Un muy interesante episodio está viviendo la Cámara de Diputados estos días, donde estamos viendo alianzas tácticas impensables y rebeliones de los unos contra los mismos alrededor de una iniciativa cupular para reformar atribuciones al Tribunal Electoral. Hay una implosión en Morena y en el PRI ante el rechazo de los legisladores a las acciones de los líderes de los partidos, y se vislumbra una fractura en la Alianza Va Por México porque la dirigencia del PAN, que también enfrentó resistencias internas, vio el costo político que les estaba causando una imposición que viola el principio básico de la democracia, el respeto por los derechos de las minorías. Es probable que del resultado de esta confrontación el mapa electoral para los comicios de 2024 se alteren significativamente.
El deseo de modificar las atribuciones del Tribunal Electoral y reducir su capacidad de contrapeso, proviene de rencores inconfesables y la ambición para que las dirigencias de los partidos, que no son bloques homogéneos, hagan lo que se les pegue la gana sin contención judicial. En el primer caso, no quieren que el Tribunal Electoral se meta en los asuntos internos de los partidos políticos salvo aquellos señalados específicamente en la Constitución, lo que se traduce en el intento canalla de los dirigentes del Morena, Mario Delgado, y del PRI, Alejandro Moreno, de prorrogar su liderazgo más allá de lo que establecen los estatutos de los institutos, cuyas chicanadas para lograrlo fueron rechazadas e impugnadas por sus militancias ante los órganos electorales, por ir en violación flagrante de sus reglas de juego.
En el segundo caso, quieren limitar las facultades del Tribunal y del propio Instituto Nacional Electoral para establecer acciones afirmativas que benefician a las minorías y grupos vulnerables, y hacen efectiva la paridad de género, como recientemente sucedió con la obligación de que fuera una mujer quien presidiera el INE. Los partidos estallaron por dentro, como dibujó la diputada morenista Irma Juan Carlos, que detalló que más de 90 diputados -dos terceras partes de su bancada- y del PRI, el PT y Morena, acompañados desde afuera de San Lázaro por organizaciones no gubernamentales y expertos, anunciaron que no apoyarían la iniciativa porque afectaba a los grupos minoritarios y minorías, como indígenas, migrantes y la comunidad LGBTQ+, al limitarles la protección que el Tribunal Electoral les dio por años.
La iniciativa nació de un grupo de trabajo para examinar las funciones del Tribunal Electoral, creado a principio de año por la Junta de Coordinación Política, el órgano rector de la Cámara de Diputados donde sus miembros representan los intereses de sus liderazgos, presidida por el morenista Ignacio Mier. Dos meses y medio después, Morena presentó la iniciativa de la discordia, que fue un golpe de mano cupular que en la discusión de la Comisión de Puntos Constitucionales, provocó la explosión y la implosión.
La sesión para discutir el dictamen estaba programada para el 29 de marzo, pero se fue suspendiendo de manera repetida ante la creciente protesta contra la imposición cupular encabezada por Mier, pero que originalmente tenía también el respaldo de los líderes del PAN y el PRD. Sólo Movimiento Ciudadano se mantuvo desde un principio en contra de la iniciativa. Esta semana, el proyecto de dictamen como se había presentado naufragó, y para rescatarlo, Mier propuso una revisión que debió haberse votado el miércoles, y tampoco se pudo, no ante la falta de consenso, sino ante el rechazo de decenas de legisladores, subrayando una de las paradojas más grandes de la actual legislatura: los adversarios en todos los temas, tanto en las cúpulas como en las militancias, se unieron y dividieron en dos bloques inspirados en diferentes razones, el control caprichoso de los autócratas líderes, y el rechazo rabioso de las militancias en beneficio de la sociedad y, también, contra el intento de los dirigentes de perpetuarse en el poder hasta la elección presidencial, que les permitiría controlar las prerrogativas, repartir las candidaturas y comprar apoyos y lealtades.
La Junta de Coordinación Política ha estado discutiendo formas para buscar apoyos para el dictamen, pero incluso en ese órgano, que es donde se concentra el poder en San Lázaro, empiezan a crujir los maderos. En la sesión del miércoles, el coordinador de la bancada del PRD, Luis Espinosa Cházaro, se salió por su inconformidad con lo que se estaba buscando. La Comisión de Puntos Constitucionales, que es donde se estaría el dictamen a discusión, sumó tres días consecutivos sin poder reunirse, ante la falta de los votos necesarios para sacar adelante la iniciativa y enviarse al pleno.
No se recuerda un proyecto de ley tan controvertido, en el sentido de que no ha sido una confrontación o diferencia entre partidos, sino dentro de ellos mismos. La principal división está en Morena, pero la fractura geoestratégica es en la coalición Va Por México, formada por el PAN, el PRI y el PRD, y cuyos líderes se sumaron a la iniciativa por petición de Moreno, que quiere atrincherarse en el tricolor hasta 2024, porque de no aprobarse esta reforma, tendrá que acatar el fallo del Tribunal Electoral y dejar la presidencia del partido.
Lo extraordinariamente bizarro es que al ir juntos los tres partidos de oposición con Morena, rompieron el compromiso de una moratoria consitucional -cuya finalidad es sabotear cualquier iniciativa de ley que beneficie al presidente Andrés Manuel López Obrador por lo que resta del sexenio-, suscrita en junio del año pasado por lo más ruín de la condición humana: el interés particular sobre el interés colectivo. La democracia funciona al revés, el interés de la mayoría sobre el del individuo, y se apoya con conceptos de segunda generación, como los contrapesos. Delgado, Mier y los liderazgos en San Lázaro los han violentado de manera egoísta e interesada, para salvaguardar sus proyectos personales.
Políticamente son despreciables. Institucionalmente son traidores al orden social democrático. El enanismo con el que se comportan es evidente. ¿Eso es lo que nos merecemos? No. La rebelión contra los canallas reivindica a la política.
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