espíritu creador, de una época, de un contexto cultural, y está para ser apreciada y para suscitar reacciones. Pero realmente la obra no hay que defenderla, la obra es póstuma (…) y la obra se tiene que defender por sí sola.
Para Beltrán, por su parte, la obra literaria no es reductible a una sola consideración, “y menos si se busca una identificación con una forma, más que de pensamiento, de opinión”, expresa el escritor.
“Y, ciertamente, la ausencia física del autor ya es irrelevante. Lo que se puede cuestionar es la obra; hay aspectos de maestría técnica y de retórica que por sí solos son dignos de consideración y que pueden ser verdaderamente maravillosos”, añade Beltrán, enfático además en cuanto a que no importa si un autor es hombre o mujer, sino la manifestación de una “sensibilidad andrógina”.
“Es esa sensibilidad andrógina una despersonalización que te lleva más allá de lo que es tu cuerpo, de lo que es tu historia personal por crecer con un cuerpo en un género determinado, lo que se manifiesta en la escritura en esos momentos privilegiados en los cuales la imaginación y la sensibilidad expresan lo que nosotros ni siquiera sabemos qué traemos dentro”.
De las páginas a la pantalla, ‘un shock’Aunado al impacto que previsiblemente tendrá la publicación de la novela inédita de García Márquez, se suma el lanzamiento este mismo año de la adaptación televisiva de Cien años de soledad, en Netflix.
“Eso también va a renovar el interés en el autor”, percibe Abello.
Claro que no todo el mundo está de acuerdo con tal adaptación; el propio Arango se ha propuesto que no la verá, apelando al propio rechazo que en su momento llegó a manifestar el autor.
“Una de las razones que daba es que, en el momento en que las personas ven el rostro de un actor en un personaje, inmediatamente queda fija esa imagen. Cuando no existe la versión audiovisual, no existe la película o el programa de televisión, cada uno se imagina a Aureliano Buendía como su abuelito, a Úrsula Iguarán como su abuelita, y él (García Márquez) decía: ‘Ninguno de nosotros tiene un abuelito que se parezca a Robert Redford’.
“Y es lo que ha pasado un poco con El amor en los tiempos del cólera; yo ya no soy capaz de leer esa novela sin pensar en Javier Bardem”, lamenta el autor, quien además refiere las dificultades para llevar la obra de García Márquez a las pantallas.
“Aunque digan que es muy visual, el lenguaje, lo verbal, es muy difícil de visualizar en el cine”, explica. “Por ahí escuché que incluso ya la serie basada en Cien años de soledad no se va a llamar así, sino Macondo, que es en cierto modo ya empezar a admitir la derrota. Ya se dieron cuenta que no van a ser capaces”.
Es, compara a su vez Beltrán, “ponerse con Sansón a las patadas”, en tanto cada lector se ha hecho su propio Macondo mental donde habitan los personajes de la familia Buendía.
“Y presentar esa traducción al lenguaje cinematográfico o televisivo es un shock. Creo que va a ser un shock entre lo que uno tiene en la cabeza y lo que encontraremos”, predice.
Finalmente, el coordinador de la Casa Estudio Cien Años de Soledad pondera aquella negativa inicial de García Márquez hacia las adaptaciones, aunque al final dejó abierta la puerta a sus hijos para que ellos tomaran la decisión de dar cualquier tipo de autorización a proyectos de esta índole.
“Quizás también faltaba que asumiéramos la posibilidad de que se adaptara a una serie; yo me pregunto, si hace 30 años hubiera habido este auge de las series televisivas, y alguien le hubiera dicho a Gabo: ‘Mira, no una película, pero sí una serie de 10 o 15 capítulos’, capaz que Gabo lo hubiera considerado llamativamente si hubiera visto él Breaking Bad o Los Soprano. Pero es sólo especulación mia”.